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Bono, cantante de U2, anoche en Barcelona - inés baucells

U2, la memoria que aún mueve montañas

La banda irlandesa conquista el Sant Jordi en la primera de las cuatro actuaciones que ofrecerá en Barcelona

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Con U2 ya se sabe que, ande o no ande, la cosa será grande o no será. De hecho, desde que los irlandeses se instalaron en la cima del rock de estadios y transformaron cada uno de sus trabajos en excusas para intentar tocar el cielo desde recintos cada vez abultados, sus conciertos solo admiten dos medidas posibles: la XL de toda la vida o una XXL, supersize me versión rock and roll, de la que solo ellos tienen la patente. Y si su anterior gira, la del escenario circular en forma de estación espacial alienígena y la experiencia 360 grados, fue de las que le dejaban a uno turulato, la que acompaña al lanzamiento de «Songs Of Innocence» y que anoche desembarcó en el Palau Sant Jordi de Barcelona es de las grandes a secas.

O, mejor dicho, inmensa y descomunal para cualquier otra banda del planeta, pero una cosa sobria y apañada para U2.

Todo esto no quiere decir que los U2 de 2015 se hayan sumado a las políticas de austeridad, sino que han reducido un poco la escala de su faraónica gira de 2009 para sintonizar con el espíritu de su último trabajo y acercarse un poco más a sus fans. Y por más que anoche todas y cada una de las 16.000 personas que, a pesar de algunos claros, llenaban el Sant Jordi podrían haber discutido largamente sobre lo que se entiende por proximidad e intimidad, sí que es cierto que los U2 que aterrizaron ayer en Barcelona intentaron exhibir un perfil algo más cálido y humano. Quizá por eso la noche arrancó como arrancó, con Bono subiendo al escenario con las luces aún encendidas y aplaudiendo al público mientras el «People Have The Power» de Patti Smith se fundía con los coros iniciales de «(The Miracle Of) Joey Ramone», corte inaugural de «Songs Of Innocence» que cayó como una atronadora marcha militar.

Cuatro noches en el Olimpo

«Nos encanta Barcelona porque a Barcelona le encantan los artistas», dijo Bono al poco de estrenar la semana grande de U2 en Barcelona, cuatro noches instalados en ese Olimpo particular que es la montaña de Montjuïc. Cuatro noches -repiten hoy, el viernes y el sáabdo- para conjugar el éxito masivo con una evocación de sus primeros pasos musicales. Así, al calor de una discreta bombilla que representaba la iluminación de su primer local de ensayo, Bono y compañía descorcharon las recientes «Iris (Hold Me Close)» y «Cedarwood Road» sí, pero también hicieron memoria para recuperar el zarpazo de «The Electric Co.», la eufórica «I Will Follow», y una «Vertigo» que, pese a ser más reciente, puso a prueba los cimientos del Sant Jordi.

Estábamos en el primer tramo de la actuación, el de la Inocencia y el mirar de reojo a los latigazos post-punk de sus comienzos, el sonido era como un bloque de granito y, entre guitarras acorazadas y versos iniciáticos, U2 parecían decir que, después de sus últimas extravagancias (esas conexiones en directo con la Estación Espacial Internacional...), ya era hora de que las canciones recuperaran todo el protagonismo. Traducido al lenguaje U2, esto implica confiar ciegamente en el repertorio -a riesgo incluso de que canciones nuevas como «Raised By Wolves» flojeen ante una «Sunday Bloody Sunday» especialmente crispada-, apretujarse sobre el escenario como nunca y dosificar los golpes de efecto escénico. Porque, por más que hayan querido volver a lo esencial, el montaje sigue siendo una virguería, con una pasarela, dos elegantes escenarios complementarios -uno para cada concepto de esta «Innocence + Experience Tour» y una gigantesca pantalla que se alzaba sobre la pasarela en paralelo a las gradas del Sant Jordi y que propiciaba curiosas interacciones entre los músicos y las proyecciones.

El efecto era realmente espectacular cuando la banda se alineaba en la pasarela y tocaba con las proyecciones desplegándose a su cabeza, como ocurrió con «Sunday Bloody Sunday», o cuando las imágenes servían de apoyo narrativo a las intepretaciones -la habitación juvenil de Bono en «Song For Someone», los recuerdos a los tiempos convulsos del IRA en «Raised By Wolves», los mensajes de denuncia y de solidaridad con los refugiados antes de «One»...-. Lástima que parte del público, el que estaba situado en las gradas traseras del Sant Jordi, se tuviese que conformar con disfrutar del enésimo ensalmo tecnológico de U2 a través de una pequeña pantalla.

Superado el ecuador del concierto con «Until The End Of The World», una versión enlatada de «The Fly» hizo de bisagra mientras la pantalla escupía palabras con metralla y el público empezó a gozar de lo lindo, intuyendo que se aproximaba el chaparrón de hits. Y, en efecto, así fue: la temperatura fue subiendo mientras, desde la pasarela primero y el escenario secundario después iban cayendo «Even Better Than The Real Way», «Mysterious Ways», «Elevation» y «Sweetest Thing».

«Every Breaking Wave» y «October» rebajaron la euforia y empezaron a apuntalar unos perfiles épicos que, tras una abrasiva «Bullet The Blue Sky», tomaron la senda febril de los éxitos gigantes, con «Where The Streets Have No Name», «Pride (In The Name Of Love)» y «With Or Without You» a la cabeza y, ya en los bises, «City Of Blinding Lights», «Beautiful Day» y «One» dejando al público rendido y en éxtasis. A sus espaldas, más de horas de idas y venidas por la historia de los irlandeses y algún que otro mensaje de paz, amor y concordia cortesía de Bono. Más que suficiente para dejar bien claro que tampoco necesitan de espectáculos aplastantes para conquistar a los suyos. Con echar mano de la memoria y jugar con elegancia una baza tecnológica siempre al servicio de las canciones les basta para seguir moviendo montañas.

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