Ivo Pogorelich, ante el piano
Ivo Pogorelich, ante el piano
MÚSICA

Pogorelich, belleza y escándalo

El pasado martes actuó en el Auditorio Nacional de Madrid Ivo Pogorelich, todo un fenómeno mediático del piano en los ochenta por sus inconformistas interpretaciones

Madrid Actualizado: Guardar
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Escuché mi primer disco de Pogorelich en 1988. Me lo pasó una amiga pianista que tenía todas sus grabaciones y que creo que estaba secretamente enamorada de él. Hasta aquel momento, el fenómeno Pogorelich y el circo mediático montado a su alrededor me habían ahuyentado. El disco recogía el « Gaspard de la nuit» de Ravel y la « Sonata nº 6» de Prokofiev. Eran dos versiones no convencionales, pero mayúsculas. El Ravel se movía en una inquieta dimensión de ambigüedades y extremos, mientras que el Prokofiev eludía el tono muscular y bélico de los pianistas rusos y lo reemplazaba con una sofisticada filigrana. Más sorprendente aún era el diálogo subterráneo que Pogorelich establecía entre dos piezas en apariencia alejadas entre sí.

No es que aquella audición me convirtiera en un incondicional de Pogorelich, pero empecé a mirarle con admiración.

Ivo Pogorelich (Belgrado, 1958) se dio a conocer en el Concurso Chopin de Varsovia de 1980, donde fue eliminado antes de alcanzar la final. Aquella exclusión desató una tormenta. Martha Argerich abandonó el jurado en señal de protesta, asegurando que Pogorelich era un genio. Más tarde, se habló de un complot de los jurados rusos para que el pianista croata (entonces yugoslavo) no se alzara con el premio. No hacía falta, en realidad, invocar hipotéticas intrigas: cualquier crítico de gustos tradicionales habría censurado las interpretaciones de Pogorelich, quien se saltaba las indicaciones de la partitura, no tenía reparo en tocar un «staccato» donde había un «legato», un «forte» donde ponía «piano», y escogía «tempi» extremos aparentemente caprichosos.

De Chopin a «Vogue»

El escándalo estaba servido y la consecuencia más inmediata fue que nadie hizo caso del ganador de aquella edición del Concurso Chopin. Todos buscaban a Pogorelich, convertido de la noche a la mañana en un caso mediático. El sello Deutsche Grammophon le fichó de inmediato, sus recitales se pagaban a precio de oro y fue portada de la revista «Vogue». Pogorelich estaba en boca de todos. Su belleza de rasgos balcánicos (inmortalizada en las portadas de sus discos) y sus interpretaciones inconformistas le conferían un aura de personaje byroniano.

Algunos le consideraban más un producto de «marketing» que un pianista de auténtica envergadura, pero el tiempo ha puesto las cosas en su sitio. Hoy en día, repasando sus grabaciones, es imposible no reconocer la grandeza (heterodoxa, pero grandeza al fin y al cabo) de su Ravel, de su Bach, de su Prokofiev o de su Scarlatti. Más controvertido resulta en Beethoven y Chopin: su lectura de los « Preludios opus 28» es, para mí, una de las más geniales y rompedoras, aunque no todos compartirán mi entusiasmo.

Desde sus inicios, Pogorelich se saltaba las indicaciones de la partitura y escogía «tempi» extremos aparentemente caprichosos

A finales de los noventa, la carrera de Pogorelich sufrió un brusco parón a causa de la muerte de su mujer, Alice Kezeradze, quien había sido también su profesora de piano y consejera. Desde entonces, el pianista no ha vuelto a grabar discos. Aunque más tarde retomaría su agenda de conciertos, Pogorelich nunca recuperó del todo el brillo de antaño. De su anterior recital madrileño, en 2013, recuerdo una «Sonata en si menor» de Liszt interminable. Diez minutos más que su versión discográfica, que ya es una de las más largas. En la coda, la música parecía no moverse y Pogorelich daba la impresión de estar tocando para sí mismo, indiferente a la presencia del público. Aun así, el oyente que acude a sus conciertos sigue esperando un destello, una chispa de aquel chico que revolvía con insolencia y desparpajo las grandes páginas del repertorio pianístico y a menudo sacaba de ellas novedosas perspectivas.

Últimos coletazos

Tampoco la planificación de su actividad concertista se salva de la excentricidad. Pogorelich escoge cada año un único programa y lo toca a lo largo de toda la temporada. El que ofrece en Madrid dentro del Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo lleva meses paseándolo y son estos sus últimos coletazos. Se trata de « Après une lecture du Dante», de Liszt; « Fantasía op. 17», de Schumann; Tres movimientos de « Petrouchka», de Stravinsky; y « Variaciones Paganini», de Brahms.

Pogorelich tiene ya pensados sus programas hasta la temporada 2019/2020. El caladero de compositores en el que pesca el pianista sigue siendo reducido, pero alguna nueva incorporación resulta llamativa. Es el caso de Granados, del que Pogorelich propondrá en los próximos meses las «Danzas españolas nº 4, 5 y 9».

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