Médicos online, ¿hasta dónde?

Un informe asegura que con pacientes mejor informados bajan las consultas presenciales, pero entre los facultativos hay miedo a utilizar las redes sociales. Un taller en Compostela les orienta

Santiago Actualizado: Guardar
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Entre las 235 preguntas que los aspirantes a médicos residentes tuvieron que responder en la última convocatoria del MIR, una versaba sobre Facebook. Los candidatos debían resolver una situación en la que una paciente de 15 años hospitalizada tras sufrir un desmayo les solicitaba amistad en esta plataforma. La respuesta considerada correcta indicaba que «es importante mantener unos ciertos límites profesionales» por lo que «mejor» evitar dicha petición. ¿Pero qué uso pueden darle entonces los facultativos a las redes sociales? El reciente congreso de médicos de Atención Primaria en Santiago planteó dos talleres para formarles al respecto, a los que ABC asistió. La sesión, por supuesto, comienza con un «selfie».

Entre los participantes, hombres y mujeres de edades muy diversas procedentes tanto del sistema sanitario público como de clínicas privadas, existe «inquietud» sobre el uso profesional de estas nuevas aplicaciones.

Muchos tienen Twitter, pero en barbecho desde hace meses. Incluso hay quien no tiene claro si zambullirse en ellas les puede traer más ventajas que inconvenientes. Eva Añón, santiaguesa especialista en Social Media y apasionada por convencer a los doctores sobre por qué dar este paso, les anima: «Tenéis un gran papel por hacer. Hay pocas fuentes médicas online». Añón cita un informe elaborado en Estados Unidos que señala que a mayor información sanitaria de garantía en internet, menor número de consultas se realizan. «El problema es que contenido médico, de valor y fiable, hay muy poco», lamenta.

Ventajas e inconvenientes

«Hay que tener consentimiento del paciente para compartir en internet una radiografía suya o una fotografía, aunque no se identifique de quién es»

Las consultas se convierten cada vez más en pequeñas luchas sobre quién sabe más, si el médico formado durante años o el enfermo que ayer pasó varias horas en foros y webs: «Cada vez hay más pacientes que llegan y piden pruebas complementarias, discuten el diagnóstico y rebaten el tratamiento que se les da». «Si en España hubiera un boom de publicaciones médicas, en blogs y redes sociales capitaneadas por médicos fiables, disminuiría esta situación», apunta Añón. De ahí que invite a los profesionales a abrir páginas o canales en YouTube donde, por ejemplo, anticiparse a la temporada de gripe, con orientaciones para prevenirla o indicaciones sobre cómo sobrellevarla. El principal hándicap, no obstante, se da entre población rural y envejecida.

«Cada vez hay más pacientes que llegan y piden pruebas complementarias, discuten el diagnóstico al médico o rebaten el tratamiento»

No tardan en asaltar las dudas sobre qué postear o no. ¿Puedo compartir una radiografía donde no se identifica al paciente o una imagen de una herida en la que no se ve el rostro? «No. Hay que tener su consentimiento —advierte Añón—. Ante la duda, no lo tuiteéis». El Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos ha publicado ya un manual de estilo [pdf] al respecto, también para estudiantes de medicina. Además, Semergen (Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria) difundirá pronto el suyo, elaborado por su Grupo de Trabajo de Nuevas Tecnología. «Puedes dar una información o comentar un nuevo estudio, pero nunca dar un diagnóstico», detalla Añón, quien equipara el funcionamiento en la Red al de un consultorio de televisión, donde se dan orientaciones generales y respuestas genéricas que deben ser después concretadas en la consulta.

Entre los perfiles aplaudidos por esta experta está el de médicos como el del gallego Daniel Aldana o, desde Granada, Joan Carles March, que ganan en visibilidad y posicionamiento gracias a su trabajo online y tejen una red profesional. Entre los participantes en los talleres —el segundo de ellos impartido por médicos como Hans Eguía— se propone la posibilidad de contar con perfiles públicos y privados como fórmula para mantener la frontera en la relación con los pacientes. Surgen discrepancias cuando se plantea qué pensarías si hoy un médico que anoche colgó una fotografía tomando una cerveza operara a uno de tus familiares. En la sala hay quien defiende que peor sería realizar la intervención «tras veinte horas seguidas de guardia». Pero esa percepción —quizá equivocada o injustificada— sobrevolará a más de uno.

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