Ainhoa Arteta, la semana pasada en Madri
Ainhoa Arteta, la semana pasada en Madri - JOSÉ RAMÓN lADRA

Ainhoa Arteta: «Hay quienes usan y tiran a los cantantes como a los kleenex»

La soprano vasca publica su tercer álbum pop, titulado «Mayi», y en el que todas las canciones tienen nombre de mujer

MADRID Actualizado: Guardar
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«Mayi» es el título del nuevo disco pop –el tercero– de la soprano Ainhoa Arteta. «En cada trabajo –explica– he notado una evolución vocal y un paulatino despegue de lo lírico. Y este último es un disco más dicho y susurrado que cantado». Reconoce que «me fascina trabajar con Javier Limón, y quería volver a hacerlo. La discográfica, Universal, propuso este disco en el que todas las cancones tienen nombre de mujer. Elegimos varios temas, no excesivamente populares, y yo añadí “Annie's song”, de John Denver, que yo quería cantar por una cuestión personal, y “Mayi”, un tema vasco con nombre de mujer, una diosa femenina de la mitología vasca.

Y al final es el que dio nombre al disco, que es un disco femenino, de ente de mujer».

La inclusión de la canción de John Denver tiene una razón sentimental. «En el disco aparece la fotografía de un árbol, bajo el que están depositadas las cenizas de un grandísimo amigo mío, Joxean Lizarríbar, que se murió hace dos años. Él fue quien me dio el dinero para que yo, que tenía dieciocho años, pudiera viajar para hacer mi primera prueba con un profesor de canto italiano. Fue uno de los regalos más bonitos que me han hecho en la vida. Y él era un fan de John Denver, y por eso la quise incluir en el disco».

«Después de pasar por una crisis vocal importante, ahora he rehecho mi instrumento»

Llega este trabajo en un momento especialmente sereno en la vida y en la carrera de Ainhoa Arteta. «Hace diez o quince años no hubiera sido capaz de hacer un trabajo así. Estaba centrada en mi carrera lírica, en la que enseguida se clasifica a la gente. Y además no tenía la capacidad técnica para compaginar los dos mundos. Ahora, después de haber pasado por una crisis vocal importante, estoy en un momento en el que he rehecho mi instrumento, he llegado al punto de comprenderlo y respetarlo, y estoy recibiendo satisfacciones que nunca había pensado tener. Éste es un trabajo que suma. Si restase en mi actividad operística –este año cumplo veinticinco años de profesión–, no lo haría».

No es la primera vez que un cantante de ópera de nivel habla de crisis, ni Ainhoa Arteta es la primera que ha tenido que echar el freno. El problema está fundamentalmente, dice, en el ritmo que marca el mundo de la ópera actual. «Antes los cantantes no pasaban de una producción a otra con tanta velocidad; daba tiempo a preparar las óperas, a entender y a estudiar muchísimo más la vocalidad. Ahora se expone a cantantes muy jóvenes a retos muy por encima de sus posibilidades vocales. Lo pueden hacer, y lo hacen, porque el músculo, cuando se es joven, tiene flexibilidad y una capacidad de recuperación y de regeneración que suple de algún modo los excesos que puedan hacer. Pero eso es engañarse a uno mismo. Muchos agentes y directores de teatro que lo saben, y aún así lo utilizan. Me parece brutal. Hemos perdido a muy buenos cantantes por exigirles más de lo que podían dar de sí. A partir de los cuarenta años se empieza a cantar con el interés; a partir de esa edad ya no tienes capital. Por eso muchos cantantes viven entonces una crisis, porque el músculo dice basta».

«Hoy se quiere a menudo gente joven y guapa en escena, para que den el personaje; otra cosa es que vocalmente estén preparados»

La dictadura de la imagen sobre la música es un factor que, para Ainhoa Arteta, influye notablemente en esta situación. «Se quiere a menudo gente joven y guapa en escena, para que den el personaje. Y hay cantantes jóvenes que lo pueden dar físicamente... Pero vocalmente es otra historia. Cuando yo llegué al Metropolitan de Nueva York, en 1993, después de ganar Operalia con 27 o 28 años, yo estaba en la platea mientras veía en el escenario a Renata Scotto, Plácido Domingo, Kiri Te Kanawa, Luciano Pavarotti, Mirella Freni, Joan Sutherland... Todos con más de cuarenta años y no precisamente unas sílfides... Lo normal a esa edad y con nuestro tipo de vida, siempre nómada; no estamos todo el día en el gimnasio, porque no tenemos tiempo... Y nosotros aprendíamos de ellos. Ahora, lo que veo yo en los teatros es que a los cantantes de cuarenta años los ponen en la platea, porque son segundo reparto, y los de veinte y treinta son el primer reparto. Y los ves que lo están pasando mal. Esto no tiene pies ni cabeza. Son cantantes a los que se usa y se tira, como los kleenex. Así se pierden cantidad de talentos y de voces que en un futuro, bien llevadas, serían las siguientes generaciones de figuras. Pero si sacas el pastel del horno antes de tiempo no estará cocinado. Hay papeles que requieren una madurez física y vocal».

«Me arrepiento de haber dicho en su momento que sí a muchas "traviatas" que hice cuando me dominaba la voz más que yo a ella»

¿Se arrepiente Ainhoa Arteta de algún paso dado en su carrera en este sentido? «Claro. Aunque he dicho más veces que no que he dicho que sí. Y creo que gracias a eso estoy aquí. Y gracias también a los recitales, que me han salvado vocalmente. Pero sí me arrepiento de haber dicho que sí a muchas traviatas que hice, por ejemplo, cuando me dominaba más la voz que yo a ella. Y ese precio lo tuve que pagar. Perdí las tres notas del centro, del pasaje, que son las más complicadas y delicadas, y si has abusado del músculo éste no te da tregua. Y perder ese pasaje es perderlo todo. Volver a recuperarlo es una tarea muy laboriosa y requiere mucha paciencia. Lo bueno es que sales reforzado». Como consecuencia, disfruta más del canto. “¡Uffff! Ahora salgo a pasármelo bomba en el escenario, y eso es algo que no tiene precio. Yo he salido al escenario muerta de miedo y porque había que salir; ahora salgo a pasármelo bien, con una cilindrada de más, y ahí es cuando empiezo a disfrutar, y cuando disfruta también el público».

Tomar la decisión de frenar no es fácil. «Incluso por una razón económica. Nosotros somos autónomos, si no trabajamos no cobramos. Yo tuve que pedir hasta un crédito, me ayudó la familia... Poco a poco me fui recuperando. Hay gente que no puede hacerlo precisamente por este motivo, y se meten en un callejón sin salida».

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