En las páginas de «Blanco y Negro» podía encontrarse hasta una almoneda
En las páginas de «Blanco y Negro» podía encontrarse hasta una almoneda
125 AÑOS DE «BLANCO Y NEGRO»

Un poco de todo en «Negro y Blanco»

Dieciséis cuartillas eran las que componían un número cualquiera del primer año de «Blanco y Negro». Firmas e ilustradores eran la combinación soñada, pero también había hueco para otros «divertimentos»

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«En la imposibilidad de contestar directamente á los señores que nos han honrado enviándonos trabajos para nuestra Revista, y deseando evitar atribuyan á nuestra descortesía lo que es sencillamente falta de tiempo y norma de la conducta que nos hemos trazado, les hacemos saber desde las columnas de “Blanco y Negro” que no devolvemos los originales y que, si alguno de ellos es aceptado, lo pondremos oportunamente en conocimiento de su autor».

«Un poco de todo» era el título de una página de « Blanco y Negro» (o «Negro y Blanco», como gustaban jugar a veces con el orden de factores) que coleaba por ahí suelta –casi todo en «Blanco y Negro» coleaba por ahí suelto, en plan verso libre, sin mucho orden pero con mucho concierto– entre las dieciséis que conformaban un número entero de la publicación nacida el 10 de mayo de 1891, bajo el signo de Tauro.

«Mi querido amigo Tauro, no sea tan tozudo y déjese llevar». Bien podríamos haber leído esta sugerencia zodiacal, firmada por una pizpireta pitonisa, en esa cuartilla dieciséis, al final del todo del número, porque en ese folio en blanco y negro entraba de todo un poco. Ya lo avisa su título, y quien avisa no se define como traidor. A la primera prueba me remito con el párrafo que introduce este texto: pura dinamita de saber decir como si nada –sin despeinarse ni los pelos de la lengua– todo lo que pasa por la cabeza de un editor hasta el borde de la gota que colma el vaso.

Chúpatese esa

Pero aquel 10 de mayo todavía no había llegado la moda de los horóscopos a la prensa, ni siquiera al reducto pionero de aquella escueta redacción con apenas diez personas sentadas alrededor de una mesa de maderas nobles. Tampoco se le vio el pelo a Virgo, Cáncer, Aries y compañía en los siguientes treinta y cuatro números que conforman la historia del primer año de «Blanco y Negro», al que se le caían las hojas del calendario de la portada como si tal cosa, con tanta gracia que a estas alturas del siglo XXI, al leerlo, uno no sabe si aquello huele a naif o al más «ismo» de todos los «ismos»: el gamberrismo ilustrado. No habían nacido para los lectores el horóscopo y sus cuitas, buenas o malas consejeras; pero estoy segura de que si lo inventó alguien en este país fue sin duda en el seno de la revista «Blanco y Negro», donde se ideó de todo, desde una máquina para hacer helados y una fórmula («Utile y dolce») para «cuando el termómetro marca 35º; cuando os sentís próximos a la angustia», a esas respuestas –como la ya referida– que dejaban helado al más chulo e impertinente de ese lugar o limbo (ahora y siempre) que habitan los lectores. Por su desparpajo, sinceridad y «chúpatese esa, pesado, que me tienes harto» (como se podía leer entre líneas), aquí va otra apostilla camuflada entre la macedonia de «Un poco de todo»: «Son numerosas las reclamaciones que seguimos recibiendo de provincias, por no llegar á manos de los interesados los números que les hemos servido. Sépalo el público en general y nuestros suscriptores en particular. La Administración de “Blanco y Negro” cumple sus compromisos en toda regla. Si algunos empleados de Correos faltan á su deber, tampoco es suya la culpa, sino de quien no los vigila y los castiga como se merecen». Aquí nadie sale indemne: que cada palo aguante su vela. ¿Quién dijo miedo? ¿Qué es eso de «educación» entendida como «hipocresía»? Las cosas, claras, y el chocolate, espeso. ¡Cómo hemos cambiado!

Pescozón en el cogote por listo. Si eras listo de verdad, y de la buena, podías salir agraciado con uno de los premios que se concedía al que ganara o ganase el concurso del mes de agosto –por elegir uno cualquiera del calendario, porque pasatiempos había todas las semanas–, cuya solución proponía: «Entre los toreros antiguos sobresalía Redondo». Si además de no acertar te ponías protestón, llegaba el corte por lo sano o una banderilla en donde más duele el orgullo patrio de, una vez más, El Lector. Sí, con mayúsculo cariño y otros mayúsculos énfasis: «En contestación á las quejas que nos han dirigido varios de los señores que nos remitieron soluciones al concurso de Agosto, sólo debemos decirles que no las hemos publicado porque no reunían las condiciones exigidas para optar al premio. En prueba de ello y en la imposibilidad de publicarlas todas, á continuación estampamos algunas de dichas soluciones, para que las personas imparciales vean si hemos ó no procedido en justicia».

En el seno de la revista «Blanco y Negro» se ideo de todo, de horóscopos a máquinas para hacer helados

Leído así –sin azucarillo y con mucho aguardiente–, meterse en el jardín con flores de «Un poco de todo» se asemeja bastante a pisar un campo de minas antipersonas pesadas y arrogantes. A más de una y de dos se les explotaría el globo inflado del ego después de leerlos. Pero para no atragantarse con tanto rifirrafe o toma y daca, pasan las líneas del enfado socarrón y leemos: «El mérito justifica el éxito: el éxito es independiente de él y no siempre lo justifica»; «El matrimonio es hijo del amor, pero es un hijo ingrato, casi siempre parricida»; «La envidia es la pasión más funesta que puede albergar el corazón humano». Como abrir una de esas galletitas que se sirven bien envueltas tras el menú chino. Este tipo de discurso proverbial de frases como coronas de espinas también se acuñó en «Blanco y Negro». A finales del siglo XIX no había restaurantes chinos en Madrid, pero sí que estaba el chino Geng-Seng, que se anunciaba, claro, en «Blanco y Negro». El «notable medicamento» del señor Geng-Seng aseguraba la «curación radical é infalible» y el agua de azahar de Sevilla se vendía como «el refresco más higiénico y agradable al paladar». Los anuncios ilustrados, maravilla de la modernidad decimonónica y futurista, no llegaron hasta bien entrados los meses del primer año a la revista, cuya suscripción costaba 2 pesetas en la península, Baleares y Canarias, y 6 en ultramar y en el extranjero (número suelto, 15 céntimos). Voy a ver si me quedan en el bolsillo 15 céntimos.

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