Garth Risk Hallberg consigue hacer un gran retrato del Nueva York de los 70 en esta novela
Garth Risk Hallberg consigue hacer un gran retrato del Nueva York de los 70 en esta novela - Inés Baucells
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Novela americana a lo grande. Eso es «Ciudad en llamas»

Un «best seller» de calidad, eso es «Ciudad en llamas». Un ardiente frenesí de calles y subtramas y pasiones encendidas

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Hay dos maneras de adentrarse en « Ciudad en llamas», hiperpromocionado debut de Garth Risk Hallberg (suele negarse la anterior, « A Field Guide to the North American Family», «novella» de cámara con fotografías, porque impresiona más un «big bang» que un sinfónico segundo acto), merecedor de adelanto multimillonario y ya vendido al cine.

Una de ellas –la más refleja y automática y sencilla y engañosa– es la de considerarla, apenas, una/otra de las tantas supuestas Grandes Novelas Americanas con que se nos sepulta temporada tras temporada. Lo que sería un error; porque «Ciudad en llamas» no es «Moby-Dick» ni «El gran Gatsby» ni «Lolita». Tampoco es «Stoner», « El mundo según Garp», «American Psycho», «La broma infinita», «Europa Central», « El tiempo de nuestras canciones

», «Árbol de humo» o « Submundo», de Don DeLillo, a la que, en más de un momento, refleja.

El otro y tanto más acertado modo de aproximarse y ser engullido por el ardiente frenesí de calles y subtramas y pasiones encendidas y pirotecnia verbal de «Ciudad en llamas» es el de contener la histeria consumista y consumidora y –como ante «Las correcciones», de Jonathan Franzen, o « El jilguero», de Donna Tarttexclamar: «¡Qué grande esta novela americana!»

Aliento decimonónico

Y relajarse y ser feliz y pensar que, en un mundo ideal, todos los «best sellers» deberían ser exactamente así: literarios y de calidad. No lo suelen ser, claro (aunque en los últimos tiempos ya se ha disfrutado o se disfrutará de meritorios títulos de esta rara especie como el rescate de «Cuento de invierno», de Mark Helprin; «Los lanzallamas», de Rachel Kushner; «El hijo», de Philipp Meyer; «Breve historia de siete asesinatos», de Marlon James, y «A Little Life», de Hanya Yanagihara).

Demos las gracias, pues, por este pequeño y colosal y metropolitano milagro que un autor de 37 años nacido en la tanto más reposada Louisiana demoró, con modales de famélico turista de aliento decimonónico, seis años en erigir.

Todo en esta novela está muy bien escrito, aunque se extraña algo de humor entre tanto «pathos»

Y «Ciudad en llamas» –novela a lo grande sí la hay– es algo imponente más allá de sus casi mil páginas, porque esta ciudad inflamable es Manhattan. Y es la Nueva York al borde de la bancarrota de los decadentes años 70. Y es el infernal Upper East Side de los magnates y los edénicos bajos fondos de la bohemia punk de Patti Smith & Co. Y son, en un extremo, esos fuegos artificiales en el cielo (uno de los momentos clave del libro); y, en el otro, ese Segundo Gran Apagón (el primero fue el de 1965) del 13 de julio de 1977 funcionando como desatado clímax.

Entre uno y otro, paisaje panorámico y reparto coral que bebe hasta la exultante ebriedad del Charles Dickens no satírico de «Casa desolada» (y sus tan convenientes como indiscutibles casualidades y algo de su esquematismo étnico); pero, también, de « Watchmen» y «The Wire» y «Dinastía» y «Taxi Driver» vía Edith Wharton, Thomas Pynchon, Tom Wolfe y James Ellroy.

A la moda

Hay un tiroteo de salida en un Central Park más cercano a la jungla y –como si bailaran un maratoniano minué-pogo–, un gay «de color» que quiere ser escritor y escribir algo «tan grande como la vida» y que se parezca más a «Ilusiones perdidas» y «Rojo y negro» que al minimalismo de moda; y un «punk-rocker» megalómano y pintor heredero adicto a la heroína empeñado en el mural de «el rostro de la ciudad»; y un «broker» de Wall Street con esposa insatisfecha; y un periodista depresivo; y un anarquista al frente de la Falange Post-Humanista; y un adolescente asmático; y una chica en coma; y una banda de culto con un único e irrepetible LP llamado «Ex Post Facto»; y varios «flash-backs» y «flash-forwards» (y tan a la moda como prescindibles juegos/«inserts» tipográficos) que ralentizan y aceleran e iluminan la trama. Y todos y todo están muy bien escrito (aunque se extraña algo de humor entre tanto «pathos») y mejor aún documentado (como contraparte «non-fiction» del mismo lugar y tiempo me permito recomendar aquí « Love Goes to Buildings on Fire», de Will Hermes, que, seguro, Hallberg leyó con cuidado).

Y así se sale y se vuelve de «Ciudad en llamas» como quien retorna de un largo viaje. Feliz de estar de regreso en casa pero, al mismo tiempo, con la impostergable necesidad de recordarlo todo y de no olvidar nada y de llamar a los amigos para decirles «tienes que ir allí ya mismo; y después me cuentas. Te lo vas a pasar en grande y te lo vas a pasar de novela».

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