Un insaciable Juli indulta a «Fanfarria» en Valladolid

Cuaja una grandiosa faena al toro de Daniel Ruiz y sale a hombros con Román

El Juli, en una soberbia obra, sale de la cara del toro al que perdonó la vida Heras

ROSARIO PÉREZ

Sonreía El Juli mientras se adueñaba de cada embestida del cuarto toro de Daniel Ruiz, con el que formó un auténtico lío hasta lograr el perdón de su vida. «Fanfarria» se llamaba el ejemplar, al que solo una máxima figura como Julián López podría indultar. Insaciable, se embriagó de toreo, abandonado a izquierdas desde el inicio, con cambios de mano de aquí a la eternidad. Tenía calidad y fondo este «Fanfarria» y repetía con humillación y nobleza, pero El Juli lo hizo aún mejor. Otra nueva cumbre julista, otra revolución. Y van... Cuando ya había intercalado frondosas series por ambos pitones, una a derechas enorme y fabulosa desató el delirio colectivo. El toro, imantado a la científica y sentida muleta, se comía las telas, que barrían la arena con temple y aplomo. Superior el maestro , con una muñeca privilegiada como brújula y guía de cada viaje y pases de pecho de pitón a rabo. El torero epílogo, con un cambio de mano extralargo y varios de la firma, puso la plaza -con la mejor entrada de la feria - al rojo vivo.

Comenzaron entonces las primeras voces que pedían el indulto. El ganadero contemplaba entusiasmado desde el callejón la obra julista y su mágico poder para que «Fanfarria», herrado con el número 65 y de 492 kilos, regresara al campo bravo . Sonó un aviso y el madrileño se perfiló para entrar a matar; la plaza, en pie, gritaba que no lo hiciera. Y, tras otra personal ronda, asomó el pañuelo naranja. El artista, en plenitud, compartió la apoteósica vuelta al ruedo con el mayoral de la divisa.

Con la plaza aún extasiada, Román se marchó a portagayola en el quinto, al que cortó una oreja en una entregada labor que brindó a El Juli. Otra de ley se ganó en el segundo, con el que el valenciano se mostró dispuestísimo con capote y muleta en una vibrante, fresca y sincera actuación. Antes, el director de lidia había protagonizado una estupenda faena, de disfrute, pero el bajonazo se llevó el premio.

Espoleado por el triunfo de sus compañeros, Roca Rey no quería irse de vacío y se la jugó con el deslucido sexto, con su guasa. Sin suerte con su lote, tampoco le ayudó el tercero, al que planteó una técnica y extensa faena vivida con frialdad hasta las luquinas finales. La puerta grande esperaba a un pletórico Juli y un ilusionante Román.

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