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Puigdemont promete «coraje» para romper con España

El nuevo presidente de la Generalitat no modifica el proceso soberanista y basa su programa en la unilateralidad que consagra la declaración del 9-N

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Mismo lenguaje, mismo objetivo. Carles Puigdemont Casamajó (Gerona, 1962), nuevo presidente de la Generalitat de Cataluña, despejó ayer cualquier duda sobre cuál va a ser el norte de su Gobierno: la ruptura con España. «El compromiso se mantiene inalterable», apuntó de inicio en un discurso de investidura que, en la práctica -el mismo lo reconoció- fue un calco, una «reiteración», del que pronunció Artur Mas el pasado 9 de noviembre en su fallido intento de ser reelegido. Como resumió gráficamentre Inés Arrimadas (C’s), líder de la oposición, Puigdemont es igual que Artur Mas, «más de lo mismo». «Aunque el candidato que se presenta no es el mismo el programa, sí», asumió el propio Puigdemont.

En las formas y en el fondo, Cataluña sigue inmersa en un «proceso» que arrancó hace cuatro años y que afronta en esta nueva legislatura, con Puigdemont al frente del Ejecutivo, su tramo más decisivo.

Ni modificación, ni matiz, ni mucho menos atenuación del ritmo. Camino del precipicio, Puigdemont se presentó como el presidente de la etapa «post autonómica y de la pre independencia».

Para ello contará con el apoyo de Junts pel Sí y de la CUP, formación antisistema que tras el sorpresivo acuerdo alcanzado el pasado sábado, le prestó su apoyo para su investidura. Finalmente, fueron ocho los diputados de la CUP que apoyaron al candidato de Junts Pel Sí (dos se abstuvieron), con lo que Puigdemont fue elegido con 70 votos favorables sobre un total de 135. El resto de grupos, hasta un total de 63 diputados, votaron en contra. Un Parlament partido en dos como espejo de una sociedad fracturada por el debate independentista.

«Visca Catalunya lliure»

Aunque se daba por descontado que Puigdemont se reafirmaría en el plan rupturista -el acuerdo con la CUP tampoco permite otra cosa- había cierta expectación por saber si asumiría, como no ha hecho Mas en todo este tiempo, cuál es el verdadero apoyo ciudadano al secesionismo. No fue el caso, y Puigdemont ignoró las voces que entre las filas más pragmáticas del independentismo abogan por una ralentización del proceso, asumiendo que si el independentismo logró la mayoría absoluta de escaños en la Cámara, el apoyo social se quedó por debajo del 48%.

Sí concedió Puigdemont que «es necesario ensanchar» la base de apoyo del secesionismo, una afirmación en flagrante contradicción con su voluntad de no apartarse ni un milímetro de los planes consagrados en el acuerdo de formación de Junts pel Sí y, sobre todo, de la «declaración de ruptura» acordada con la CUP y aprobada el 9 de noviembre. «La declaración abría el proceso constituyente, y no podemos dejar de recorrerlo», apuntó el aún, en ese momento, aspirante, que una vez ya elegido cerró la sesión con un «Visca Catalunya lliure».

Fiel por completo al programa rupturista, y sin mencionar en ningún momento la corrupción, recordó en este sentido las etapas del «proceso» que se pretende llevar adelante en una legislatura previsiblemente de 18 meses: culminación del proceso constituyente en su fase participativa, diseño definitivo de las estructuras de estado, tramitación del proyecto de ley del Proceso Constituyente, aprobación de la ley de Transitoriedad jurídica y plena internacionalización del proceso.

Sobre la base de la unilateralidad y la desobediencia que consagra la declaración de noviembre, un programa pues para la confrontación, la inestabilidad y el choque institucional. «No es época de cobardes, ni para temerosos ni para los flojos de piernas», apuntó Puigdemont tirando de una épica más bien desteñida. Por si alguien dudaba, Puigdemont remachó: «Los compromisos permanecen inalterables, pero soy consciente de que el camino no es fácil. No pondremos temeridad, pero tampoco renuncias».

«Este Gobierno deberá iniciar la negociación con el Estado y las instituciones internacionales para el reconocimiento del nuevo estado», añadió un Puigdemont que, cabalgando entre la irrealidad y la fantasía, citó algunos de los proyectos que quiere llevar adelante esta legislatura: banco central de Cataluña, agencia catalana de la seguridad social, hacienda propia y hasta un sistema duanero catalán.

Junto a sus planes para el proceso soberanista, el aspirante a presidente detalló también de manera amplia su plan social, en un discurso con guiños explícitos a algunas demandas de la CUP. El partido antisistema, por su parte, justificó su decisión, afirmando que de lo que se trata en esta legislatura es de avanzar en la «ruptura». Anna Gabriel justificó de esta manera lo que en su propio partido se ha visto como una cesión inaceptable a JpS, al comprometerse por escrito a no votar nada que suponga comprometer la estabilidad el Ejecutivo.

«Carles, tienes la enorme responsabilidad de ser el presidente de la transición hacia la nueva república», señaló tuteando al futuro presidente la dirigente de la CUP, que ayer sustituyó a un Antonio Baños que tras el acuerdo entre su partido y JpS podría reconsiderar su dimisión.

Ayer, tanta expectación había sobre Puigdemont como sobre el presidente saliente, Artur Mas, ovacionado por su grupo al iniciar la sesión, y que se prefigura, desde un segundo plano, como tutor y guía del proceso. El nivel de adulación con la que Puigdemont se refirió a él, anticipa que Mas seguirá muy presente. «El proceso te necesita», apuntó su relevo, que quiso reconcer su decisión de dar «un paso al lado. «Tu gesto es doloroso para ti y para muchos de nosotros, pero es excepcional y ejemplar. Lleno del coraje que siempre has practicado y que me has pedido a la hora de asumir este compromiso. Te tendremos al lado para todo lo que te pediremos», anunció Puigdemont.

Junqueras, vicepresidente

Con Mas de tutor, es tarea ahora de Puigdemont formar Gobierno, aunque ya se lo encuentra prácticamente hecho. Tras tomar posesión mañana, sus consejeros harán lo propio el miércoles, prefigurando un Ejecutivo de continuidad, aunque con la novedad de la incorporación de miembros de ERC e independientes.

Así, se anticipa que Oriol Junqueras será el único vicepresidente, al frente del área económica, junto con Raül Romeva (área institucional e internacional) y Neus Munté (social),en el núcleo duro del Ejecutivo. Según trascendió ayer, Jordi Jané repetirá en Interior, mientras que se incoporan Dolors Bassa (Bienestar), Antoni Comín (Salud) y Josep Rull (Infraestructuras). Santi Vila pasaría a Cultura y Meritxell Borràs deja Gobernación por Enseñanza.

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