LIBROS

«La negación de la luz»: Masoliver, palabras para sobrevivir

Juan Antonio Masoliver coincide con aquello que decía Octavio Paz de que el amor es el tiempo de la intensidad: la emoción deja de ser mortal por un instante. Así lo manifiesta en sus últimos poemarios

El poeta y crítico Juan Antonio Masoliver (Barcelona, 1939)
Diego Doncel

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Como alguna vez dije, Juan Antonio Masoliver Ródenas (Barcelona, 1939) es un poeta que ha sabido construir una voz singular, un universo propio que ha ido creciendo a lo largo de estos años. De aparición tardía (su primer libro lo publica en 1986) su poesía ha puesto de manifiesto un proceso de depuración que solo significa una manera de llegar a nuevas honduras y dimensiones. Lástima que el indudable poeta que es haya quedado oscurecido por la magnitud de su labor crítica , una labor que a menudo ha sabido clarificar el confuso panorama de nuestras letras.

Poeta de la indagación biográfica , de la emoción y de la imaginación, publica dos libros de madurez donde el vitalismo dialoga con la reflexión sobre el tiempo, donde el amor es siempre una manera de salvar la idea de la muerte, un territorio donde es posible aún sobrevivir. En efecto, tanto «La negación de la luz» como «El cementerio de los dioses» son dos textos recorridos por distintas tensiones: la del hombre que, en un momento de su edad, indaga en su memoria, en su pasado, en su infancia como forma de explicarse el presente precario que le depara la vejez. Y la del hombre que crea un presente donde las plenitudes del amor son más fuertes que las sombras a los que le condena el tiempo.

Memoria y desgarro

Hay en él siempre una memoria recorrida por el desgarro, por las múltiples miserias biográficas, por la ausencia, incluso por la fatalidad de una historia y de un país. Una memoria de dolor. A veces el hablar solo se hace con difuntos , con los fragmentos de vida que dejó atrás su muerte. Ese diálogo con lo otro, con los otros es esencial en esta poesía, y lo es porque resulta una reflexión sobre los límites de la vida, es decir, sobre la materia, las dimensiones y las vicisitudes de las que está hecho el vivir: sobre nuestra fragilidad.

Y sin embargo, lo que crean algunos de los mejores poemas de estos libros es un instante de plenitud, un momento de tregua donde esa plenitud viene dada por el diálogo de los cuerpos, de un cuerpo que sana y cura, capaz de hacer el milagro de la resurrección. Masoliver coincide con aquello que decía Octavio Paz de que el amor es el tiempo de la intensidad, el tiempo donde la emoción, por un instante, deja de ser mortal. En estos poemas, el erotismo posee la moral de lo que salva , de lo que consuela y de lo que ofrece una profunda resistencia tanto a la gris cotidianidad como al gris destino. Pocos poetas, entre nosotros, han logrado hacer del erotismo un universo de vivencia, de experiencia y de reflexión como Masoliver Ródenas, desde múltiples ópticas, desde lo transgresor o desde lo luminoso.

Sin generación

Poeta de intensidades y matices , Masoliver sabe dar voz a la potencia emocional y a una lúcida reflexión sobre el drama del hombre en el tiempo. Y sabe hacerlo con un lenguaje que nunca abandona la tensión, la fuerza y la expresividad, tanto en sus poemas más extensos como en los más breves. En su palabra poética, ya desde sus primeros textos, conviven una visión sorprendente y una imaginación sumamente eficaz para dar voz a la perplejidad del vivir. Acaso sea un poeta sin generación en la medida en que es un poeta al margen y, por tanto, un poeta inusual en muchos sentidos. Hay demasiada riqueza en él para fosilizarlo en un manual.

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