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Entrevista musical con Alejandro Pelayo, de Marlango

El músico acaba de publicar «La herida invisible», un disco en solitario con piezas compuestas por él e interpretadas a piano solo. Así es como contesta también a nuestras preguntas: con el instrumento y pocas palabras

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Alejandro Pelayo y Leonor Watling son los dos miembros de Marlango que continúan con el proyecto que en 2004 sorprendió a todos con una sofisticada propuesta que ha caminado por los vericuetos del jazz, el pop, la electrónica y el soul. El primero se encarga de los teclados y la composición, y la segunda de las letras y la voz.

Recientemente, Alejandro, de formación clásica, regresó al sello discográfico que lanzó su debut en Marlango, Subterfuge, para publicar su primer disco en solitario, «La herida invisible», interpretado a piano solo. Este álbum tiene una curiosa historia detrás, la que nos habla de la muy especial relación del músico con el instrumento con el que grabó las canciones. Para completar esta entrevista musical, el propio protagonista nos lo cuenta:

«Grabamos el primer disco de Marlango en 2002 o 2003, y estuvimos ensayando con los músicos una semana, y luego nos dieron cuatro noches en Track, un estudio que estaba en Bravo Murillo que ya cerró. Y ahí había un piano»

«Yo había tenido algunas experiencias en estudios de grabación, antes, pero siempre había sido bastante complicado para mí enfrentarme a un piano con micrófonos, con una sensación de examen mucho peor que la de los exámenes en un conservatorio con un jurado, porque parece que el tiempo cuesta mucho dinero, tienes una sensación de responsabilidad que nunca había tenido antes de grabar así profesionalmente».

«Pero con ese piano se estableció una sensación muy cómplice. Bueno, no sé si porque estaba especialmente nervioso, o ilusionado, o especialmente algo, pero cuando pasaron las cuatro noches, lo que más lamenté, por encima de la euforia de que habíamos grabado el disco, es que se había acabado esa rutina de ir a las siete de la tarde y hasta las siete u ocho de la mañana para estar sentado en el piano».

«El primer disco de Marlango salió y rápidamente nos vimos envueltos en una rutina muy distinta, porque empezamos a tocar de manera compulsiva ese primera año. Hicimos en medio año más de cien conciertos, pero me quedó en la cabeza la idea de volver allí y recuperar esa sensación de haber estado muy cómodo. Entonces al me dijo que estaban desmantelando los estudios, y el piano desapareció».

«Tengo un amigo, Juan de Dios Martín, que es productor, técnico y músico, que ahora traba en Los Ángeles, con el que intenté averiguar dónde podía estar ese piano, preguntando en cada estudio donde íbamos a grabar cosas de publicidad, o teatro o cine, o discos de Marlango. Nuestra comparativa era siempre con el piano de Track. Hemos grabado en pianos increíbles e impresionantes. Pero no eran el piano de Track. Y así durante diez años»

«Y bueno, yo tenía el plan para este disco de grabar cada pieza o sesión aprovechando la gira de Marlango en teatros y estudios donde hubiera algún piano, que tuviera algo especial y fueran diferentes entre sí, cada con una sonoridad. Y cuando ya estaba todo hecho, me llamaron para un encargo de publicidad y fui al estudio Uno en Colmenar Viejo, al que no había ido nunca. Allí tienen una sala enorme, con el piano en medio, con su funda de cuero tapándolo. Entonces se me acercó uno de los chicos que estaba allí, y me dijo "¿No te acuerdas de mí? Yo era ayudante de José María Rosillo en Track, donde grabasteis el primer disco de Marlango". "Ostras, y ¿dónde está el piano?". "Es ese"».

«Me quedé pensando: "Bueno, no sé si será verdad o no, y si es cierto, a ver qué pasa". Lo había ido a hacer lo dejamos para después de comer, porque había otras prioridades en ese momento. Y cuando senté el piano... me recordó mucho a cuando te reencuentras con una primera novia, o con alguien que hace mucho tiempo que no has visto pero que has tenido una relación muy poderosa, inmediatamente reconoces la sensación. Los sentidos son muy tramposos y hacen efecto dominó, entonces volví a los ensayos de Marlango y a esas noches, y bueno, para mí fue muy emocionante y me puse a tocar con la premisa, que en los otros sitios había cumplido, de que hay algunas partes obligadas en las piezas pero hay otras que son improvisadas, dependiendo de la sonoridad que tenga el lugar y cómo suene el piano, y lo que el piano te esté dando, y el partido que puedas sacarle a eso».

«La sesión que hicimos allí hasta hora de comer es la que está en el disco, porque no hay nada intelectual, ni una partitura. Lo único que les decía a los que había a mi alrededor es que si veían que se me iba mucho la bola y me pasaba de los cuatro minutos, me dieran un toque por los cascos, porque quería que estuviera en vinilo, y no puedes pasarte de 22 minutos por cara. Pero no me hizo falta, porque las piezas están por desarrollar. Lo que quería con el disco era apuntar los escenarios donde se desarrollan las historias, pero las historias en la música no se cuentan nunca de principio a fin, es el oyente el que, si quiere entrar en ese escenario, debe imaginársela como necesite. Por lo menos es como yo entiendo la música. Así que casi todo pasó por ese piano sin ser parte del plan».

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