La pérgola de Santa Bárbara se convierte en un campamento para personas sin hogar

El mirador estaba ideado para crear un espacio urbano con cafetería y ludoteca que dinamizara El Balón, El Mentidero y La Viña

Cádiz Actualizado: Guardar
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Entre el Parador Hotel Atlántico y la plaza Rocío Jurado, se extiende la pérgola de Santa Bárbara. La estructura, que discurre sinuosa paralela al Parque de Genovés, se inauguró en marzo de 2015 y en menos de dos años ha pasado de ser un equipamiento concebido para revitalizar los barrios del entorno a convertirse en un albergue eventual de personas sin hogar.

El deterioro de la pérgola es notorio a simple vista. El óxido hace estragos en muchos de sus enrejados, la suciedad transforma en opacos los cristales que, además, en muchas zonas aparecen fracturados. Hay pintadas en las paredes, colillas, latas y papeles, amén de multitud de enseres como colchones, toallas, mantas y sillas de playa que amueblan unas dependencias tomadas al asalto.

La estructura se consume sin mantenimiento y parece condenada a morir abandonada. Un destino muy alejado del proyecto inicial.

Por aquel entonces, el pérgola-mirador de Santa Bárbara estaba llamada a convertirse en una atalaya a la Bahía de Cádiz y en un nexo de unión «permeable» entre el paseo del mismo nombre y el Parque del Genovés. La estructura derribaría el muro que aprisionaba al jardín por el oeste, la vertiente orientada al mar. Y, aunque el proyecto siempre despertó recelo y más de una crítica, lo cierto es que después de haber invertido en su construcción más de un millón y medio de euros provenientes del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Feder) se está dejando morir.

La propuesta del arquitecto José Luis Bezos, que fue en su día el ganador del concurso de ideas al que se presentaron otros muchos proyectos, tiene que considerarse de manera integral. Una de las funciones que cumple a rajatabla es la de defender de la salinidad del mar a las especies vegetales del parque (el viento marino transporta sales que sin la existencia de esta barrera arquitectónica se depositarían en las hojas y podrían llegar a quemarlas). Este cometido lo realizaba antaño un muro macizo que ha sido sustituido por la estructura más liviana de la pérgola que además ofrece acceso directo al parque (a través de varias puertas abatibles) y al sótano del aparcamiento subterráneo.

Otra utilidad del equipamiento, no demasiado explotada por los ciudadanos, es la parte alta de la estructura que permite recorrer la zona litoral por un paseo elevado a poco más de tres metros sobre la cota del mar.

Para atraer tanto a gaditanos y como a turistas y potenciar la actividad en la zona, el diseño había reservado espacio para varios locales que se iban a destinar a actividades culturales, aseos públicos, vestuarios y zona de almacenamiento para el personal de trabajo del parque. Al menos, así estaba previsto. La realidad es que los más de 380 metros de estructura lineal permanecen desaprovechados e ignorados por el actual equipo de Gobierno.

Basura y lunas rotas

Entrar a pie en el subterráneo de Santa Bárbara casi puede catalogarse de aventura. Existen múltiples accesos pero ninguno invita a entrar. Las puertas están rotas, hay latas de cerveza, enseres como colchones, bolsas y sillas... las puertas del ascensor rezuman óxido, hay graffitis en las paredes, orines en algunas esquinas y algunas de las lunas de cristal reforzado están fracturadas. Las salas que en su día se crearon en los bajos, –algunas están incluso amuebladas porque iban a funcionar como oficinas–, se han convertido en una zona de acampada. La suciedad se acumula y las quejas de los ciudadanos se suceden. Más de media docena de personas sin hogar están utilizando estas instalaciones como refugio en las frías noches de invierno y el entorno tiene una apariencia descuidada. No se limpia y cada día está más deteriorado.

Entre las personas que pernoctan en la pérgola no responden hay patrón común. Hay jóvénes y hay quien no lo es tanto. Hay quien está de paso como César, un cocinero argentino que espera poner rumbo a Canarias más pronto que tarde. Y también hay quien lleva años en la ciudad y alterna estancias en los albergues con periodos en la calle. «Lo que yo te puedo contar es que no he tenido ningún problema. Alguna vez he escuchado una discusión entre ellos pero intentan pasar desapercibidos. Incluso hay quien barre y recoge pero, lo cierto, es que este no es un lugar para dormir», comenta un trabajador municipal.

Las obras que se están realizando en el parque del Genovés tampoco han favorecido la pulcritud del entorno. «Vengo bastante por las mañanas cuando abren porque me gusta pasear con el perro y creo que se podría sacar más rendimiento a todo. La zona más cercana al Parador ha quedado muy bien pero ahí no he visto trabajar mucho», explica un vecino del Mentidero señalando uno de los accesos al aparcamiento subterráneo que se encuentra en la parte central del paseo. Por su parte, el parking ha contactado con Mantenimiento y Urbanismo para informar sobre la situación en la que se encuentran las puertas (que están dobladas y no cierran )y han transmitido las quejas de algunos ciudadanos.

Este periódico ha tratado de obtener información sobre las actuaciones realizadas por el Ayuntamiento en la pérgola y sobre las iniciativas previstas para adecentar y limpiar la infraestructura pero no ha recibido información alguna. Fuentes municipales si apuntan que se está trabajando en un pliego para sacar a concurso la explotación de los locales ubicados en la planta baja aunque sin especificar más datos. Algo chocante, sin tenemos en cuenta el espacio privilegiado donde se enclava la pérgola mirador de Santa Bárbara; rodeada por un parque que merece la pena recorrer, flanqueada por el Hotel Parador Atlántico y en el futuro cinturón universitario que la UCA ya ha puesto en marcha con el inicio de los trabajos en la residencia Beato Diego que se prevé finalizar, si no hay demoras, antes de que concluya el nuevo año.

Apuntaba Bezos que «la ciudad es un organismo vivo. La gente se tiene que acostumbrar a los cambios» pero cuando hay escaso interés por parte de las instituciones se hace complicado poner en valor los equipamientos.

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