En su portada, El Tajo contaba que el 18 de agosto desde la madrugada «circulaba ya por las calles de la ciudad, recorriendo la feria de juguetes, un número considerable de gentes forasteras...»
En su portada, El Tajo contaba que el 18 de agosto desde la madrugada «circulaba ya por las calles de la ciudad, recorriendo la feria de juguetes, un número considerable de gentes forasteras...» - El TAJO
TOROS

Así fueron las dos primeras corridas en la plaza de toros de Toledo, que cumple 150 años

El coso se inauguró el sábado 18 de agosto de 1866 con un mano a mano entre Cayetano Sanz y El Tato. El día siguiente se repitió el cartel

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El sábado 18 de agosto de 1866 Toledo amaneció con un runrún raro, nada habitual. «Desde la madrugada circulaba ya por las calles de la ciudad, recorriendo la feria de juguetes, un número considerable de gentes forasteras, y sentíanse en todas partes la agitación y el movimiento precursores de la invasión que se esperaba a la hora del arribo de los trenes», contaba el periódico «El Tajo» en su edición del 22 de agosto de aquel año.

La razón de esa inquietud era la inauguración de la plaza de toros, la primera permanente y privada que se construía en Toledo. La iniciativa de levantar el coso había surgido un año antes por parte de los «menestrables» (los comerciantes más importantes de la ciudad), que veían la posibilidad de hacer negocio durante las tardes de toros.

Al Ayuntamiento, con su alcalde Gaspar Díaz de Labandero a la cabeza, le gustó la idea y contribuyó cediendo el terreno donde se levantaría la plaza.

«Gentío inmenso»

«El Tajo» describe con muchos pormenores las dos primeras corridas celebradas en la plaza toledana, los días 18 y 19 de agosto. El primero de ellos «a las cuatro y media, casi todas las localidades estaban llenas de un gentío inmenso, el cual había tenido que librar un reñido combate a la entrada por las tres únicas puertas que al principio estuvieron francas».

El primer toro que saltó a la arena se llamaba «Madrileño», de la ganadería de Martínez, y era «castaño retinto, corniapretado y de pocas libras». Cayetano Sanz, «que vestía de grosella y oro, le dio cinco pases de muleta y le mató de un mete y saca un poco bajo, rematándolo el puntillero a la tercera». Antonio Sánchez, El Tato, era el otro espada que lidió la corrida de la inauguración. A su primer toro, «Aceituno», de Gómez, «castaño retinto y rabón», que «salió huido, habiendo saltado dos veces la barrera», El Tato «lo mató de dos volapiés».

Con el tercer toro, «Tornero», «también de Gómez, castaño claro, cornialto», llegó la primera cogida en la nueva plaza: «Cayetano se preparó para la muerte y al primer pase lo desarmó, teniendo que tomar el olivo; volvió a insistir y desarmado otra vez, sufrió una cogida, de la que cayó atontado sin lesión alguna, habiéndole retirado a la enfermería de la plaza, de la que salió a no muy largo rato, pero sin poder continuar la lidia». Fue este «Tornero» un toro muy peligroso, pues «saltó dos veces la barrera, y en una persiguió muy de cerca el bulto de un pobre bollero que cogió descuidado, y que se salvó milagrosamente».

Aquella primera tarde se lidiaron seis toros. El último de ellos, «Voluntario», «de Gómez, castaño claro», lo mató el banderillero Frascuelo «por dar gusto al público, que lo pedía con insistencia».

El domingo 19 se celebró la segunda corrida con los mismos espadas que el primer día, aunque con toros de diferentes ganaderías. Al primero, «Garabato», de la ganadería del Marqués de Saltillo, Cayetano Sanz, «que vestía de azul turquí y plata, después de pasarle la muleta varias veces, le dio un volapié corto, un pinchazo y una buena por todo lo alto».

Con el segundo toro, «Torrecillo», de la ganadería de Oliveira, «negro listón y un poco bragado», «Muñiz le plantó tres pares de palos, y al intentarlo el Cuco, tuvo la desgracia de sufrir una cogida, en la que permaneció algunos minutos entre las astas del bicho, retirándosele, cuando le dejó tendido en la arena, a la enfermería en estado grave».

La anécdota vendría con el quinto toro, «Cerquillo», del Marqués de Saltillo, «cárdeno claro y corniabacao», que le tocaba lidiar a Cayetano Sanz, pero que El Tato, «que quería tomar el tren para marchar a Andalucía, se encargó de matarle, y le dio cinco estocadas, descabellándole a la primera». Y el último toro, como había ocurrido la tarde anterior, lo mató Frascuelo.

«Más que regulares»

«El Tajo» también publicó una especie de resumen de lo que fueron los dos festejos inaugurales: «El amigo que me auxilia en este trabajo, dice que según su opinión no han sido más que regulares. El ganado, añade, en lo general era bueno. El servicio de plaza se hizo algo torpe. Los picadores no llenaron del todo su deber. Las capas, con especialidad el primer día, no dejaron rematar las suertes de varas. Y los espadas no estuvieron totalmente a la altura de su reputación».

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