Imagen de archivo de la muestra de Andrés Serrano en Artium
Imagen de archivo de la muestra de Andrés Serrano en Artium - EFE
ARTE

Artium: pleno al quince

La de Liliana Porter es la primera cita que conmemora el XV aniversario del museo Artium, en Vitoria. Siempre en la brecha

VITORIA Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En nuestro país, la educación, la cultura y el deporte dependen del mismo ministerio. El «pleno al quince» es una expresión coloquial que hace alusión a un juego de azar en el que el fútbol es el protagonista. Hacer depender de la misma cartera vertientes de tan diferente naturaleza ha ocasionado que, justamente, los centros de arte españoles se hayan visto desprovistos de muchas necesidades mínimas para ser «rentables». Muchos recordamos el «boom» museístico que hace veinte años parecía afianzarse en España, el cual nos hizo ver un oasis cultural que con el tiempo ha ido dejando la triste realidad de un desierto con pocos refugios. No disponer de medidas que salvaguarden los centros ya creados y que permitan que los artistas, comisarios o profesionales de la cultura puedan tener una remuneración acorde con su trabajo ha dado como fruto un panorama desolador.

El olfato del político

En el País Vasco, el «efecto Guggenheim» visibilizó unas necesidades de gran parte de las «periferias», que asistían a una situación de casi total inexistencia expositiva. La presencia de grandes muestras y el cambio de fisionomía de la ciudad en torno al llamativo edificio de titanio hicieron saltar todas las alarmas políticas en torno a las bondades de tener un gran contenedor cultural en las diversas comunidades autónomas, probablemente, también influidos por todas las «kunsthalle» europeas que demostraban que cualquier núcleo urbano puede nutrirse satisfactoriamente de este efecto cultural. Durante quince años, hemos visto cómo infinidad de centros han ido mermando su actividad por no haber sabido asumir esos modelos con modestia y humildad.

Artium se ha convertido en una rara avis de nuestra geografía, manteniéndose en pie ante una situación nada idílica

Artium, en Vitoria, ha conseguido en esta década y media posicionarse como centro de referencia nacional, sin artificios ni desmesuras, logrando que la ciudad en la que se asienta tenga un modelo sostenible de actividad cultural cuidado, de calidad y plural. La apertura del centro, unos cinco años después que el Museo Guggenheim en esa época de «bonanza», tuvo sus detractores, ya que existiendo un centro como el bilbaíno a tan solo una hora, parecía de locos sostener otro en una urbe tan cercana. Artium ha logrado hacer «pleno al quince» por saberse distanciar de una programación basada en muestras de presupuestos y nombres deslumbrantes que, a pesar de llevar el sello Guggenheim, también se financian con dinero público, y hacer un trabajo de largo recorrido con citas basadas en la generación de discursos curatoriales, y modestas adquisiciones de arte de entre lo más granado de las diversas generaciones de nuestro país.

A la vista y disfrute del ciudadano

Equilibrar los programas, tanto a nivel presupuestario como de interés para los diversos públicos, ha hecho que Artium se haya convertido en una rara avis de nuestra geografía, y que se haya mantenido en pie ante una situación nada idílica para los grandes centros de los años 2000. Su colección es revisada constantemente con modos nuevos, lo que consigue que su patrimonio –que emanaba de lo atesorado por la Diputación Foral– no quede almacenado, sino a la vista y disfrute ciudadano. Ahorran así producción y transporte para que pueda destinarse a investigaciones constantes por parte de artistas y comisarios, que no ven truncadas las programaciones por recortes presupuestarios y que permiten al centro segir manteniendo un nivel de calidad grandioso, más aún si pensamos en la magnitud de salas que posee.

Otro punto que alabar es la biblioteca y centro de documentación, que deja patente que cualquier parte de la rueda expositiva es crucial para el buen funcionamiento de las cosas.

La clave de este éxito no tiene nada que ver con el azar o el premio, para nada económico. Es la permanencia, arraigo y nutriente que aporta al tejido cultural ya no sólo local, sino nacional, y que allí, y hasta la llegada de la Capitalidad Cultural de San Sebastián, parecía que sólo podía quedar deslumbrada por los destellos plata de la ría de Bilbao.

Ver los comentarios