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Premier

Guardiola adormece la Premier

Con la llegada del técnico español se ha batido el récord de partidos con más de un 70% de posesión para un equipo

Guardiola, en el Liverpool-Manchester City de este domingo Reuters
Alejandro Díaz-Agero

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Pep Guardiola llegó a Inglaterra para liderar la modernización del inconfundible fútbol que allí es norma. Para ello, los petrodólares de los gerifaltes que comandan el Manchester City le brindaron la posibilidad de construir un equipo a su justa medida, mediatizado hasta el extremo el caso tras dejarse 150 millones en tres laterales . De la alquimia entre el técnico y sus estrellas brota un equipo tiránico que aspira a marcar una época. A su sombra, Manchester United, Liverpool y Chelsea suman números que, a estas alturas, los auparían hasta el liderato en la Premier League de hace sólo dos años.

Consumada la evolución en el Etihad, los de Guardiola ejercen de locomotora en una transición a la que ya se han enganchado los vagones del top-6 de Inglaterra. Además de los ya citados, el Tottenham ya tutea a la élite de la Champions y el Arsenal espera a que Wenger abdique para dar el último paso en su metamorfosis. El reparto de derechos televisivos que infla el saco de la liga hace tiempo que posibilita que sus equipos aspiren cualquier jugador que brille, y la asunción de que el último paso consistía en actualizarse en los banquillos ha terminado por hacer estallar la burbuja.

El peso del empate

Ocurre que la liga la componen 20 equipos, con 14 de ellos compitiendo en una inferioridad manifiesta que, lejos de aliviarse, tiende a crecer. Para mantener viva la esperanza de puntuar, la masa media de la Premier viene optando por una propuesta radicalmente dispositiva que fía sus opciones de éxtasis a que su delantero cante bingo en algún pelotazo mal medido por la zaga opuesta. Contadas excepciones como el Southampton , que en Navidad buscó las cosquillas al Tottenham escondiéndole la pelota, terminan en goleadas (5-2). Lo habitual terminan siendo planteamientos como el que Benítez orquestó a los mandos del Newcastle cuando recibió al City, cerrojazos sin miramientos que devienen en que en 23 jornadas un equipo haya acumulado más del 70 por ciento de la posesión en 38 partidos. Entre la temporada 03-04 y la 05-06, cuando Opta comenzó a recabar este parámetro, ocurrió en 3 encuentros. El «valle misterioso», en palabras del analista Jonathan Wilson, es el destino hacia el que se dirige esta Premier de clases.

Es el nuevo sino de la competición más alumbrada del planeta, glorificada por su cariz eminentemente competitivo que con las reglas actuales está llamado a palidecer. Podría trazarse un símil con lo que está ocurriendo en la NBA, donde dos franquicias, Cavaliers y Warriors, se reservan desde la última subida del margen salarial el derecho a brindar una lucha entre iguales por el título. La salvedad en la comparativa reside en que el baloncesto no se contempla el empate, el objetivo nuclear de este nuevo fútbol inglés que está transformando su juego .

Contra ello pontificó hace unos días Jamie Carragher en «The Telegraph», airado al ver cómo los clubes más pequeños se dejan ir en un torneo tan valorado por el hincha anglosajón como la FA Cup para guardar fuerzas de cara a luchar por la salvación. «Pregunta a cualquier aficionado del Wigan –el campeón de la copa en 2013, uno de los tres equipos distintos a City, United, Arsenal, Liverpool y Chelsea que la ha ganado desde 1991– si cambiaría su victoria en Wembley por cinco años más de sufrimiento en la primera división», apuntaba irónicamente el que fuera defensa del Liverpool.

Bien es cierto que esta transformación viene de antes. Al término de la temporada pasada ya se registraron 36 choques en los el 70 por ciento de la posesión la acaparó uno de los contendientes. Pero los números y los hechos alumbran una vuelta de tuerca que pueda terminar por asfixiar la esencia de un fútbol tan añejo como vistoso. Que equipos como el Crystal Palace, el Everton o el West Brom opten por técnicos de principios arcaicos y entregados a un fútbol de urgencias como Hodgson, Allardyce o Pardew no es sino la constatación de que el «valle misterioso» está cerca de dejar de serlo.

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