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Vejer, el pueblo de la felicidad

Razones por la que visitar, o quedarse, en la localidad gaditana

Además de por su estética y su riqueza etnológica y cultural, el pueblo jandeño sobresale por su oferta gastronómica

CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Dicen que las verdades requieren de pocas palabras para ser explicadas. Eso le pasa a Vejer, donde lo primero que encuentras en la entrada al pueblo es un cartel que te dice que estás a punto de poner los pies en uno de los pueblos más bonitos de España. Tal cual. Sin rodeos y con la verdad por delante, porque antes de que lo dijera un letrero ya lo opinaron los miles de visitantes (y vecinos) que cada año atraviesan su muralla como el escritor italiano Federico Moccia, el actor Jude Law o el más de medio millar de extranjeros que vive en Vejer, la mayoría europeos que cambiaron sus ciudades por un lugar de sobrada belleza y autenticidad.

Sobre un cerro a unos 200 metros sobre el nivel del mar, Vejer conserva costumbres y un conjunto histórico-artístico en el que se abrazan todo lo bueno de las civilizaciones que pasaron por allí.

Los cinco siglos y medio de dominio musulmán marcaron su fisonomía actual, que es uno de los principales reclamos turísticos: un entramado de calles estrechas y laberínticas con casas encaladas de recatado aspecto exterior y vistosos patios interiores.

La arquitectura, digna de las mejores paletas de pintores, es herencia de diferentes culturas y no pocas pugnas de la historia. No hay excusa para perderse su muralla (con sus cuatro arcos y sus tres torres), el Castillo, la casa del Mayorazgo, la iglesia del Divino Salvador o el Museo de Tradiciones y Costumbres, una oda a los oficios del campo y a la forma de vida de los vejeriegos. Pero si decides perderte algo, que sea por sus calles, un laberinto de calles empinadas y casas blancas donde cualquier alto en el camino ofrece tranquilidad y alguna escena cotidiana que observar. En verano también es recomendable ir a La Corredera con su paseo mirador antes de cenar porque resulta un mano a mano con el atardecer.

Durante todo el año la plaza de España (más conocida como plaza de los ‘pescaítos’, por la fuente que tiene en el centro) es el punto de encuentro de muchos turistas y el latido de la vida diaria de los vejeriegos. Un vistazo desde allí da cuenta de que seguramente son pocas las postales que puedan venderse de Vejer y muchos los motivos para visitarlo o quedarse.

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Para chuparse los dedos

Además de lo visual, lo etnológico, lo turístico y lo cultural, Vejer es un sitio para chuparse los dedos. En los últimos años han abierto bares, restaurantes y terrazas amigos del buen gusto en la mesa y en la decoración. Valvatida, Garimba Sur, Trafalgar, Las Delicias, Marengo o El Central, entre otros y siempre con el permiso del lomo en manteca de los bares de toda la vida y de la venta Pinto, se suman a la oferta de restauración de calidad y estética cuidada que inició el prócer El Jardín del Califa, un emblema en Vejer. La vaca retinta y el atún rojo son dos estrellas indiscutibles de la cocina como obligada una vuelta por la plaza de abastos y el mercado gastronómico de San Francisco, un dos por uno donde poder comprar y tapear al mismo tiempo. Abrió hace dos años y medio y su diseño e interiorismo, con toques árabes, recuerdan al pasado de Vejer. Está en línea con otros mercados gastronómicos de España pero más pequeño y con más autenticidad por metro cuadrado.

En los alojamientos se nota la mano de los europeos que ahora son vejeriegos. Parece que en Vejer lo bonito es contagioso. Aparte de los hoteles (La Casa del Califa y el hotel V, entre los más aplaudidos) hay muchas casas reformadas tanto por extranjeros como por familias locales que se alquilan completas o por habitaciones. Cobijan todo el encanto de la vida del pueblo con un plus de confort y, en muchos casos, vistas panorámicas como la casa de nombre Rosario 5, dentro del recinto amurallado y una de las últimas incorporaciones de gente local a la oferta de hospedaje de Vejer.

Estos son algunos de los motivos por los que Vejer está en los planes de viajes de mucha gente. También contribuye que su Ayuntamiento cada año se reinvente en su oferta turística para promocionar el pueblo con originalidad y respeto máximo a su esencia.

El resultado es que todo el mundo quiere ir, y muchos quedarse. Hasta la felicidad y el bienestar se unieron en un congreso para ir a Vejer. Y repitieron.

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