Iglesias-Errejón: una relación construida crisis a crisis

Los dos representan las dos corrientes principales de Podemos, aunque el secretario general suele salir ganando tras el enfrentamiento

Madrid Actualizado: Guardar
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La historia de Pablo Iglesias se escribe junto a la de Íñigo Errejón cuando se trata de hablar de Podemos. Los dos, amigos y fundadores de la -actual- tercera fuerza política en el actual Parlamento representan a una parte de la izquierda: una más agresiva y otra más moderada, y sus planteamientos, a menudo, chocan. Ambos difieren de la forma que en la que deben llegar a más público, a captar más votos. Para los moderados errejonistas, el tono debe ser mucho más relajado y moderado. Para los de Iglesias, en cambio, su partido debe dar el máximo miedo posible para atraer a los que no se representan como poderosos. La suya es la historia de dos amigos inseparables pero enfrentados en la manera de hacer política.

Este martes se hacía evidente el enfrentamiento por el que pasan ambos bandos del partido cuando, desde Twitter, Errejón e Iglesias intercambiaron opiniones. El partido está inmerso en el proceso de primarias en Andalucía, Extremadura y Madrid. Por la capital se habla de «guerra civil». Tania Sánchez y Rita Maestre presentan una candidatura conjunta, más moderada que la de Ramón Espinar (el portavoz en el Senado), y que Iglesias anunció como «mejor que la propuesta de Maestre».

Crisis tras crisis

El enfrentamiento entre la corriente de Iglesias y la de Errejón viene de largo. El primer episodio público se vivía en marzo, cuando Emilio Delgado, secretario de organización del Consejo Autonómico de Podemos Madrid y diputado en la Asamblea de Madrid, dimitió de su cargo en el partido denunciando «la ausencia de dirección política» y la descoordinación del partido a nivel regional. Delgado formó parte de la lista «oficial», la apoyada por Iglesias en las primarias, la de Luis Alegre.

Pero la verdadera crisis vendría dos días más tarde, cuando dimitieron en bloque nueve consejeros ciudadanos del partido en Madrid, partidarios, en un principio, de las tesis más moderadas, las de Íñigo Errejón frente a las de Pablo Iglesias. En un escrito conjunto aseguraban que su dimisión se producía por «la deriva de los últimos meses» y negaban que tenga relación alguna con «supuestas divisiones ficticias» estatales.

Iglesias valoró entonces que estas dimisiones se produjeron «en el peor momento posible», poniendo «en bandeja» que se alimenten los rumores sobre el funcionamiento y organización del partido. «No debemos volver a cometer errores como este y deberán asumirse las responsabilidades», añadió. Lo que vino después ya es conocido: la destitución de Sergio Pascual como secretario de Organización. Una muestra de lo que Iglesias ya avisó por carta a sus afiliados: «En Podemos no hay ni deberá haber corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos». Al frente puso a Pablo Echenique y a Errejón le dolió este golpe de timón, pues se trataba de la destitución de uno de sus buenos amigos.

Pero la guerra que les hizo más daño tuvo lugar durante el debate fallido de investidura de Pedro Sánchez. El líder de Podemos descalificó al PSOE, un partido marcado por un pasado «manchado por cal viva», según sus propias palabras. La discusión marcó un antes y un después entre las dos facciones en las que se divide la dirección: los afines a Iglesias que querían romper con el PSOE y los de Errejón, proclives al entendimiento y a flexibilizar las posiciones, a los que se sumaba también una de las cofundadoras del partido, Carolina Bescansa.

Iglesias y Errejón se reunieron para zanjar polémicas. Juntos, dirían públicamente que no existe ninguna división y que todo es culpa del PSOE que quiere desestabilizar al que es su principal partido opositor.

La debacle del 26-J

Enfrentados también estuvieron sobre si Podemos debía acercarse o no a Izquierda Unida. La maniobra prometía aprovechar los «votos perdidos» que captan los de Alberto Garzón, pero este fue el único que salió ganando. Unidos Podemos, con su lema «la sonrisa de un país», perdió un millón de votos. Ahora Iglesias, el principal acusado de la alianza, aprovecha para devolver el golpe a Errejón cuando le dice que hay que dulcificar el mensaje. «En junio dejamos de seducir a 1 millón de personas», le recordaba públicamente.

Más tarde sería Iglesias quien defendiera el «debate abierto» de su partido. «Mientras otros se mandan recados subliminales, en Podemos estamos orgullosos de debatir con las puertas abiertas. Ser diferentes es eso», escribía en alusión directa al PSOE y la guerra silenciada que protagonizan sus barones.

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