José García Domínguez - Punto de fuga

Puigdemont: la comarca nos visita

En las antípodas de todo cosmopolitismo burgués, Puigdemont, el a estas horas presidente «in pectore» de Cataluña

José García Domínguez
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Uno de los errores más extendidos sobre esta España daltónica que nos ha tocado vivir es el que toma al catalanismo por expresión civil de la burguesía. Y nada más falso. Esa fe ciega en un tópico, la creencia en que CDC constituiría la genuina expresión política de los antiguos fogoneros de la locomotora industrial de la península, es lo que condena a Madrid a no acabar de entender las claves ultimas de la política catalana. Porque ni Mas y Pujol encarnaron la representación institucional del empresariado catalán, ni el nacionalismo, ya fuese bajo la máscara moderada de antaño o a cara descubierta como ahora, tuvo jamás a ese grupo social por fuerza motriz. Simplemente, unos y otros pertenecían –y continúan perteneciendo– a universos distintos y distantes.

Un patricio de la burguesía no puede dejar de ver con una mezcla de consternación y espanto a tipos como Homs o Tardà, por no hablar de esa greñosa muchachada de la CUP.

La Lliga nació para defender los intereses proteccionistas de la gran industria catalana frente a las pulsiones librecambistas de la España interior. Bien al contrario, Convergencia fue fundada para implantar el poder hegemónico de lo que algunos han dado en llamar la “clerecía”. Un vasto consorcio interclasista de intereses que agrupa desde de periodistas, profesores, ensayistas e historiadores, intelectuales orgánicos todos volcados en la fabricación al por mayor del relato patriótico a un tanto alzado la pieza, hasta esa otra constelación de afanes corporativos vinculados a la demanda política de sus mercancías y servicios, la que abarca desde los contratistas de obra pública hasta los proveedores de la sanidad concertada o los beneficiarios del comercio regulado. En las antípodas de todo cosmopolitismo burgués, Puigdemont, el a estas horas presidente “in pectore” de Cataluña y figura paradigmática de la cosmovisión comarcal y endogámica tan consustancial al nacionalismo más espeso y ruralizante, representa la prueba definitiva de cuán equivocado resulta ese viejo lugar común. Se entienden con la Esquerra porque son lo mismo.

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