Truffaut marcó una época detrás de la cámara y delante de la pantalla
Truffaut marcó una época detrás de la cámara y delante de la pantalla
CINE

François Truffaut o el poder crítico de un cineasta enamorado

El director de «Los cuatrocientos golpes» no solo cambió el cine moderno con sus películas, sino también con su labor como crítico, que contribuyó a formar a toda una generación de realizadores y espectadores

Madrid Actualizado: Guardar
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Hubo un tiempo en el que hacer cine no era fácil, en el que los directores de Hollywood no eran considerados verdaderos autores sino simples peones al servicio de la industria, en el que la creación artística europea estaba «enfrentada» a la americana, en el que ambos tipos de cine no dialogaban. Además, las dificultades técnicas y el elevado presupuesto necesario para filmar, hacían del oficio del cine una dura tarea, solo para valientes. Hace apenas sesenta años, los aparatos que permitían rodar una película eran pesados artilugios, y los equipos de sonido impedían que la cámara se moviera libremente, encorsetando la imagen a las exigencias del sonido.

Pero a finales de los años 50, tras una serie de avances técnicos, los nuevos directores tenían un mundo frente a ellos por descubrir.

Con el avance de las cámaras y el aligeramiento de los equipos de sonido se atrevieron, por ejemplo, a subirlas a coches o sillas de ruedas; a filmar movimientos hasta entonces imposibles; a ofrecer una nueva visión del mundo. Fueron los cineastas de la Nouvelle Vague (la Nueva Ola) francesa los que exploraron el mundo que se abría ante ellos. Con André Bazin al frente como teórico e inspirador del movimiento, los nuevos directores franceses de mediados del siglo pasado, que procedían del ámbito de la crítica, dieron otro sentido a su creación. Y por primera vez consiguieron reivindicar la figura del director como la de aquella persona que deja su sello personal en cada creación. Desde entonces, y gracias a aquellos jóvenes que jugaban con las posibilidades sin explorar aún del cine, se habla de un cine de autor y se reconoce que el trabajo de cineastas como Hitchcock o Howard Hawks está al mismo nivel que el de Bergman o Fellini. Hacían películas totalmente diferentes y baratas (en blanco y negro, con formatos subindustriales, sin decorados, rodadas en 16 mm…) y sus intereses se centraban en las historias de lo cercano.

Cineastas «de menos de 30»

« Los cuatrocientos golpes», de François Truffaut e « Hiroshima, mon amour», de Alain Resnais (ambas de 1959) fueron las encargadas de «inaugurar» este movimiento cinematográfico, del que Truffaut dijo que lo único que unía a sus directores era la pasión por las máquinas tragaperras. Para Jean-Luc Godard, lo que compartían era que tenían menos de 30 años y que hacían películas de menos de 30 millones. Lo cierto es que estos nuevos cineastas, que estaban fuera de la industria, trataron de dar al espectador joven un hueco que hasta entonces no tenía.

Bernard Eisenscheitz resumía que la Nouvelle Vague representa, por un lado, un concepto histórico (la ruptura con el cine francés que se había hecho hasta el momento), por otro, un concepto económico (hacen cine con un presupuesto mucho más ajustado que hasta la fecha) y, finalmente, otro ideológico (un nuevo tipo de cine para un nuevo tipo de espectador, para un nuevo país).

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