Sebastián Castella firmó estupendos muletazos con el bravo segundo, bautizado como «Hebrea»
Sebastián Castella firmó estupendos muletazos con el bravo segundo, bautizado como «Hebrea» - Paloma Aguilar

Oreja a Castella con encastados jandillas en San Isidro

El segundo toro, «Hebreo», es premiado con la vuelta al ruedo en el adiós a Madrid de Paquirri

MADRID Actualizado: Guardar
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Volvemos a la Plaza, todos, paladeando la gran faena de Ginés Marín. Hay varios hechos indiscutibles: puso al público en pie. No suscitó la menor discrepancia. Tuvo la medida justa: «pronto y en la mano», decía Antoñete. No utilizó ningún recurso que esté fuera del clasicismo. Volví a ver la faena por la noche, en la tele: todavía me pareció mejor. Guardaremos en la memoria un cambio de mano que se prolonga en un larguísimo natural... Sólo ha sorprendido Ginés Marín a los que no lo habían visto. Desde que debutó, posee cualidades de primera figura: sobre todo, la facilidad, unida a una natural estética, sin amaneramientos. ¿A dónde llegará? De él depende.

Los toros de Jandilla dan un juego muy notable: premiado con la vuelta al ruedo el segundo, también son buenos el tercero y el sexto.

Exigen pero propician el triunfo de Castella y la buena labor de las cuadrillas, con saludos de picadores y banderilleros. Cuando hay toros de verdad, todo cobra seriedad e importancia.

Se ha despedido de Las Ventas Francisco Rivera «Paquirri». No es el momento de exigencias. En el primero, el trasteo es aseado. En el cuarto, un mansito manejable, hace el esfuerzo de poner banderillas y realiza un trasteo correcto, con oficio. En México, le hubieran cantado una preciosa canción: «¿A dónde irá, / veloz y fatigada, / la golondrina / que de aquí se va?...» Deseo que culmine con bien su temporada y que disfrute de su nueva vida.

El tercero acude bien al caballo, se luce Tito Sandoval. Galopa con alegría, repite. López Simón alterna los buenos muletazos con los enganchados. Se cubre con una buena estocada pero era un toro para un triunfo grande. Al último, más exigente, lo pica bien Ángel Rivas. El toro va a más. ¿Logrará Alberto imponer su dominio? No del todo. Y mata mal.

Castella es el mejor librado. El segundo es un gran toro, que acude de largo al caballo. Saluda Chacón. En la muleta, saca gran nobleza, repite, parece una máquina de embestir. Después de los cambiados, Sebastián da distancia, conduce las encastadas embestidas, liga los muletazos con emoción: un gran toro y un buen torero. Media estocada y una hermosa muerte de toro bravo, como las que canta Miguel Hernández: «El toro sabe al fin de la corrida / en que prueba su chorro repentino / que el sabor de la muerte es el de un vino / que el equilibrio impide de la vida». Justa vuelta al ruedo al toro y merecido trofeo (como Pedro a Malco, ha cortado la oreja a un «Hebreo»). Devuelto el quinto por flojo, el sobrero de Salvador Domecq saca genio. Saluda Viotti. Intenta el diestro redondear el éxito pero se lo impiden los arreones del toro: una faena intensa, de mérito, pero desigual.

Sin triunfo grande, hemos visto toros bravos, encastados; unos, más nobles; otros, exigentes. Los aficionados salen contentos: primera vuelta al ruedo a un toro, en este San Isidro. ¡Que siga esta buena racha!

Postdata. Después de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la Tauromaquia, no es fácil (pero tampoco imposible) que una Comunidad Autónoma decida prohibir las corridas de toros. Sí es muy probable que alguna de ellas reivindique sus competencias para regular el espectáculo. (Eso hubiera sucedido, sin duda, en Cataluña, si no lo hubiera hecho innecesario la cobardía del empresario). Pueden prohibir, por ejemplo, las varas, las banderillas y la suerte de matar: eso supondría desnaturalizar por completo la Fiesta. ¿Son conscientes los aficionados y profesionales de este riesgo? ¿Están preparados para combatirlo, cuando se produzca, la Fundación del Toro de Lidia y el Ministerio de Cultura?

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