El jefe del grupo, Darsadze, pide explicaciones a dos lugartenientes
El jefe del grupo, Darsadze, pide explicaciones a dos lugartenientes - ABC

Los soldados yonquis de la mafia georgiana

Un centenar de ladrones saquearon decenas de pisos para mandar dinero a sus familias y pagarse la heroína

Madrid Actualizado: Guardar
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Febrero de 2016. Un policía camina por una calle de Aluche cuando ve a un individuo inolvidable para él, a punto de tomar un taxi. Llama a su jefe: «Roman Chaladze está en Madrid. Lo tengo delante con otros dos tíos». Horas después el taxista confirma a los investigadores que el cliente hablaba por teléfono sobre coches. Era el inicio, en plena calle, de la operación Aikon II contra los responsables de más de la mitad de los robos de pisos en Madrid. La mafia georgiana estaba de nuevo a pleno rendimiento después de detener a 43 miembros en julio de 2015 en Aikon I. El juez, en una decisión insólita, los dejó a todos en libertad.

Chaladze era testaferro entonces y seguía siéndolo cuando el agente del Grupo XI de la Jefatura de Policía de Madrid se lo encontró por casualidad.

Tenía a su nombre media docena de coches y viviendas de alquiler de la organización, liderada en España en ese momento por el «vor v zakone» o ladrón en la ley Zviad Darsazde, un viejo conocido de los especialistas en crimen organizado que ya había sido detenido en 2010 en la operación Java. Entonces ocupaba el puesto de responsable de la «obshchack» o caja común del grupo criminal en Europa.

El pasado noviembre, la Policía remató el golpe y arrestó a otros 61 individuos, la mayoría georgianos: 104 detenidos en total; casi la mitad entre rejas. A Chaladze le colocaron las esposas unos días después en Barajas cuando volvía a España.

Las dos fases de esta importantísima operación han puesto al descubierto una maquinaria perfecta del robo, la ganancia y el escaso riesgo, con jefes que son sustituidos nada más caer y soldados que entran y salen de las células a un ritmo endiablado. «La familia de uno vendió una vaca para comprarle el billete porque se había gastado ya el dinero en conseguir documentos falsos. Luego en una escucha otro ladrón le reprochaba que no les hubiera pedido un préstamo para viajar a España a robar», explica el inspector Gómez, al frente del Grupo XI. Son los responsables de la investigación con OCT2 de la Comisaría General y Latina. Todos ellos han estado coordinados por la Fiscalía Anticorrupción y el Juzgado Central 3 de la Audiencia Nacional.

Más de 600.000 euros

La estructura básica la forman un «vor v zakone» o «kanonieri kurdi», ladrón en ley, con sus lugartenientes (brigadier), sus controladores (supervisan y abastecen a los ladrones) y las células operativas que desvalijan casas. El «vor» en Aikon I era Zviad Darsadze hasta que ingresó en prisión en 2015 (fue condenado a siete años por la Audiencia Nacional el pasado mayo en la sentencia de Java).

El controlador de Darsadze era Merab Torochelidze, un hombre clave muy apreciado por los suyos que igual conseguía a los chicos una ganzúa especial en la «fábrica de juguetes» como unos gramos de heroína o un abogado de confianza, si eran detenidos. «Ay Merab qué vamos a hacer cuando tú no estés», le decían. La mayoría de los soldados o ladrones están enganchados a la heroína. De hecho, conseguir la droga es uno de sus motores. El engranaje es perverso. Todo lo que roban lo entregan a la organización y esta lo convierte en dinero y lo envía fuera (630.000 euros acreditados a 27 países solo en Aikon I y eso que muchos de los flujos de dinero no se han podido demostrar). Están obsesionados con destruir los recibos del efectivo que mandan tanto como los útiles del robo por si los detiene la Policía. «¿Te han pillado los resguardos?», preguntan a uno de los ladrones.

«Comida o droga»

Los miembros de las células operativas (cada una formada por entre dos y cuatro personas) se quedan con una cantidad mínima -sus familias en Georgia viven de sus robos-. Hay escuchas en las que dos de ellos solo tienen veinte euros hasta que roben el próximo piso. «Qué hacemos, compramos comida o droga. No nos llega para casi nada», dudan. Esa dependencia les crea enormes deudas en su país: la forma de saldarlas es viajar a España para robar a destajo, a diario. «Hacen temporadas, tienen la de verano, la de Semana Santa y la de Navidad, que es su favorita», explican los investigadores. «Nos tienen preparados los regalos en el árbol», han llegado a decir por teléfono.

Los asaltantes yonquis tienen tal dependencia que solo se documentan para hacerse usuarios del servicio de dispensación de metadona de la Comunidad de Madrid. «Tienen sus carnés y si no consiguen heroína van a por metadona». El lujo queda reservado a los jefes; los soldados viven para el robo apremiados por la urgencia de efectivo. Cuando no están desvalijando pisos, pasan las horas muertas encerrados en casa, drogándose, viendo la tele y perfeccionando su técnica. Colocan distintos tipos de cerraduras sobre una silla y practican en casa, incluso en la cama. Mirza Darzdaze, por ejemplo, hermano del jefe se desenganchó en la cárcel. Al salir, volvió a drogarse.

Los vor se apartan de ese patrón. Dviad vivía en un bajo de San Sebastián de los Reyes cuando fue arrestado con su mujer Irma Jgeria y dos de sus tres hijos. Su sueño es que el menor sea una estrella del Real Madrid y para ello había contratado a un entrenador argentino que supervisaba los progresos del niño, mientras Irma derrochaba sin miramientos. Su esposo se reúne a diario con sus hombres o con nuevos candidatos para las células; si necesitaba dinero, el cajero de la organización, Amiran Chabukiani, excoronel georgiano, se lo entregaba a través de la ventana de su bajo.

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