Georgie Dann en uno de sus conciertos
Georgie Dann en uno de sus conciertos - Raúl Doblado

La canción del verano: radiografía de un fenómeno sociológico

Pegadiza, divertida, con un mensaje frívolo y fácil de cantar y recordar, son algunos de los ingredientes indispensables de todo éxito musical veraniego

Madrid Actualizado: Guardar
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A unos les encanta, otros la aborrecen. En cualquier caso, nadie puede parar de tararearla, ni de quitársela de encima. La conocen las madres y hasta las abuelas, y aunque en algún momento acabe cansando, cuando se escucha al cabo de un tiempo trae buenos recuerdos. Todos los años, antes de comenzar la época estival, la pregunta es: ¿Cuál será la canción del verano en esta ocasión?

Todo comenzó un verano caluroso de 1964, en un país mediterráneo, de carácter latino como el nuestro. El éxito del Festival de San Remo que se celebraba en febrero llevó a la industria musical italiana a crear un certamen equivalente para el verano. «Un disco per l’estate» –Un disco para el verano–, así fue bautizada la cita en la que una lista de temas seleccionados por las discográficas más prestigiosas luchaban por hacerse con el título de la «Canción del verano», mientras el evento era retransmitido por la radio televisión italiana (RAI).

Su aprobación fue total, tanto, que se prolongó durante casi cuarenta años, hasta 2003.

España no tardó en trasladar este nombre al territorio nacional, que con el tiempo se convirtió en un fenómeno sociológico más que en una simple canción, algo asociado a las vacaciones, barbacoas, a la playa, salidas nocturnas… En definitiva, a la diversión; algo que gusta en sí mismo. Pero, ¿qué es lo que hace que un tema se alce con el título de canción del verano?

Si hay algo que caracteriza a este género es que es imprevisible. Desde los clásicos temas de playa de Georgie Dann, pasando por otros eclécticos como «Aserejé» o las últimas canciones de ritmos urbanos y latinos, como «La Gozadera», el hit musical del verano pasado. Aún así, la canción del verano debe incluir algunos ingredientes indispensables.

«Es importante que la canción sea pegadiza, que sea fácilmente recordable y cantable, tanto por distintos intérpretes como por el público», asegura José Abraham, compositor, autor y productor de artistas mundialmente conocidos como David Bisbal, Tamara o Cristian Castro. «Y que tenga una duración acorde con lo que suele ser la duración estándar de un éxito musical, que ronda en torno a los tres y tres minutos y medio en el caso de un tema rápido», expresa.

«Para que una canción del verano alcance la cima del éxito, sobre todo tiene que ser una canción divertida, pegadiza, nada trascendente y que acompañe a todos esos momentos de no trabajar, de tiempo de ocio, de divertirse y relajarse», opina David Santisteban, también autor, compositor y productor muy reconocido en nuestro país.

Es imprescindible que sea bailable y que se pueda disfrutar de ella en compañía. Al final, la canción se asocia a fiestas, celebraciones, barbacoas, momentos con los amigos y por ello gusta en sí misma. Un ejemplo claro es «Paquito el chocolatero», tema que nunca falla en bodas y celebraciones familiares. «Es una de las canciones que más dinero ha recaudado en derechos de autor porque se sigue poniendo mucho. Posiblemente esté vinculado a que la canción, con el paso de los años, está muy relacionada con la vida social de las personas», asegura Abraham.

Durante las primeras décadas predominaba ante todo temas españoles. Canciones como «Chica ye ye» (Concha Velasco), «Hay Que Venir Al Sur» (Raffaela Carra), «Macarena» (los del Río), «Bomba» –por mencionar algunos– pasarán a la historia. «Tuvimos la época de Georgie Dann que eran canciones fáciles al oído, sin mucha trascendencia en el mensaje, pero que han permanecido durante muchos años y algunas se siguen escuchando y recordando», cuenta Abraham.

Cambio de tendencia

Sin embargo, desde hace una década este género parece estar experimentado un gran cambio. Después de algunos temas de gran éxito a comienzos del siglo XXI como «Mayonesa» (Chocolate Latino), «Yo quiero Bailar» (Sonia y Selena) o «Ave María» (David Bisbal) que coparon las listas de las vacaciones veraniegas, hubo unos años de vacío en este género, en los que era difícil identificar un tema en concreto; un estilo que predominara.

Tras un tiempo de aleatoriedad, ha sido hace dos años cuando han vuelto a resurgir ciertas tendencias musicales. Como señala Santiesteban, ahora hay una propensión a los ritmos urbanos, latinos –electro latinos, según se quiera llamar–, «con un lenguaje más coloquial, cercano y con menos metáforas».

Santisteban destaca el «fenómeno» que ha supuesto la canción « Bailando» de Enrique Iglesias. «En todas las discográficas se volvieron locos y querían un tema así, hasta el punto que ponías la radio y había unas cinco o cuatro canciones que sonaban igual». «No es bueno porque limita la creatividad de los autores. Lo bonito de la música es ir descubriendo fórmulas, nuevos estilos y arriesgar», apunta el compositor.

Imagen del videoclip de «Bailando», de Enrique Iglesias
Imagen del videoclip de «Bailando», de Enrique Iglesias - YOUTUBE

«De las canciones de ahora poco recordamos», expresa Abraham. «Hoy hay mucha gente que hace éxitos del verano con un look o una base musical electrónica y van improvisando. Son canciones que se hacen en media hora y se olvidan en media hora».

Aunque como señala Abraham, que una canción triunfe, depende de lo que cada uno entienda por éxito: «Una canción puede triunfar ocho semanas y después olvidarse para siempre. Para mí, cuando una canción triunfa es cuando se convierte en un estándar que con el paso de los años no pierde vigencia, como un ‘Yesterday’ de los Beatles».

«Hay canciones que pueden parecer facilonas, pero están muy estudiadas», comenta Abraham. «Una cosa es hacer una canción en media hora, y otra componer una canción desenfadada y divertida, pero que esté muy trabajada, que te tires semanas haciendo la letra, la melodía, cambiando cosas». En cualquier caso, como ambos autores destacan, nadie tiene «la varita mágica del éxito».

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