Juan Bey en un momento de «La verdad de los domingos»
Juan Bey en un momento de «La verdad de los domingos»
TEATRO

«La verdad de los domingos», monólogo a dos

El Teatro Galileo de Madrid acoge «La verdad de los domingos», pieza escrita e interpretada por Juan Bey, y dirigida por Sara Pérez. Un tándem ganador para esta función que, a la vez, divierte y lleva a la reflexión

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Se dice que los domingos matan más hombres que las bombas. Pero también esconden un secreto al que pocos quieren asomarse. Si usted no tiene temor de hacerlo y desea descubrirlo, le será muy provechoso -y divertido- asistir a la representación de «La verdad de los domingos», escrita e interpretada por Juan Bey, y dirigida por Sara Pérez, que ha ampliado sus funciones y puede verse también este mes, los sábados 4, 11 y 18, en el madrileño Teatro Galileo.

Juan Bey comenta cómo surgió la obra: «Estaba de gira con uno de los musicales en los que he trabajado, y un día me fui a cenar solo. En el restaurante, me llamó la atención que en una mesa había una pareja que, a pesar de estar juntos, no se dirigió la palabra en ningún momento.

Me saltaron todas las alarmas de hasta qué punto pueden deteriorarse las relaciones de pareja, un asunto que siempre me ha interesado mucho. Y de pronto, vi que esa situación se podía teatralizar. En un principio, pensé que podía hacerlo con la idea de que hablasen al espectador y le dijeran lo que estaban pensando pero sin comunicarse entre ellos. Pero después fue creciendo el planteamiento, y me di cuenta de que no solo quería tratar del tema de la pareja, sino también el de las mentiras y de las convenciones sociales. Hay dos cuestiones universales del ser humano que me apasionan: el humor y la mentira. Creamos humor y mentimos. Estos dos aspectos son esenciales en la pieza».

En el filo de la navaja

«La verdad de los domingos» nació como una pieza corta, puesta en escena en México con gran éxito de crítica y público. «Óscar Piñero, actor español que vive en México -explica Bey-, me comentó que en la capital mexicana se estaba montando una sala de microteatro y me propuso que le escribiera un texto. Rápidamente advertí que era la ocasión idónea para contar esa historia. Óscar Piñero la subió a las tablas no solo en México DF, sino también en otras ciudades y representó el concepto Microteatro en el Tag CDMX de Arca Lab y Televisa, retransmitiéndose por todo el país. La buena acogida nos animó a escribir una versión larga, manteniendo la esencia, pero profundizando en sus momentos más atractivos. La versión extendida se vio el año pasado en el Teatro La Capilla de México DF, dirigida por César Paredes y protagonizada por Óscar Piñero, y fue, igual que la versión micro, muy bien recibida. La versión larga, de una hora de duración, es la que puede verse ahora en Madrid, dirigida por Sara Pérez, donde está funcionando estupendamente, por lo que continúa este mes de junio».

La propuesta de Juan Bey se sale de lo habitual para sumergirnos en un territorio de sorpresas y participación

Precisamente, con la directora del montaje, Sara Pérez, ha trabajado Juan Bey codo con codo, y a pie de escenario, aunque respetando escrupulosamente su visión: «En los ensayos -explica Juan Bey-, he asumido solo el papel de actor, y no de dramaturgo. No proyecté dirigirlo, pues creo que es positivo tener una mirada externa, lo que ya comprobé en piezas escritas antes como el monólogo "Las mujeres de mi vida". Y me apetecía que fuera un punto de vista femenino, máxime cuando en la obra se abordan asuntos como el de la maternidad. Sara Pérez ha aportado muchas cosas en total libertad. Considero que el texto es sagrado, pero no palabra sagrada y que un director puede hacer los ajustes que vea convenientes, y que estos suelen ser beneficiosos. Desde luego, en este caso lo han sido».

La propuesta de Juan Bey se sale de lo habitual para sumergirnos en un sugerente territorio de sorpresas y participación. No es un monólogo al uso, sino, podría decirse, un monólogo a dos. Comenta su autor: «Siempre digo que no es un monólogo. Es un diálogo con el público, al que tomo como si fuera otro personaje. El público, con el que interactúo, responde muy bien, y hasta ahora no me he encontrado situaciones complicadas o incómodas. En algunos espectáculos, se rompe la cuarta pared, pero sin implicar a la audiencia. Aquí sí se la implica. Al principio, en los primeros diez minutos, el espectador se pregunta: "Qué he venido a ver?, ¿colmará mis expectativas?". Se juega en el filo de la navaja, pero está bien medido, aunque cada función está viva, es una aventura única. Para mí, está resultando una experiencia maravillosa, muy enriquecedora, y con la que estoy aprendiendo mucho. El alto nivel de desgaste que me exige cada día, tienes que dar más del cien por cien, merece la pena. Especialmente a causa de la crisis, creo que en el teatro hay que potenciar lo que le diferencia del cine o de otros espectáculos, sobre todo la cercanía con el público, que aquí incluso situamos en el propio escenario».

Vivir duele

Juan Bey da vida a un singular personaje, Héctor Sinisterra, polémico escritor de libros de autoayuda que tiene que presentar su último libro: «La resistencia de los globos». Pero, en un rápido quiebro, se sale de lo previsto y comienza a hablar de un libro que su editorial se niega a publicar: «La verdad de los domingos». En él se desarrollan una serie de temas, cuya manera de exponerlos no casa con el espíritu edulcorado del universo de la autoayuda: «El fenómeno y auge de la autoayuda reflejan muy bien el buenismo que nos invade. Vivimos como anestesiados, rechazamos todo lo que te recuerde que somos humanos, huimos del dolor, de cuánto te haga sentir mal. No se trata, claro está, de regodearse en el sufrimiento, pero sí de aceptarlo no solo como parte inevitable de la existencia, sino como un elemento de crecimiento personal. Muchas veces vivir duele. En la sociedad actual no nos damos permiso para estar mal, todo tiene que ser genial, y sin esfuerzo, y uno no es responsable de nada, la culpa es de la sociedad, de los otros. Criticamos el "mundo feliz", pero, en realidad, somos los primeros en buscarlo, en quererlo. Y, sobre todo, constantemente echamos mano de la mentira. Mentimos a los otros y a nosotros mismos. Tanto en las grandes cuestiones como en la cotidianidad. Por ejemplo, te encuentras con alguien y lo habitual y correcto es decir: "Nos llamamos y tomamos pronto un café", aunque sabes perfectamente que no será así».

En «La verdad de los domingos» se tocan muchas teclas desde una perspectiva mordaz e incisiva: las relaciones humanas, de pareja, la paternidad, la maternidad, el sexo, la degradación de la cultura..., quitándoles solemnidad, sin miedo, sino todo lo contrario, a ser políticamente incorrecto. Y con la intención de que el humor sirva de aguijón -algo que es «consustancial al teatro», puntualiza Bey-, para reflexionar, para cuestionarse convencionalismos y tranquilizadores lugares comunes: «Pretendo -apunta Bey- que, más allá del entretenimiento, el espectador, al salir de la función, se haga preguntas y mejor que las comparte con alguien, recuperándose la costumbre de la tertulia después del teatro».

Juan Bey y Sara Pérez han formado un tándem ganador al llevar a escena esta pieza, que es un paso adelante en su condición de nombres emergentes de nuestra escena, a los que no hay que perder la pista.

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