La cornada que acabó con la vida de Litri: «¡Me muero, me muero!»

El 18 de febrero de 1926 Manuel Báez fallecía tras sufrir un tremendo percance en la plaza de toros de Málaga

MADRID Actualizado: Guardar
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A primera hora de la mañana del 18 de febrero de 1926, Manuel Báez «Litri II» expiraba. Una semana antes, sufría una dramática cornada en la plaza de toros de Málaga, con los Reyes presentes. Ocurrió en el segundo toro, al que había saludado por verónicas y ejecutado un valiente quite. La tragedia llegaría durante la faena de muleta: «Litri, al dar el primer pase, es alcanzado, corneado en el muslo derecho y volteado. El bicho cornea nuevamente en el suelo al diestro, que es trasladado conmocionado a la enfermería, viéndose sangrar por el muslo», contaba ABC el 12 de febrero.

Aquella tarde, en la que no faltaron los marinos franceses, ni el desfile de una sección de Caballería de Regulares, Litri compartía cartel con Marcial Lalanda y Zurito.

El toro del fatal percance, de la ganadería de Guadalest, se llamaba «Extremeño», berrendo en negro.

El estremecedor parte médico se hizo público a las dos de la madrugada:«Herida de unos diez centímetros en el triángulo de Scarpa derecho, en dirección hacia el arco cruzal, con gran hemorragia venosa. Previa dilatación de la herida con anestesia, se descubren grandes destrozos musculares y desgarradura con la vena femoral. Muy grave».

«¡Me muero, me muero!», exclamó Litri cuando vio que le habían amputado la pierna derecha

Se presentía lo peor, aunque el doctor Lazarraga confiaba en una recuperación... Todo se complicó. El día 17 tuvieron que amputarle la pierna para salvarle la vida en un quirófano en el que estaban los doctores Lazarraga, Macdonal y Gálvez, dos ayudantes y dos enfermeras alemanas. El despertar de Litri fue durísimo al verse sin la pierna: «¡Me muero, me muero!», exclamó con un hilo de voz.

Cuando tranquilizó, durante la madrugada, pidió un libro y leyó un buen rato, lo que se consideró buen síntoma, pero a las siete de la mañana entró en periodo agónico. Lloraba su cuadrilla, rezaba su padre... Y en el enfermó quiso confesarse. «Después pidió ver de nuevo a su padre, a los muchachos de su cuadrilla y a los amígos íntimos que le velaban. Accedióse a ello, y se desarrolló una escena conmovedora. Lloraban todos, menos el enfermo, que no perdió su entereza», relata ABC.

Aquella temporada de 1926, hace 91 años, Litri II había firmado ochenta paseíllos. Los titulares de la gloria pasaron a ser los de la sangre derramada y la muerte. Circularon telegramas, al Rey y Primo de Rivera. «Hoy dejó de existir mi querido hijo», escribía el padre.

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