En la imagen, de 2002, Johnny Cash ultima una grabación en Los Ángeles
En la imagen, de 2002, Johnny Cash ultima una grabación en Los Ángeles

Johnny Cash: los versos perdidos del Hombre de Negro

Se publica «Eternas palabras», libro que recopila poemas inéditos de uno de los grandes de la música americana

Barcelona Actualizado: Guardar
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Siempre será el Hombre de Negro, el vocero portentoso que descerrajó el rock and roll e imprimió velocidad al country, pero sobre sus espaldas de armario empotrado se amontonan personalidades complementarias e, incluso, contradictorias. Así, en la leyenda de Johnny Cash (Arkansas, 1932-Nashville, 2003) conviven el galán de tupé atildado, el predicador del rock como altavoz de los desfavorecidos, el divulgador musical con púlpito televisivo, el llanero solitario de Sun Records, el anciano crepuscular que emergió de entre las sombras con la escalofriante serie «American», el engullidor de pastillas que tan torpemente retrató el biopic «Walk The Line», el forajido de leyenda que marcó a fuego a Bob Dylan, Steve Earle y Neil Young

Un retrato complejo y poliédrico que suma ahora una nueva derivada con la edición «Eternas palabras» (Sexto Piso), colección de poemas inéditos que reivindica el legado literario del autor de «Cocaine Blues» y subraya su condición de «erudito, docto en textos antiguos, incluidos los de Flavio Josefo y, sin lugar a dudas, los de la Biblia». «Había sido ordenado pastor y era capaz de mantenerse fácilmente a la altura de cualquier teólogo o historiador», recuerda el hijo de Cash, John Carter Cash, en el texto introductorio que acompaña a esta antología recopilada por el poeta y ganador del premio Pulitzer Paul Muldoon. «Mi padre era un poeta. Veía el mundo a través de unas gafas únicas, con sencillez, espiritualidad y humor. Le encantaban las buenas historias y no le costaba ver el lado cómico, incluso en funestas circunstancias», añade el vástago del artista.

Talento precoz

Así que ahora que todos los aplausos se concentran en Bob Dylan, no está de más subrayar que cuando el laureado y esquivo Nobel de Duluth no era más que un mocoso de tres años, Cash ya era todo oídos para los himnos torcidos de Hank Williams y había pergeñado sus primeros versos con «Las cosas que nos dan miedo», poema fechado en 1944, cuando contaba apenas con 12 años. No se trata, como cabría esperar, de un texto infantil, sino de un puñado de rayas punzantes que ya anticipan lo que sería el imaginario del autor de «Ring Of Fire». A saber: amor, añoranza y tristeza. La fecha, en este caso, tampoco es casual: apenas un mes después, su hermano Jack moría a consecuencia de un trágico accidente con una sierra, momento clave a partir del que Cash empezaría a verlo todo aún más negro.

Porque, igual que Dylan, el autor de «Folsom Prison Blues» también bebió de la tradición de la canción escocesa e irlandesa y de las baladas polvorientas de Woody Guthrie, pero haber vivido en primera persona los estragos de la Gran Depresión reforzó el poso amargo de sus textos. «Su música parece brotar directamente de la pobreza y las penurias de la vida rural durante la Gran Depresión, pasando por las incertidumbres de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, Corea y Vietnam, hasta las victorias de la adulación y las vicisitudes de la adicción», escribe Muldoon en la presentación de estos 41 poemas –todos con traducción al castellano y versión original en inglés, así como algunas reproducciones de los manuscritos originales– rescatados de entre la «monstruosa acumulación de cosas» que Cash dejó tras su muerte. «Todo lo que forma parte de mi padre se encuentra en este libro», subraya John Carter Cash.

De hecho, el arco narrativo de este «Eternas palabras» es tan completo que viaja de la primera niñez de Cash a sus últimos estertores, con «Para siempre», poema escrito poco antes de morir en septiembre de 2003, cerrando el círculo. «Me dices que moriré / Como las flores que tanto amé / Nada de mi nombre quedará / Nada de mi fama se recordará / Pero los árboles que he plantado / Aún son jóvenes / Las canciones que canto / Aún seguirán cantándose», escribió para completar un epitafio al que ya había empezado a dar forma con las desarmantes y dolorosas versiones de «Hurt» (Nine Inch Nails) e «In My Life» (The Beatles) que grabó en «American V: The Man Comes Around», el último disco que publicó en vida.

Así, entre la vida y la muerte, «Eternas palabras» serpentea por la memoria de Cash, rescata hallazgos como la revisión manuscrita de «Don’t Take Your Guns To Town», clásico de 1958 transformado tres décadas después de su grabación en una suerte de himno antiarmamentístico, y congela el momento exacto en el que se preparaba para dejar a su esposa, Vivian Liberto. «Nunca te acercaste lo bastante para darte cuenta / De que nunca supiste lo que quiero», escribió en 1967, un año antes de casarse con June Carter. En algunos casos no acaba de quedar claro si se trata de poemas propiamente dichos o apuntes para canciones, pero los límites son tan difusos que poco importa. «Nací para cantar / Pero no al viento o al espacio / Sino al corazón de la gente», escribe en «Mi canción», uno de los muchos ejemplos de exploración autobiográfica que salpican esta antología.

Adicciones

No faltan, por ejemplo, ajustes de cuentas con unas adicciones que recita del tirón en «Abajo, abajo, al fondo» («Líquido, pastilla, cápsula, polvo / Gases y humo y vapor / Cómodas formas de envenenarse», escribe en 1990); escalofríos provocados por la guerra de Vietnam («¿Qué clase de animal es el hombre / Que hace un alto / En su matanza / Para ocuparse / De proveer a los vivos / Sabiendo / Que inmediatamente volverá / A retomar la matanza», se pregunta en «Escuché en las noticias»); o momentos de lucidez adivinatoria como la que exhibe en «No hagáis una película sobre mí», escrito treinta años antes de que James Mangold y Joaquin Phoenix empezasen a hurgar en su biografía. «Que esta maldición caiga sobre quien la haga», sentencia después de emborronar dos páginas asegurando que si alguien hiciese una película sobre su vida no le gustaría pero que, aún así, la vería dos veces.

Las referencias bíblicas y las parábolas religiosas son otras de las constantes de una colección de escritos en los que Cash incluso se atreve a rehacer la historia de Job con un larguísimo poema en el que reequilibra el juego de fuerzas entre el bien y el mal. «En estas palabras mi padre canta una nueva canción de un modo en el que nunca antes lo había hecho. Ahora, pasados tantos años, las palabras cuentan la historia completa», concluye el hijo de Cash sobre un libro que podría propiciar una nueva oleada de culto al Hombre de Negro. Máxime si finalmente llega a buen puerto el proyecto de convertir algunos de estos poemas inéditos en canciones cocinadas por Kris Kristofferson, Chris Cornell y Jamey Johnson, entre otros.

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