Nadal, ayer, ante la Torre Eiffel con el trofeo de campeón
Nadal, ayer, ante la Torre Eiffel con el trofeo de campeón - AFP

Roland GarrosNadal: «Lo que me apetece ahora es perderme dos días en el mar»

Después de su décimo Roland Garros, el balear asegura que no se siente «más especial que ayer» y reclama un tiempo de desconexión para oxigenarse tras el enorme esfuerzo

París Actualizado: Guardar
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Navegando por el Sena, a las faldas de la Torre Eiffel, Rafael Nadal va regalando sonrisas a una marabunta de fotógrafos, encantados porque la imagen, ciertamente, es preciosa. Es un lunes maravilloso en París, y el campeón de 15 grandes cumple con una profesionalidad exquisita. Mordisco a la copa, mirada a un lado y a otro, un «¡guapísimooooo!» con acento francés que suelta un cámara como si de un modelo se tratara y tiempo para la reflexión. Aunque lleva horas atendiendo al personal, Nadal tiene muchas cosas que contar después del décimo mordisco en Roland Garros.

«Es increíble lo rápido que cambia el tiempo en esta ciudad, ¿eh?», comenta mientras se hace una fotografía con la prensa española. Benito Pérez-Barbadillo, el jefe de comunicación, convoca ahí a los medios desplazados que han seguido en vivo y en directo la hazaña, entre ellos ABC, y, con más locuacidad y paciencia de la esperada, el campeón relata este viaje tan bonito mezclando el justificado orgullo por la gesta y la modestia, real porque si algo le característica es no fardar del palmarés.

«No soy más especial que ayer o antes de ayer. No ha cambiado nada en mi vida, sigo siendo el mismo, sigo viviendo en el mismo pueblo y sigo yendo a los mismos sitios de siempre. Cuando llegue a casa, mi vida vuelve a ser normal», expone ante la catarata de elogios. Copa todas las portadas, no solo las de España, y tiene la capacidad de controlar el ego sin caer en la tentación humana de sentirse superior. No hay que olvidar que lleva diez títulos en París, que este mismo año llegó a esa cifra en Montecarlo y en Barcelona, que acumula 15 grandes en su carrera y que son ya 73 títulos, una bestialidad. Leyenda, héroe, extraterrestre... Al apellido Nadal siempre le acompaña un adjetivo, cada día más llamativo y rebuscado porque ha gastado casi todos. «Lo llevo con total normalidad», resuelve.

«No es algo que me preocupe, yo disfruto del día. Claro que agradezco todo el cariño que me da la gente. Todos los elogios son bienvenidos, igual que cuando puede haber críticas. Siempre las he aceptado, siempre que sean dentro del respeto que yo empleo con el resto de la gente. Creo que es parte de nuestro mundo, sé que mi carrera es algo especial, pero a los 31 años no me voy a creer una cosa diferente a lo que me creído durante toda mi vida. Al final, soy muy consciente de que todas estas cosas y todo esto que vivo es pasajero. Dentro de unos años no muy lejanos seré un ciudadano más. Mejor no subir mucho porque luego la caída será mayor. Siempre he intentado a estar al nivel del mar».

Será un ciudadano más, pero con una estatua en París.

Eso oí el otro día. ¿Será aquí en Roland Garros, no? No sé, no tengo ni idea. Ni me abruma ni lo contrario. No soy ni de grandes fiestas ni de grandes... No, no. Soy de hacer fiestas con mis amigos, sin ninguna duda. Pero no soy de grandes celebraciones ni de grandes dramas cuando las cosas van mal. Soy feliz viviendo tranquilo en Mallorca. Tengo la suerte de vivir en un lugar en donde me dejan hacer mi vida tranquilamente y tengo además muchas vías de escape. Me encanta el mar, me pierdo por el mar cuando voy a casa, me pierdo jugando a golf durante horas... Tengo una vida tranquila y eso me da la oportunidad de, cuando voy a los lugares rodeado de mucha gente, aceptar la situación mucho mejor.

Los pies en la tierra

Quizá por eso, por mantener los pies en la tierra, por no dejar nunca su Manacor, por viajar a todos sitios con su gente, por ser tan familiar, por continuar con los amigos de siempre, por seguir durmiendo casi siempre con la luz encendida porque le da miedo la oscuridad, por atender a todos con amabilidad y educación, por ganar de la forma que lo hace, Nadal sigue siendo Nadal, satisfecho porque jamás se ha rendido. «De lo que me siento feliz es de poder seguir haciendo lo que me gusta. Evidentemente, gracias a mucha gente que me ayuda en el día a día tengo la opción de seguir aquí. Cuando uno viene de momentos más difíciles, traducido en lesiones en mi caso ya que he pasado bastantes, cuando sabes lo que cuesta empezar de cero, cuando sientes dolores por todos lados, se necesita un esfuerzo muy grande en el trabajo diario, el esfuerzo es mucho más grande para volver a salir. De eso estoy contento, de haber mantenido la ilusión por hacer lo que hago e ir a entrenar cada día con la pasión necesaria».

Sucede, como es tradición cuando hay buenas noticias, que la gente se acostumbra a ello, que al mallorquín se le van a reclamar más portadas como las de ayer porque en lo que va de año ha hecho final en Australia, Acapulco y Miami y después, ya en la tierra, se ha abrazado a los trofeos de Montecarlo, Barcelona, Madrid y París. La pregunta sale sola.

¿Qué le diría a la gente que después de lograr todo esto cree que tiene que ganar Wimbledon y todo lo demás?

Creo que la gente, sobre todo la que sabe un poquito de deporte, es consciente de la dificultad que conlleva todo. Ganar todos estos años no ha sido tan sencillo. Es verdad que estos meses han sido muy positivos, he conseguido ganar mucho. También lo he hecho en mi superficie favorita, y mi objetivo ahora es volver a ser competitivo en hierba, al menos intentarlo. Y eso no significa ganar. Después, he de mantener la línea que tenía a principio de curso en pista dura, que hasta el final aún quedan muchos torneos importantes por los que luchar.

Cuando el zurdo se pone en ese plan, frenando el forofismo, lo hace pensando en lo que ha costado llegar hasta aquí. Desde 2014 que no lograba un Grand Slam, y la travesía ha tenido sus problemas.

¿Es, pues, más especial este Roland Garros por todos esos motivos? ¿Se ha hecho demasiado larga la espera?

La gente me ve como un ganador obsesivo, y no lo soy. Lo que se me ha hecho largo es que no he podido competir durante muchos meses de esos dos o tres años. En 2014, cuando todo iba bien, paré porque me rompí la muñeca derecha. Luego me operé de apendicitis. En 2015 sí que jugué el año completo, y mentalmente tuve más problemas. Y el año pasado, que me había vuelto a recuperar, me volví a parar seis meses más. Es muy difícil encadenar buen juego cuando uno tiene tantos parones seguidos. No quiero volver atrás, porque en 2013 también empecé tarde, en 2012 paré a mitad de temporada... Bueno, son muchos golpes que te vas llevando durante la carrera y es normal que eso te desestabilice, pero siempre he tenido la motivación por salir adelante.

Como en casa

Francia, que nadie lo dude a estas alturas, ama a Nadal, y buena muestra de ello es la cantidad de saludos que recibe desde los puentes que cuelgan sobre el Sena. «El cariño de toda la organización de la gente de Roland Garros siempre lo he sentido. Realmente, cuando estoy aquí conozco a todo el mundo, me siento como en casa. Sí que es verdad que el público al principio costó un poquito más, pero ya desde hace varios años siento el cariño. El público está en la pista, pero paseando por la calle noto que me quieren. Dicho esto, el homenaje que se me hizo ayer, el primer día en la pista en la que se mencionó mi currículum en la Suzanne Lenglen... Ese fue uno de los momentos más emocionantes del torneo. Ha sido mejor imposible si se junta todo».

Y ahora, ¿cómo está su cuerpo?

Llevo unos cuantos meses muy intenso. Soy el jugador que más partidos ha disputado durante esta temporada. Aunque aquí no hayan sido los partidos más duros de mi carrera, el aspecto emocional y de tensión también desgasta mucho. Es el momento de analizar bien las cosas, de hacer el calendario adecuado para intentar mantener la frescura mental y física. Intentaré hacer el mejor calendario posible para llegar a Wimbledon.

Pequeños parones

Ahí ya estará Roger Federer, a quien no imagina superando en Grand Slams y que ha renunciado a la tierra porque, a su edad, prefiere ir a tiro seguro. «Lo que ha hecho es arriesgado. Le puede salir muy bien en Wimbledon porque lleva una línea fantástica y está jugando a un nivel altísimo, pero no es fiesta cada semana. Cuando uno deja de jugar tres meses, no es tan fácil recuperar el ritmo de competición. Le irá bien porque tiene dos torneos antes de Wimbledon y tiene un talento muy elevado como para poder hacerlo, pero tiene su peligro. No veo que esa vaya a ser mi línea. No forzar la máquina durante tantas semanas seguidas quizá sí es apropiado, pero tener parones de este calibre no lo veo. Para mi cuerpo no es bueno», reconoce.

Se le ve bien, liberado, contento, muy Nadal.

¿Qué le apetece hacer?

Ahora mismo quiero llegar a Mallorca. Ver a la otra parte de la familia que no ha podido estar aquí. Mañana por la tarde (por hoy) tengo la graduación de los chicos de la academia y después me apetece perderme dos días en el mar, que es lo que hago siempre cuando vuelvo de una gira. Estar dos días en el mar me sirve para desconectar.

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