ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Diario de un jubilado en Nueva York (51): Como un guijarro

«El jardín era un purgatorio de grises y de flores entre la condenación y la beatitud»

Jardín Botánico de Brooklyn (Nueva York) H.B.

POR HILARIO BARRERO

Ayer fui al oculista a que me zurcieran el ojo izquierdo , mañana vuelvo a que terminen con el derecho. Aprovechando que me sentía mejor hemos ido, a media tarde, al Botánico . Había estado lloviendo toda la mañana y escampó a primera hora de la tarde. La niebla era tan densa que parecía que mi vista había empeorado. El jardín era un purgatorio de grises y de flores entre la condenación y la beatitud: infierno frío y paraíso cálido. Los almendros, que es la mayor atracción del año, estaban sin florecer, la gran explanada que otros años hubiera sido una hoguera era ahora un campo de soledad. Algunos narcisos, ya empezando su retirada, trepaban la ladera como cansados y unos magnolios en flor, diminutos volcanes arropados por la niebla, encendían la tarde.

Las pequeñas placas a los pies de los almendros, que hablan de personas que amaron, disfrutaron y fueron felices en el jardín estaban llenas de lluvia: el agua del olvido . Unos trabajadores levantaban el esqueleto de una casa para la fiesta de los almendros martilleando en enormes clavos que sostenían la carpa: el sonido de cada martillazo resonaba entre la lluvia como una campana ronca llamando a misa de niebla. Una fotógrafa inmortalizaba bajo una de las magnolias en fuego el amor de una pareja de recién casados que se miraban como si no se hubieran visto nunca. Los peces del estanque no estaban y las tortugas se habían recogido.

Éramos como dos sombras perdidas caminando en un cementerio de árboles secos y agua turbia. A la salida ha comenzado a chispear y la niebla ha descendido lentamente como una nube espesa sobre los árboles y mi ya nublada mirada. Aunque todavía había luz he sentido que se hacía de noche y en vez de sentirme desamparado y perdido he dado gracias a la niebla de tenerte y recordarme que tengo que sacar la cabeza del escondite cada cuatro horas para que me pongas una gota que cae en la pupila como un guijarro lleno de luz.

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