Acoso a la Policía y a la Guardia Civil: «Lo peor fue salir de los pueblos; nos rodearon, incluso con coches»

Un guardia civil relata a ABC los insultos y provocaciones que vivieron en pueblos de Barcelona

Agentes de la Policía Nacional el pasado domingo en Barcelona Jaime García/ Vídeo: ATLAS
Cruz Morcillo

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En su unidad no hay ningún agente herido, al menos no con brechas visibles. «Estamos todos bien, psicológicamente fuertes pero superados por lo que vivimos el domingo. Nos insultaron y provocaron durante horas , nos lanzaron botellas, piedras y lo peor no fue entrar sino salir».

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Mientras unos se dan bombo y exhiben propaganda actual y pasada sin ningún pudor, Guardia Civil y Policía Nacional mantienen el perfil bajo , tal y como se les ha ordenado. Lo normal, por otra parte. Han pasado menos de 24 horas desde el domingo en el que tuvieron que ver cómo otro cuerpo policial se interponía en el trabajo que a todos les había encomendado la misma autoridad judicial.

La consigna

Un guardia civil, al frente de una unidad de seguridad ciudadana que actuó en la provincia de Barcelona, relata a ABC cómo vivieron la jornada él y sus hombres, al tiempo que explica imágenes del operativo desarrollado en varios pueblos de la misma comarca, difundidas por medios independentistas. Empezaron a las 4.30 de la madrugada y acabaron pasadas las dos de la madrugada siguiente, casi una guardia completa , larguísima y extenuante donde lo más difícil fue mantener la crispación bajo control. 

«Al llegar a la plaza donde estaba el colegio del pueblo ya había mucha gente sentada en la puerta para impedirnos la entrada. Hablamos con ellos, yo lo hice personalmente, y les pedí que se levantaran porque teníamos que acceder para llevarnos las urnas. Ahí íbamos con la boina, y la porra la llevábamos metida en el chaleco». Nada de emplear la fuerza aunque hubiera provocaciones, esa era la consigna. Pero se encontraron con que no solo tenían enfrente a quienes pretendían votar a cualquier precio, sino también a los Mossos d’Esquadra. «Un mosso nos pidió la orden judicial para entrar y requisar las urnas. Yo puedo explicarle a un ciudadano una actuación pero no a uno de mi nivel y no con un mandato judicial expreso».

En los vídeos difundidos de esa actuación se oyen con claridad los abucheos e insultos del peor tono: «¡fascistas, ocupas, cabrones…!» y las imágenes de decenas de personas de todas las edades, que empujan a los agentes, los pisan, se encaran y les ladran casi al oído. Los Mossos allí presentes apoyan a la gente, no a los guardias. Uno de los agentes de verde le espeta al otro: « A mí no me grites » cuando le pide explicaciones al otro lado de una barrera humana formada por guardias civiles para impedir que a los que ya han sacado a rastras de ese círculo vuelvan a entrar y también para proteger a los compañeros que actúan en el interior de ese perímetro formado por brazos nervudos y caras contraídas.

«Yo creía que no iban a hacer nada para cumplir la ley como se les había ordenado –continúa el mando–. Lo que no me podía imaginar es que fueran a obstaculizar la labor de la Guardia Civil, que es lo que han hecho, querían impedir que hiciéramos nuestro trabajo».

Pero los Mossos cumplían órdenes distintas y afeaban a sus compañeros (ya quizá no sea la palabra más oportuna) llegados de otros puntos de España su actuación. «Cuando empezaron a lanzarnos objetos nos quitamos la boina y nos colocamos los cascos para protegernos. Pero ni un solo hombre de mi unidad sacó la porra (la defensa), se puede ver. Eso sí hemos sudado más que con los delincuentes para no utilizar la fuerza y sacarlos uno a uno, a peso».

Describe con detalle la entrada al colegio, la casi humillación que tuvo que soportar igual que los hombres que le acompañaban con un individuo pegado a él pisándole a cada paso que avanzaba. Mirada al frente. No era día de marcialidad, sino de atemperar daños e imágenes para la explotación mediática en una sola dirección. « Todos llevaban móviles para grabarnos , te acercabas y te insultaban lo que más te podía enervar para ver si reaccionabas. Querían que algún guardia perdiera los papeles y el mío era darles apoyo para todo lo contrario». En las imágenes se oye con firmeza «venga, váyanse retirando», mientras una pareja de agentes coge por los brazos a un hombre y un niño se esconde en otra esquina. A la orden ignorada, le sigue una sonora pitada, abucheos, y golpes a algo metálico. La rabia está pintada en muchas caras.

«Tuvimos que forzar y romper algunas puertas para no pasar por encima de la gente. No nos daban las llaves . Solo un mosso me indicó en uno de los dos pueblos por dónde debía entrar, muy amable. Yo creo que estaba abochornado», continúa. Le preguntamos cuál fue el peor momento y no duda: «Lo peor fue salir de los pueblos, no entrar. Estaban organizados y a medida que pasaba el tiempo más. Nos rodearon con coches a la salida y todo eso sin dejar de insultarnos y llamarnos todo lo que te puedas imaginar».

«Hubo otros colegios en otros pueblos por la zona de Manresa a los que teníamos que haber ido y que no fuimos porque corríamos serio peligro. Empezaron a llamarse y a citarse, coordinándose. En alguno de esos que era nuestro destino montaron barricadas. No valía la pena jugársela así para la pachanga y la farsa que era todo. Pero sí tenían urnas escondidas en el jardín del pueblo y detrás de algún árbol. Sí, irnos del pueblo fue lo peor. Estuvimos muy apretados», resume.

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