El tenor peruano Juan Diego Flórez, durante el concierto que ofreció anoche en el Teatro Real acompañado por la Orquestea Titular del Teatro Real, bajo la dirección de Christopher Franklin
El tenor peruano Juan Diego Flórez, durante el concierto que ofreció anoche en el Teatro Real acompañado por la Orquestea Titular del Teatro Real, bajo la dirección de Christopher Franklin - EFE
LAS VOCES DEL REAL

Juan Diego Flórez: La reacción operante

Éxito clamoroso del tenor peruano en el recital que ofreció en el Teatro Real

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En la sicología del espectador que es aficionado al canto y admirador de Juan Diego Flórez sólo hay sitio para el éxito, como bien se reafirmó el martes, en el Teatro Real, con motivo del recital incluido en el ciclo de voces «imprescindibles». La del tenor peruano es una de ellas porque continúa sin apenas rival ante un repertorio que defiende con inquietante facilidad y fingida desenvoltura. Resulta extraño observarlo desde poco más de tres metros de distancia, sentado en una localidad de especial mala acústica pero capaz de convertir los detalles en un preciso retrato hiperrealista. A partir de ahí, es lógico que la entereza artística del director Christopher Franklin, en una tarde de escaso vuelo orquestal, se tornara tan torpe ante el «Intermezzo» de «Cavalleria», pesada tratándose de la obertura de «Il matrimonio segreto» y ruda para la de «El rapto» mozartiano. La Orquesta Titular del Teatro Real admite otra disposición de ánimo.

Juan Diego Flórez (****)Obras de Cimarosa, Mozart, Rossini, Leoncavallo, Mascagni, Puccini y Verdi. Con: Juan Diego Flórez, Orquesta Titular del Teatro Real. Director: Christopher Franklin. Lugar: Teatro Real, Madrid

Pero el de Juan Diego Flórez es tan sensata y brillantemente marmóreo que apenas deja resquicio. Argumentalmente, y en Madrid, se ha hecho habitual el uso del inhalador con el que salva la sequedad del aire refrescando la garganta mientras relaja el ambiente con algún comentario simpático; las ya inevitables propinas, guitarra en mano, que le dan al espectáculo una perspectiva más sentimental; y el inevitable fin de fiesta con alguna pieza de circunstancias como «Granada» o la brillante e imprescindible «Ah! mes amis». Porque es ahí donde la curiosidad se rinde ante lo apabullante a pesar de que antes se escuchó la casi inviable «Vado incontro al fato estremo» de «Mitridate» con una desenvolturatura insolente o, mejor aún, el «Ah, come mai non senti» del «Otello» rossiniano con tan limpia exactitud en el agudo que, por fin, arrancó los primeros bravos de la noche.

Puestos a elegir, queda «Firenze è come un’albero fiorito» de «Gianni Schicchi» ingresando en un repertorio de más peso que hoy, Flórez, defiende con similar desparpajo y, muy interesante veracidad. Hay más: la «cabaletta» «O mio rimorso» de «La traviata». Y algo menos: «Che gelida manina» de«La bohème». Aunque solo sea porque algo de cerebral tiene lo ejecutado de forma extrañamente magistral.

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