Final Liga EndesaEl triunfo de la fe infinita

El Valencia se ha levantado de dos fracasos para terminar ganando su primera liga con un Dubljevic imperial que ha cumplido su promesa

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En la rueda de prensa posterior a la final de Copa, Bojan Dubljevic apenas respondió con monosílabos. El enfado y la decepción del pívot eran evidentes. Había tocado la gloria con los dedos y se le había escapado. Ese día decidió que no se iría del Valencia hasta ganar un título y que no ficharía por el Real Madrid o el Barcelona. Que no miraría a la NBA si no era tras una alegría con el club que le abrió las puertas del gran baloncesto europeo hace ahora cinco temporadas. Pues bien, casi cuatro meses después, el montenegrino es libre para elegir su futuro porque ha cumplido el sueño y lo ha hecho siendo pieza fundamental del equipo.

Cuando llegó a Valencia, Dubljevic era una promesa que apuntaba alto, pero con evidentes carencias técnicas.

El club le recibió con los brazos abiertos y le cuidó con mimo, algo que Bojan no olvida. Atrás quedaron los años de carencia durante la Guerra de los Balcanes y los problemas políticos que vinieron después. Lejos de su Montenegro natal, Dubljevic aprendió a valorar más aquellos años de penuria, que le han servido de motor para mejorar año a año. A pesar de ser un pívot rocoso y con dificultades de movilidad, ha sabido ir aumentando su rango de tiro hasta llegar al perímetro. Su puntería con los dardos -deporte que practica con éxito- dice que le ha ayudado con el lanzamiento de larga distancia. Peligro de cerca y de lejos. Un jugador total que el Real Madrid no ha podido frenar.

Su idea, según reconocía hace unos días su agente, es quedarse en Valencia, aunque eso era antes de la exhibición que ha dado en el final de liga. Los tentáculos de la NBA se ciernen sobre él y, aunque su ilusión es disputar la Euroliga de naranja, la oferta que le puede llegar a la liga americana podría triplicar la que el Valencia le ha puesto sobre la mesa.

En el club, Dubljevic ha aprendido a creer en el éxito sin importar el fracaso. En sus cinco años de decepciones nunca dejó de pensar que podían acabar levantando un título, aunque ha sido esta última temporada la que ha reforzado más esa fe infinita. A la derrota en la final de Copa ante el Real Madrid, el Valencia sumó otra más en la final de la Eurocup contra el Unicaja. Un título con doble premio, ya que daba acceso directo a la Euroliga. El éxito malagueño en la Fuente de San Luis fue un cuchillo en el corazón de Dubljevic, que sirvió para impulsar aún más sus ansias de victoria. El pívot se rodeó de sus compañeros para superar la depresión y volver a mirar al futuro sin lastres y sin presión añadida. Así superaron al Barcelona en cuartos y al Baskonia en semifinales. Avisos serios que anticipaban una final igualada ante el gran dominador de la canasta nacional. Serie que finalmente ha caído del lado valenciano, dejando allí el primer título liguero de su historia y rompiendo una racha de siete años en los que Real Madrid y Barcelona se habían repartido todas las Copas y las Ligas.

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