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«Operación pinza» de De Guindos y De la Serna para frenar a Atlantia

Los mensajes subliminales funcionan. Y Gobiernos y empresarios, entre otros, lo saben

Madrid Actualizado: Guardar
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Los mensajes subliminales funcionan. Y Gobiernos y empresarios, entre otros, lo saben. La palabra en sí viene del griego y significa «debajo del límite», esto es, debajo de la percepción consciente. Así, se podría decir que los mensajes subliminales serían todos aquellos que no son percibidos por nuestra mente consciente, pero de alguna forma son captados por las capas más profundas de la misma, eso que los psicólogos llaman el «subconsciente». Y aunque la investigación en torno al pensamiento es ambigua y falta profundizar en ella, algunos estudios con «audios» subliminales –como el de Sid Kouder con Emmanuel Dupoux y el de Henley & Dixon– han demostrado que estos tienen «efectos positivos» en las personas que los escucha, variando en el grado de influencia según la persona.

Pues bien, en esas parecen estar en el seno del Ejecutivo español a cuenta de lanzar con cuenta gotas «mensajes» (¿subliminales?) relacionados con la postura y decisión a tomar respecto a la opa –oferta pública de adquisición– de la italiana Atlantia sobre la española Abertis. Porque oponer, no se pueden oponer frontal ni directamente. Y menos con mensajes contundentes. Se trata de una operación dentro de un espacio de libre comercio, de unión, y si la paraliza «sin razones claramente justificables», las autoridades europeas pondrían el grito en el cielo. ¿Caería alguna demanda? Bueno, mejor no mentar la bicha...

El caso es que una vez anunciada la oferta de la italiana sobre la española hace apenas 15 días, poco tardó el Gobierno de Mariano Rajoy en mandar su primer mensaje. Aunque, en este caso, poco subliminal a primera «oída». Fue en boca del ministro del ramo, al que le toca lidiar con, digamos, el problema, el de Fomento. Íñigo de la Serna se apresuró a recalcar que, respetando siempre la legislación, el Ejecutivo preservará los intereses del país con las consecuencias que pudiera tener dicha operación. Palabras que ha reiterado en alguna ocasión más, puntualizando que al Gobierno le corresponde la última palabra en varios ámbitos cruciales para que la opa se cierre con éxito.

Entre ellos, una que levanta especialmente ampollas, la que se refiere a la renovación de concesiones de autopistas de pronto vencimiento. Algo que, de hecho, se resolvía en el programa del PP en la época de Ana Pastor como titular de Fomento. A saber: la no renovación automática. Pues bien, estos días De la Serna ha avanzado ya que no está dispuesto a prorrogar el contrato de las concesiones de las autopistas de Abertis que vencen en los próximos años (como la AP-7 entre Tarragona y Alicante y Barcelona-La Junquera-Tarragona, que finalizan en 2019 y 2021; algo similar a lo que ocurre con la AP-4 Sevilla-Cádiz, que concluye en 2019, y la AP-2 Zaragoza-Mediterráneo, en 2021.

Abertis, que quería que esta situación se revirtiera, ha visto claramente una oportunidad en la opa de Atlantia para echar un pulso al Gobierno. Así, aprovecharía las negociaciones, ahora mismo prácticamente estancadas con Fomento, para tratar de que no le quite la explotación de las autopistas. De hecho, la primera reacción de su principal accionista ¬La Caixa, con el 22,25% de la compañía, era receptiva a la oferta.

Ahora, el Gobierno, en plenas conversaciones con Abertis sobre el asunto, se ha sentido, digamos, traicionado, y no le ha quedado más remedio que ejercer su derecho político para preservar la españolidad de la compañía. Si bien le va a costar, y veremos cuánto, justificar su futura acción ante la UE.

El «brainstorming» en el Gobierno estaba en marcha. Y quién mejor que el ministro de Economía, Luis de Guindos, el interlocutor con Europa por excelencia, para lanzar, ahora sí, el mensaje subliminal ¿disfrazado? de demanda-país y echando más que un cable a su homólogo de Fomento. Así, aprovechando el amplio auditorio que le otorgó esta semana el Círculo de Economía en Sitges desgranó algunas de las consecuencias que supone que el tejido empresarial español sea, de media, de unas dimensiones muy inferiores al del resto de Europa, relacionándolo, además, con continuar siendo hoy el motor económico del_Viejo Continente. De ahí la necesidad de apoyar a las empresas que son o podrían llegar a ser de mayor tamaño para competir y seguir tirando de la economía española e, incluso, fortalecerla más si cabe. Con vistas a aquella pretensión de antaño de llegar a ser miembro de pleno derecho de grandes grupos de países, como el G8. Avanzó, de hecho, que si las empresas tuvieran un tamaño similar a la media europea, el PIB daría «un salto» de 3,5 puntos porcentuales. E incluso, si éste fuera parecido al del Reino Unido, la economía crecería en 7,5 puntos.

En definitiva, España no actuaría «solo» preservando la españolidad de Abertis, ni pararía una operación «liberal» para no «regalársela a Italia» –como ocurrió con el caso de Endesa a Enel–, se tratarí amás bien de, como dijo De la Serna, asunto de interés general para España. La «pinza» está hecha.

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