Referéndum del 1-O

Un agente de las UIP, a un mosso: «¡Apártate de aquí, no estorbes!»

ABC acompaña a la Policía en los cierres de los colegios electorares

La policía en sus dependencias de la calle Guadalajara antes de comenzar el dispositivo JAIME GARCÍA
Pablo Muñoz

Esta funcionalidad es sólo para registrados

« Tranquilidad, serenidad y firmeza ». Esta fue la orden que los mandos de la Policía transmitieron a sus agentes en el «briefing» de la tarde del sábado y ayer estos la cumplieron a rajatabla. No respondieron ni a una sola provocación, a pesar de verse literalmente acorralados en ocasiones por una masa agresiva y provocadora, perfectamente organizada por sujetos a los que algunos atribuían condición de miembros de la Asamblea Nacional Catalana (ANC). Al final de la jornada, triste y dura porque demostró hasta qué punto la catalana es una sociedad rota, los secesionistas tuvieron la fotografía de la supuesta represión policial, que tanto anhelaban. Y los Mossos, como querían, lograron evitarla aun a costa de parecer olvidarse de su condición de Policía Judicial. Solo a última hora de la tarde hubo noticias de que se habían llevado urnas de colegios.

El Instituto Balmes está en la calle Pau Claris esquina con Consell de Cent. A las ocho y media de la mañana, un centenar de personas, algunos de ellos niños y chicas de apenas 15 años, esperaban a que se abrieran las puertas del centro para votar. Unas pocas furgonetas de las Unidades de Intervención Policial hicieron entonces acto de presencia para cumplir con la orden del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña : cerrar los colegios electorales y requisar todo el material necesario para llevar a cabo el referéndum ilegal.

Operación quirúrgica

La operación fue quirúrgica. Entre gritos e insultos los policías fueron retirando, uno por uno, a todos los que, desde el suelo, intentaban impedir su acceso al instituto. Una mujer, en medio de los empujones, cayó al suelo, por lo demás mojado y resbaladizo. Los gritos de dolor encresparon aún más los ánimos, lo mismo que los llantos sin consuelo de los menores utilizados por sus propios padres como escudos humanos y que ahora, al ver el estado de nervios de sus vástagos, se los llevaban de vuelta a casa responsabilizando a la Policía de lo sucedido. No era lugar para ellos, pero el «procés» parece que todo lo justifica.

Media hora más tarde, todo había acabado. Los policías se retiraban con las urnas, la documentación y las papeletas entre voces de «¡fuera las fuerzas de ocupación!», o «¡ las calles siempre serán nuestras !» y alguna carrera que otra. Ni un problema más. Eso sí, nada más irse los agentes el «comisario político» de turno advertía a los presentes que no se marcharan a sus casas, que habría más urnas y papeletas. Las garantías democráticas eran lo de menos; el «butirreferéndum», en afortunada expresión de algunos policías, debía seguir adelante. Para entonces la Generalitat ya había anunciado que se podía votar donde quisiera cada uno, sin tener en cuenta a qué colegio electoral pertenecieran.

Se complica la situación

La Policía sabía que ese primer golpe, relativamente sencillo, no iba a ser la tónica general de la mañana. Los Mossos ya habían dejado bien claro que no iban a tomar ni una sola medida efectiva para impedir la comisión del delito. Y además, ya desde los primeros momentos se percibía que la movilización iba a ser muy importante. Ni siquiera la fuerte lluvia, que acentuaba aún más lo tenebroso de la jornada, hacía desistir a los concentrados. «Esto ya tiene muy difícil arreglo», sostenía uno de los policías antes de la nueva intervención: « La sociedad catalana está dividida en dos partes irreconciliables, y eso no es un problema que puedan resolver las Fuerzas de Seguridad; es político».

Escola Diputació, en el 114 de la calle del mismo nombre, era la siguiente estación de la «operación Copérnico», vivida en directo por ABC. La llegada a ese punto, a las nueve y media de la mañana revelaba hasta qué punto el secesionismo se había movilizado. Las colas daban la vuelta a la manzana. «Entrar ahora va a ser muy complicado si no se quiere provocar una batalla campal», vaticinaba uno de los policías. Y además se necesitaban muchos más agentes.

Una vez más la manipulación de los más débiles se hizo evidente. Dentro del colegio se concentraban ancianos de movilidad reducida, algunos de ellos llegados en sillas de ruedas en medio de los aplausos de los presentes. De nuevo un «comisario político» repartía consignas: «¡ Poned los móviles en modo avión !», se desgañitaba, parece ser que para intentar que los que actuaban desde dentro intentaran poner en pie el sistema informático, totalmente inutilizado por las Fuerzas de Seguridad... Todo fue en vano, y pasadas las diez y media comenzaba la votación con los miembros de la mesa apuntando a mano la identidad de los votantes sin mayor trámite que presentar una documentación que tampoco se miraba.

Pasadas las once y cuarto se dio la voz de alarma, al detectarse la presencia antidisturbios. Los agentes, siempre sin sacar su defensa, y con la única protección de sus escudos, cerraron la manzana del centro. Los ánimos se exaltaron al máximo . A centímetros de distancia, con los ojos ciegos de odio, los congregados insultaron, acosaron, escupieron y vejaron a los agentes, que se limitaban a mirar al frente y a tensar los músculos de la cara. El responsable del dispositivo, al ver que era imposible una entrada con unas mínimas condiciones de seguridad, ordenó la retirada. El júbilo se apoderó de los presentes. Eran ya las once y media. Los policías autonómicos presentes no intervinieron.

«Cada vez son necesarios más policías para intervenir en un colegio -reflexionaba un mando policial-; si antes eran treinta, ahora se necesitan el doble o el triple, porque cada minuto se concentran más personas que ofrecen más resistencia pasiva, y además están más preparados. Nos ponen por delante a niños y ancianos para complicarnos aún más la vida». Los secesionistas buscaban una víctima de un colectivo vulnerable, pero la Policía no estaba dispuesta a darles esa baza.

En la Ronda Sant Pau, ante la Escola Pia Sant Antoni se vio que ni siquiera con esos refuerzos era factible la intervención en algunos lugares. La llegada de una veintena de furgonetas de las UIP fue «saludada» con lanzamientos de conos de tráfico, bolsas de basura y golpes a los vehículos, además de los insultos y vejaciones, «no violentos», según versión de la Generalitat. La retirada fue complicada y se hizo necesario disparar salvas de fogueo para contener a la masa. De nuevo hubo lloros, y una vez más los Mossos brillaron por su ausencia.

Insultos a la alcaldesa

Pasada la una de la tarde, en Hospitalet el objetivo era el Instituto Vilumara, adonde acudieron otra veintena de vehículos de los Antidisturbios, siempre acompañados por agentes de Información. Fue, de nuevo, una actuación rápida, contundente, cargada de tensión, medida y limpia, por más que hubiera algún contusionado.

La alcaldesa, Núria Marín , del PSC famosa por espetar a Puigdemont que dejase en paz a los alcaldes, acudió al instituto aún con la Policía actuando. De inmediato se vio rodeada de vecinos que la insultaron -«¡traidora!, ¡fascista!», fueron algunos de los epítetos que le dedicaron- y aprovechó la presencia de medios para criticar a la Policía y calificar de «impresentable» que se impida «por la fuerza» que la gente de «buena fe» se exprese...

Esta vez los Mossos no solo se pusieron de perfil, sino que además hicieron reproches a la Policía: «¡Apártate de aquí, no estorbes!», dijo, con hartazgo, uno de los agentes de la UIP a un policía autonómico. «Es lo mínimo: si no ayudan, que no molesten», dicen sus compañeros. «Un papel muy triste el suyo», añade un tercero.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación