El presentador posa para ABC antes de comenzar su programa, con unas vecinas de Ledaña (Cuenca)
El presentador posa para ABC antes de comenzar su programa, con unas vecinas de Ledaña (Cuenca) - A.P. Herrera
TELEVISIÓN

«Nunca pensé que, a mis 55 años años, un programa me enseñaría a ser mejor persona»

Líder de audiencia en la TV de Castilla-La Mancha, su actual trabajo le ha «cambiado la vida»

Toledo Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Esta entrevista está hecha por curiosidad, por el deseo de comprobar si las lágrimas de un exitoso presentador de televisión eran reales o falsas, si esa emoción era o no impostada, artificial. Además, unos días antes (14 de marzo), el programa vespertino de CMM «En compañía» marcó su récord de share y espectadores con un 15,4% y 89.000 personas mirando en ese momento a Ramón García (de 15.10 a 18.30 horas, de lunes a viernes) en un plató de los estudios de la televisión autonómica.

Fue la emisión más vista en su franja y lo más seguido también en todas las cadenas autonómicas en su horario, por encima de Sálvame (Telecinco) y «Amar es para siempre» y «El secreto de Puente Viejo» (Antena 3).

El programa, producido por Indaloymedia, obtuvo sus mejores registros históricos en sus más de nueve meses de emisión, lo que permitió a la cadena autonómica ascender a una media del 7.8% en el cómputo del día, su mejor cifra de share en un martes desde abril de 2010. Desde su lanzamiento el 30 de mayo de 2016, «En compañía» ha logrado consolidarse y otorgar a esta cadena una importante subida desde entonces.

«No es cuestión de dinero«

Pero Ramón García no parece llorar de éxito —sentado en un pequeño despacho junto a la redacción del programa donde recibe a ABC— y eso que tras el triunfo cosechado le han llamado de otras cadenas. «Yo esto no lo cambio por nada. No es cuestión de dinero, ni de popularidad, porque eso ya lo tengo. He ganado el dinero en la época buena de la tele, soy uno de los personajes más populares de este país, éxitos he tenido muchísimos; audiencias, todas (Gran Prix, Qué apostamos, las campanadas de Nochevieja ataviado con su capa española...). Yo vengo de una familia hostelera, he fregado vasos, limpiado váteres, he luchado mucho, la radio, la tele, nadie me ha regalado nada. Yo vengo aquí porque me apetece venir aquí, estoy muy feliz, me ha cambiado la vida y no lo cambio por nada». Se emociona el presentador al hablar, y se le humedecen los ojos. No parecen lágrimas de cocodrilo, de momento.

Dice que lo fácil es decir eso, que este es un programa donde van los viejos a buscar novia, o ellas novio. «Ni para buscar novia, ni marido, ni mujer, ni sexo, ni contactos, para eso ya hay otros programas que lo hacen muy bien; la base de este programa es acabar con la soledad de las personas. Por eso hay más gente mayor, porque a ellos les ataca más la soledad por motivos obvios, porque enviudan antes, porque te jubilas o los hijos vuelan de casa. Y eso es como una losa para ellos, que no se dan cuenta de esa soledad hasta que llega. La soledad ataca a cualquier edad, y aquí también vienen personas más jóvenes, gente que igual tiene su círculo profesional pero no socializan bien para encontrar un compañero o compañera de vida».

El programa parece haber hecho mella en la vida de Ramón García y, en cierta forma, según se desprende de su relato, es como si se hubiese producido en él una metamorfosis vital. «Vengo feliz a trabajar y me voy feliz a casa. Primero, me está haciendo mejor persona porque nunca pensé que, con 55 años que tengo, un programa me enseñaría a ser mejor persona. Y es maravilloso. La gente que viene aquí viene mal, se puede decir que es su último recurso. Venir a un programa para encontrar a la persona que te va a acompañar en la vida, eso es dificilísimo, y yo le doy mucho valor», dice el presentador de nuevo conmovido.

No es puro espectáculo televisivo el contacto que el periodista entabla con los invitados al programa. Antes del plató hay mucho tiempo de charla con esos hombres y mujeres que llegan asustados y emocionados a Toledo desde cualquier punto de la comunidad autónoma, hasta del pueblo más remoto, donde un coche va a buscarlos para llevarles a los estudios.

«Hay una parte que puede ser divertida de su historia, según cómo lo cuentan, y yo puedo ponerle el humor, pero sé que, siempre, en la charla previa que voy a tener, llegará el momento malo. Cuando se muere la mujer, o el marido; o cuando se divorcian, cuando hay malos tratos..». Le pregunto si saca esos asuntos tan privados al plató. Y contesta que «sí, claro, siempre, con el permiso y el respeto a la señora que viene. Hay historias duras de verdad, que no contamos en toda su medida porque no es necesario revivir todo eso. Yo lo dejo por encima porque el espectador es muy listo y sabe lo que ha tenido que pasar esa señora. Y yo lo sé, y cuando salimos a hacer el programa brota esa emoción, esa señora que empieza a llorar, y yo que rompo a llorar también porque sé lo que está pasando...», cuenta el periodista de nuevo con los ojos encharcados mirando a la periodista.

«Valoro más a mi mujer»

Esa sensibilidad, esa emoción, pueden formar parte de una trayectoria profesional que confiere también dotes para la interpretación, le digo. Si es así, pienso, debe ser un buenísimo actor. «Mira, en plató muchas veces me pongo a llorar, y a veces me cuesta seguir hablando. Yo les veo como personas que vienen a pedirme ayuda, y que soy su último recurso. Esa responsabilidad es para mí tan grande que me emociono, que tengan esa confianza para contármelo. Y luego está el público, esos silencios que son como una losa también. Todo eso hace que el programa me esté enseñando mucho a nivel personal, que cuando vaya a mi casa valore mucho más a mi mujer, a mis hijas, o al beber una copa de vino».

Ver los comentarios