Imagen del conjunto «La dimensión del contacto», de José María Escalona
Imagen del conjunto «La dimensión del contacto», de José María Escalona
ARTE

Ayudas Injuve 2014: Ron Hubbard sobre un «puff»

La anécdota es la base de algunos proyectos subvencionados por el Instituto de la Juventud, en una muestra comisariada por Virginia Torrente. Una buena nómina de artistas más que desaprovechada

Madrid Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Las ayudas para la creación del Instituto de la Juventud han sido durante años una palanca fundamental para la promoción del trabajo de los jóvenes artistas. Se empezaron a otorgar durante los años ochenta, aunque últimamente habían experimentado un cierto ocaso. La Sala Amadís, en la que se presentan habitualmente las exposiciones de los autores receptores de estas ayudas, tenía incluso un origen anterior, pues empezó su andadura durante los años sesenta del pasado siglo. En ella, Juan Antonio Aguirre preparó el primer manifiesto artístico contra el informalismo, con una exposición que recibió el nombre de «Nueva Generación», y de la que surgió en buena parte la renovación de la pintura española de los años setenta. A finales de los noventa, Jorge Díez Acón hizo un excelente trabajo al frente de esta sala, apostando por un buen número de artistas jovencísimos que ahora son ya valores consagrados de la escena artística nacional.

La exposición que ahora se presenta, comisariada por Virginia Torrente, es el resultado de la convocatoria de 2014 de las ayudas a la creación joven en su modalidad de artes plásticas. El número total de proyectos subvencionados este año ha sido de once: diez son propuestas artísticas personales, y una más, concedida al grupo malagueño Espacio Cienfuegos, es un proyecto artístico colectivo en el que, con la ayuda, se invitaba a otros artistas a desarrollar intervenciones específicas en Málaga.

Sensación aterradora

Las exposiciones de arte joven tienen la ventaja de que permiten no sólo tomar el pulso a la creación contemporánea y observar hacia dónde apuntan las nuevas tendencias sino que –y lo que es más interesante– permiten también conocer las inquietudes y las preocupaciones de los más jóvenes.

Analizada desde este punto de vista, la perspectiva sobre la nueva generación artística que se nos viene encima parece aterradora. Uno de los artistas (Javier Velázquez), nos plantea «la posibilidad de revivir a L. Ron Hubbard a través de un actor, replicando su estructura psicológica, patrones de conducta, carácter e ideología en un nuevo personaje». Ron Hubbard era el atrabiliario padre de la cienciología, del que se decía que vivía en un barco en aguas griegas, atendido por esclavas sexuales adolescentes y que murió dejando una herencia de 600 millones de dólares. Velázquez organiza tres diferentes entrevistas a un actor, que conversa con un psiquiatra, para tratar de acercarse a tan «extraordinario» personaje.

Si fueran científicos, estos artistas merecerían estar nominados a los premios IgNobel

Otro de los proyectos medita melancólicamente sobre el progresivo alejamiento de la luna con respecto de la tierra. Pues, al parecer, el satélite se aleja todos los años de nuestro planeta unos 3,78 cm. Y a la artista sevillana Julia Llerena esto le incita a la melancolía. Más alucinante todavía es el proyecto realizado por Gabriel Pericás, una larga meditación, presentada en forma de libro, acerca del origen, la forma y el sentido del «puff». ¿Del «puff»? Sí, de ese sillón con forma de saco relleno de bolitas de poliestireno.

Pisar sobre mojado

Un cuarto artista, Eloy Domínguez Serén, recibió una subvención para un proyecto consistente en contemplar la lluvia («Tierra mojada»). Él lo explica de un modo menos crudo, pues su proyecto, según él, consiste en «retratar y explorar, a través del medio audiovisual, la materialidad de la lluvia, su efecto “corpóreo” sobre las personas y su entorno, con el fin de ilustrar o evocar una percepción “física” y cruda de la misma, desromantizada, desdramatizada y desmetaforizada», pero, a la postre, el resultado parece que viene a ser el mismo. Asimismo, un pintor, cuya pintura no parece tan descarriada como las ideas que sobre ella profesa, nos dice que su trabajo está muy influido por la lectura de Nietzsche, pero, específicamente, por lo que él denomina su «alcionismo». Que yo sepa, sólo Julián Marías había escrito algo sobre alcionismo. «El sonido alciónico –nos dice el artista, Julián Cruz– ocupa un capítulo más en este estudio. En este caso, se trata de un concepto enigmático que aparece en todos los libros de Nietzsche pero al que sólo se refirió a partir de metáforas oscuras y acertijos». O sea, un tema extraño y una cosa rara, dentro de la inmensa obra de Nietzsche y de su importancia para la filosofía del arte, es a la postre lo que viene a interesarle a este creador.

Si fueran científicos, sin duda, todos ellos merecerían ser nominados para los célebres premios IgNobel, otorgados cada año a los proyectos científicos más delirantes, pero como son artistas, parece como si el delirio y la fantasía les fuese exigible. Es posible que las cosas no sean, sin embargo, del todo así. Y que el arte no sea necesariamente el producto del delirio alucinante y de la fantasía más estrafalaria. Pero claro, con los tiempos que corren, ¿quién les puede pedir otra cosa?

Ver los comentarios