Okupan el piso de un vecino cuyo cadáver llevaba cuatro años dentro: «Olía el bloque a pozo»

Una familia vive sin luz ni agua desde el pasado domingo; hace dos semanas, una comisión judicial encontró el cuerpo en el transcurso de un desahucio

Una mujer amenaza desde el piso okupado en San Blas FOTOS: DE SAN BERNARDO
Aitor Santos Moya

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«¿Quién es?», interpela una voz de mujer al otro lado del telefonillo . La conversación no da para más. Nadie en el interior del tercero derecha de la calle de Madrigal de las Altas Torres, 5, en el barrio de Simancas (San Blas-Canillejas), está dispuesto a hablar. Menos aún, a dejarse ver. La presencia de la cámara enfrente del portal desata una reacción en cadena; desde fuera dan el chivatazo y alguien dentro baja las persianas, no sin antes amenazar con un par de gritos y una peineta.

Hace dos semanas, en el transcurso de un desahucio por el impago de las letras de la casa, la comisión judicial que lo ejecutaba se topó con una desagradable sorpresa: su inquilino, Agustín, yacía muerto . Pasado el shock inicial, pronto descubrieron que la historia escondía algo más. El cuerpo del hombre, de 56 años, fue hallado momificado después de haber perecido unos cuatro años atrás.

Un suceso que lejos de ser digerido por sus vecinos ha provocado un nuevo e inesperado hecho. El pasado domingo, varios testigos alertaron de la presencia de personas en la vivienda del finado. «Al principio, pensamos que era gente del banco, como al hombre lo iban a desahuciar...», relata una inquilina del inmueble. Pero nada más lejos de la realidad. «Está claro que no eran del banco», prosigue, sin explicarse la sucesión de acontecimientos que han vivido en el último mes.

Una familia de etnia gitana reside sin luz ni agua ante el asombro de toda la comunidad. En la zona lo tienen claro; entraron al patadón, sabedores de que el piso estaba vacío. «Apenas se les ha visto, pero lo que sí hemos oído son ruidos por mover los muebles», afirma otro residente. Pese a que en las barriadas de casas bajas «hasta las paredes hablan», como suelen decir sus moradores, la discreción por ahora es la principal seña de identidad de estos inesperados okupas.

Fachada del bloque de la calle Madrigal de las Altas Torres

«No sabía exactamente quiénes son y eso que vivo en el portal de al lado», señala una mujer, mientras pasea con su perro. Lo cierto es que nadie es capaz de explicar el porqué de la premura en usurpar el piso. «No han sido muy listos, ya que estaba claro que los medios no ibais a tardar en venir», remarca un lugareño, convencido de que el caso de Agustín, separado y con una hija, no ha pasado desapercibido. El fallecido compró la casa hace siete años y no tardó en presentarse ante sus nuevos vecinos. «Tocó la puerta y desde entonces el trato fue siempre cordial, de hola y adiós», describe una joven. Sin embargo, todo cambió «en 2013 o 2014» cuando una tarde vino la ambulancia para llevárselo.

«Parece ser que tenía un problema de cirrosis y de repente, de un día para otro, dejamos de verle» añade. El misterio de qué pudo pasar para que nadie alertara de su desaparición aún sigue en el aire. El resto de inquilinos pensó que se había marchado debido a sus problemas de salud e, incluso, llegaron a meditar también que podría haber muerto. Lo que nunca imaginaron fue que lo hubiera hecho dentro de su mismo bloque.

«Sufrimos hasta una plaga de mosquitos, pero quién nos iba a decir que podía ser por algo así», advierte una de las vecinas, que pasado el mal trago, comprende por fin el encaje de piezas. Recuerda que al principio «llegaba un olor a pozo» y reconoce que llegó a oír, entre bromas, que «en realidad lo que olía era a muerto». Tampoco resultó raro, pues en la zona son de sobra conocidos los constantes problemas de alcantarillado.

Un okupa baja la persiana a toda prisa
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