Sebastián Castella, en el momento del percance
Sebastián Castella, en el momento del percance - LUIS FELIPE HERNÁNDEZ

Lección de torería y hombría de Sebastián Castella en La México

Herido con su primer toro en el pene y el escroto, regaló un sobrero y cortó dos orejas

México D.F. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Anoche Sebastián Castella dejó claro que cuando un torero respeta su profesión y los escenarios donde la ejerce gana un sitio de reconocimiento verdadero del público.

La figura francesa dio una muestra de ello al regresar de la enfermería, con dos heridas en los genitales, a matar a su segundo, pero más que eso, a regalar un toro hecho y derecho.

Cuando algunos buscan el «toro bonito» y más si es de regalo, Castella les demostró que cuando se quiere respetar, se puede.

Por ello es que a pesar de que su faena no fue limpia porque el astado embestía descompuesto y Castella insistía en pegarle los muletazos, el público decidió que le premiaran con dos orejas y se le entregó como se hace con un torero que, honesto, pundonoroso, herido y maltrecho salió a darle un brillo que la noche del Aniversario 70 de la Plaza México no había tenido.

La cornada que sufrió el diestro galo, que mantiene esa inercia tras el mejor año de su carrera y su consolidación como una figura del toreo mundial, se la pegaron porque porfió con un astado que ya le había avisado que lo podía herir.

Sebastián, que no se arredra, se puso donde las cornadas son inevitables, truncando una faena que iba poco a poco tomando altura con muletazos de mucha firmeza.

Con una herida de ocho centímetros en el escroto y otra de seis en el pene, se quedó en el ruedo hasta terminar con su faena.

Así se fue a la enfermería y al galo lo cosieron a valor mexicano, sin anestesia, pero sí con la convicción de salir a matar a su segundo, que no le dio opciones.

Y herido, golpeado y todo, decidió regalar a ese toro serio, con el que dio muestra de que no buscaba ninguna ventaja, al contrario.

Y a ese le hizo la emotiva faena y consiguió un triunfo más que merecido con un astado que por su presencia, por la capa melocotona y su movilidad aunque sin clase, el público quiso que se le premiara con la vuelta al ruedo.

Otra muestra más del pundonor de Castella fue no haber buscado el indulto. El ambiente era propicio, pero él, más que nadie, sabía que ese toro debía terminar en el ruedo.

Lo sacaron con cuidado en hombros, no como tradicionalmente con la cabeza del costalero entre las piernas del torero, por obvias razones. Los que le echó Castella a su actuación estaban lastimados.

Sin cortar orejas no desmerecieron las actuaciones de sus alternantes. Ignacio Garibay echó mano de sus recursos técnicos, madurez y mucha clase para lucir con dos astados que no eran para ello. A su segundo lo pinchó y perdió la oreja.

Con mucha actitud, pero sin toros propicios, anduvo Arturo Saldívar.

La gente que cubrió casi 30 mil localidades de la plaza salió convencida de que los 70 años se festejaron sin toros, pero sí con toreros y uno de ellos, muy honesto. Se lidiaron toros de Manolo Martínez, La Estancia y La Joya.

Ver los comentarios