Miguel Ángel Perera
Miguel Ángel Perera - Rober Solsona

Benévola puerta grande a Perera en la Feria de Fallas

En tarde de faenas interminables, Román corta una oreja a una manejable corrida de Victoriano del Río

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Gran entrada; los toros de Victoriano del Río tienen movilidad; Perera sale generosamente a hombros; Román también corta una oreja: parece una tarde feliz. Pero pesan mucho los cuatro avisos (uno, en cada uno de sus toros, Castella y Perera) y nos abruman las faenas larguísimas.

El tópico actual dice que el aviso es sólo un anuncio, no un castigo. No es cierto. ¿Cuántas veces habrá que repetir que el sentido de la medida es básico, en cualquier espectáculo? En una obra de teatro, en un concierto, en una conferencia… y, por supuesto, en una corrida de toros. Si Michael Ende triunfó con «la historia interminable», en el toreo actual nos aburren, muchas tardes, con «la faena interminable»: ¡qué error! ¿Se darán cuenta alguna vez ciertos matadores de que estos larguísimos trasteos acaban cansando hasta a un público tan santo como el valenciano?

Los toros de Victoriano del Río tienen cierta casta y, en conjunto, resultan manejables.

Inicia su temporada española Castella como si quisiera batir un récord en el número de muletazos y también en la rapidez. No es fácil recordar ninguno: la cantidad vence por goleada a la calidad. Cañabate hubiera escrito que salimos agotados porque nos han molido a muletazos; Borges, con más malicia, hubiera alabado su afanoso empeño. No ha sido, ciertamente, la mejor tarde del diestro francés.

Distancia y mando

En el segundo, saluda Javier Ambel. El toro va largo pero muy pronto se raja a tablas. Insiste con tenacidad Perera sin alcanzar brillo. El cuarto se llama «Dulce», embiste así y no le amarga a Miguel Ángel. (Como tantas tardes, saluda Curro Javier, después de un gran par de banderillas). El diestro da distancia y muestra su mando con un toro muy manejable; cuando se apaga, logra circulares lentos que gustan mucho. Escucha el aviso antes de entrar a matar. Mete el brazo con decisión, la gente pide trofeos y el presidente, con clara benevolencia, concede dos.

Román es el último fruto notable de la Escuela de Tauromaquia de Valencia, que tan bien ha dirigido Manolo Carrión. Después de altibajos y vacilaciones, parece haber encontrado el camino de la decisión. En el tercero, traga mucho en banderillas El Sirio (la universalidad de la Fiesta). El toro tiene picante, transmite emoción. El joven valenciano cita de rodillas y, al cuarto muletazo, sufre una fuerte voltereta, que pudo ser cornada. Sigue toreando con mucha entrega, buenas maneras y cierta atractiva ingenuidad. Cuando la res se atempera, logra pases más suaves. En su afán por el triunfo, atropella la razón en una arrucina imposible: vuelve a librarse de la cogida. Aunque la estocada cae baja, con derrame, el entusiasmo popular le otorga la oreja. Intenta redondear el éxito en el último, en el que saludan Raúl Martí y El Sirio, pero, después de unos derechazos aceptables, el toro se para por completo. Viéndole, he recordado el pasodoble de «El gato montés», del valenciano maestro Penella: «Sí, torero quiero ser». Está bien, pero, además de ganas y valor, hay que tener cabeza para no sufrir demasiados percances .

El oficio y la técnica son necesarios pero no conviene –lo repetía el maestro Cañabate– que los toreros parezcan oficinistas.

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Sexto toro

Sale el último de la tarde, de 553 kilos, Jungla de nombre, tostado chorreado. Muy deseoso, Román persigue la oreja que le abra la puerta grande, pero el toro se apaga muy rápido e imposibilita el éxito. Mata de pinchazo hondo caído y con travesía y descabello. Palmas de despedida.

Quinto toro

Ya está en el ruedo el quinto, Dulce, negro burraco, de 550 kilos. Perera mece con suavidad el capote. Saluda Curro Javier. Es un toro distraído, que se deja mucho. Faena técnica y mandona de Perera, con un final muy despacioso con el toro embistiendo más lento. Estocada. Aviso. Dos orejas, la segunda con protestas, muy generosa.

Cuarto toro

Sale el cuarto, Vampirito, negro burraco, de 536 kilos. Firmeza de Sebastián Castella en el comienzo de faena con un toro rebrincado y que se mueve, con el que alarga demasiado. Estocada trasera y caída. Aviso. Leve petición y palmas.

Tercer toro

Sale el tercero, Amante de nombre, negro mulato, de 522 kilos, herrado con el número 100. Clava el pitón en las tablas con ímpetu. Turno del joven Román, que brinda al público. Comienza con la rodilla en tierra y echa las dos, poniéndose a torear de verdad con un toro con picante. Por el izquierdo lo prende de espantosa manera, a la altura del bajo vientre y le hace un boquete en la taleguilla. Frescura y buenos pasajes en su faena, con series con emoción, con enorme disposición y entrega. En la arrucina al hilo de las tablas no se lo lleva por delante de milagro, algo atropellado ya. Alarga con unas manoletinas hasta enterrar la espada, caída y con derrame. Oreja con petición de la segunda.

Segundo toro

Ya está el segundo en el ruedo, Jilguero, un cinqueño tostado, de 523 kilos. Turno de Miguel Ángel Perera, que busca lucirse a la verónica. Román arriesga en el quite. Saluda Ambel en banderillas. El extremeño comienza con el pase del péndulo en el platillo y la emoción trepa en el tendido. Templa con mando a derechas y traza circulares invertidos hasta que se raja totalmente a tablas. Estocada trasera y tres decabellos. Aviso. Silencio.

Primer toro

Sale el primero, Aturdido, de 543 kilos, castaño. No para de embestir desde la salida y resulta pegajosete en la muleta. Castella, que había quitado por chicuelinas, se dobla con el toro en el vibrante inicio de faena, que resulta con más cantidad que calidad. Pinchazo y estocada corta. Aviso. Silencio. Y aplausos para el toro en el arrastre.

Paseíllo

Con más de tres cuartos de entrada, hacen el paseíllo Castella, de rosa y oro; Perera, de verde botella y oro; y Román, de berenjena y oro.

Cartel

¡Buenas tardes! Bienvenidos a la sexta corrida de la Feria de Fallas. Cartel muy interesante, con Sebastián Castella, Miguel Ángel Perera y Román frente a toros de Victoriano del Río.

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