Muguruza, en semifinales de Wimbledon
Muguruza, en semifinales de Wimbledon - Reuters
Wimbledon

La curiosa vida en Londres de Muguruza

La española, en semifinales de Wimbledon, comparte casa con su equipo, va andando al club y es la encargada de hacer la cena

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Garbiñe Muguruza salta a lo canguro en la pista 1 del All England Club, descontrolada porque la gesta le lleva a otro siglo. Por primera vez en 18 años, habrá una española en las semifinales de Wimbledon y hay motivos de sobra para celebrar una hazaña memorable que confirma las previsiones de estos últimos cursos. Sí, hay tenista, y de las buenas, en ese tallo de 182 centímetros, una jugadora diferente a los productos de la escuela nacional y que en Londres llama a las puertas del cielo. El jueves luchará contra la polaca Agnieszka Radwanska, con la que iguala en el cara a cara (2-2), por un puesto en la final de un Grand Slam.

Pero antes de pensar en otra batalla, cabe resaltar las aptitudes de Muguruza durante esta semana de sofocante calor en Wimbledon.

Ha ido despachando a enemigas con buen cartel y ayer completó un genial encuentro ante Timea Bacsinszky (7-5 y 6-3), resuelto el compromiso sin apenas manchas. La española, coqueta y presumida con su vestido de Stella McCartney, y encantada con los focos, negocia el escenario con soltura pese a ser la primera sorprendida en llegar a la penúltima ronda de este grande que, en color, únicamente ha ganado Conchita Martínez.

«Me ha sorprendido pasar la barrera de los cuartos en Wimbledon. Es un torneo en el que no tenía tanta confianza como en tierra batida o en pista rápida», admite. Sin saber cómo, desde su equipo explican que algo ha cambiado en la cabeza de esta joven de 21 años, que deja de ser promesa para convertirse en realidad. «Seguramente me fije en todo eso cuando acabe el torneo, pero ahora mismo no lo hago, para evitar cosas que no suman».

Ahí hay trabajo de diván, horas de charla para moldear a una jugadora que ha mantenido una trayectoria algo irregular en este curso, pero que se crece en las ocasiones importantes. En Roland Garros igualó los cuartos de final de 2014 y ahora salta la barrera, cada día más cerca, junto con Carla Suárez, de enterrar los fantasmas de Conchita y Arantxa. Crecieron con esa carga y España ya puede presumir de tener competidoras de nivel. Por fin.

Muguruza, después de la alegría, fue ayer a cenar al Cambio de Tercio, santuario de los españoles y lugar de encuentro en estos días de torneo. Era la primera vez desde que empezó Wimbledon que salió a cenar fuera, pues durante las jornadas anteriores se quedaban en la casa que tienen alquilada cerca del All England Tennis Club. De hecho, ella y su equipo van paseando a las pistas de entrenamiento, no más de siete minutos de paseo en el que hablan de todo. «Está creciendo mucho», dicen desde su entorno, que aplaude este giro hacia la madurez.

Tiene mucho que ver Alejo Mancisidor, el entrenador que la pule y la asesora. Él es quien dosifica la euforia que invade al grupo, que se completa con Ignasi de la Rosa (fisioterapeuta personal) y Cecilia Casla (encargada de comunicación). Los cuatro, que viven estos días bajo el mismo techo, matan el tiempo cuando no hay tenis de por medio con juegos de palabras y películas. A Muguruza, además, le encanta experimentar en los fogones -es muy golosa- y ha probado con un flan, una tarta de chocolate, una crema de champiñones y una tortilla de patatas. Ella hace la cena.

El cuadro le lleva ahora a la penúltima estación, donde la espera una jugadora pequeña como Radwanska, pero con un talento brutal. Por el otro lado, dos bestias como Serena Williams y Sharapova, pero ya habrá tiempo para pensar en eso si se gana mañana. «No tengo vértigo», proclama. Su sonrisa delata la felicidad de una melómana empedernida que ya no teme a la hierba. «Tiene un juego perfecto para esta superficie, creo en ella», apunta Conchita. Lo dice alguien que ganó en 1994.

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