Niños afectados por este trastorno en una sesión de trabajo con una orientadora.
Niños afectados por este trastorno en una sesión de trabajo con una orientadora. - l.v.
vuelta al cole

El inquieto regreso a las aulas

Familiares y médicos resaltan la importancia de que desde la escuela se conozca y apoye a los afectados por el trastorno de déficit de atención

ANDRÉS GARCÍA LATORRE
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Empezar un curso nuevo siempre es motivo de nervios, tanto para padres como para alumnos. Momentos de cambios y de incertidumbre. Estos nervios, que pueden tener parte de encanto, se vuelven dramáticos cuando afectan a una familia cuyo hijo presenta un Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Nuevo profesor (que puede entender el problema, o no), nuevos compañeros (¿se burlarán o serán comprensivos?) y nuevo equipo de apoyo (que puede ser de los que apuesta por colaborar por los padres o de los que se pierde en el papeleo). «Si para el los padres de un niño con este problema siempre hay nervios, tenga el chico 5 o 15 años, imagínate lo que sufre el propio alumno», explica Rosa María Caballero, presidenta de la Asociación de Amigos y Familiares de Niños con TDAH y madre de un adolescente afectado.

«Cuando oigo eso de que este trastorno no existe y que es un invento de la industria farmacéutica siempre pienso lo mismo... cómo se nota que esta persona no tiene a un niño con este problema en casa». La experiencia le hace a Concha de la Rosa, responsable hasta hace un par de años de la Unidad Psiquiátrica Infanto-Juvenil de la provincia, indignarse ante los comentarios que desprecian un problema que genera «una gran cantidad de sufrimiento tanto en los niños y adolescentes como en su entorno». Eso sí, De la Rosa es taxativa: «es un problema que tiene tratamiento y que, cuando se inicia, le puede cambiar la vida al niño».

Lo primero que hay que dejar claro, y así arranca tanto este reportaje como cualquier conversación con alguien relacionado con el TDAH, es que el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad es una enfermedad real, con causas, diagnóstico y tratamiento. Y es en el colegio, que está a punto de empezar, uno de los lugares en donde el niño (pese a que la enfermedad no es exclusiva del género masculino, sí tiene una mayor prevalencia en los chicos sobre las chicas) que puede estar afectado encuentre más problemas.

«De nada sirven las terapias de apoyo si desde el aula no se integra al niño»

«Es en la escuela en donde pueden estallar los problemas de autoestima y de depresión del niño si el entorno no entiende su enfermedad», resalta De la Rosa. Un poco más allá va Caballero, que recalca que «de nada sirven las terapias de apoyo, los psicólogos y la colaboración de la familia si luego un profesor arrincona al niño y no entiende lo que le pasa».

Es muchas veces en las aulas donde las alarmas saltan por primera vez, al notar a un niño especialmente inquieto y que no es capaz de mantener la atención. «Es cierto que todos los niños tienen ese componente inquieto, pero hay algo que debe hacer sospechar a los padres y es el de la impulsividad imprudente, que les hace proclives a tener demasiados accidentes y que les impide medir los riesgos a los que se enfrentan», detalla la profesional, una de las pioneras en el campo de la salud metal infantil en la provincia. De hecho, un rasgo que presentan muchos afectados por el TDAH es sumar un amplio historial de visitas al pediatra.

La importancia de la escuela

Para el desarrollo del afectado, la comprensión y apoyo de su entorno más cercano es fundamental. Y eso pasa necesariamente por la escuela. De la Rosa cree que se han dado grandes pasos en el tratamiento que de la enfermedad se ha hecho en las escuelas. «Ahora los profesores son muchas veces los primeros en advertir que un niño puede sufrir el TDAH, pero no ha sido un camino nada fácil...», detalla. Y es que hasta no hacía demasiados años los maestros seguían marginando, por ignorancia, a los alumnos que sufrían este trastorno. Incluso hoy en día hay profesores, si bien las asociaciones que trabajan con los afectados señalan que son los menos, que siguen pensando que no es una enfermedad real.

En cualquier caso, el alumno se enfrenta a un ambiente generalmente hostil. «Si el niño es inquieto, el resto de compañeros tiende a marginarlo; de hecho, un gran porcentaje de niños de entre 8 y 12 años presenta cuadros de depresión por este motivo», detalla De la Rosa, que añade la especial sensibilidad que debe tener el profesional de la enseñanza al dirigirse a estos niños: «También tienen que tener cuidado de no decirles cosas como ‘cómo se nota que hoy no te has tomado la pastilla’ porque pueden hacerlos objeto de burla». En cualquier caso, De la Rosa es consciente del trabajo que se ha hecho desde el ámbito educativo con estos alumnos y no le duelen prendas en reconocer que, en algunos casos, «han sabido llegar donde la comunidad médica no hemos sabido o no hemos podido».

Caballero, no obstante, echa en falta, en los colegios que se tome conciencia real de que es un problema que hay que abordar de foram global. «Igual que si hay un chico con movilidad reducida se le facilitan rampas y ascensores, a este colectivo deberían ponerles esas facilidades; lamentablemente, el TDAH sigue siendo una minusvalía invisible».

Imprescindible tratamiento

El mensaje que durante la entrevista repite con insistencia tanto la que durante dos décadas fue la máxima responsable de la salud Infanto Juvenil en Cádiz como la cabeza visible de la asociación que integra a los familiares de los afectados es que el Trastorno por Déficit de Atención es una enfermedad («no nos perdamos en la semántica a la hora de definirlo») que se trata y se corrige. «Sólo desde la ignorancia se puede desechar el empleo de los fármacos, ¿es que acaso alguien rechazaría tomar antibióticos cuando tiene una infección?», repiten con casi idénticas palabras.

«En unas semanas de tratamiento los niños mejoran bastante y van corrigiendo patologías asociadas, como la depresión que, durante la adolescencia, hacen que haya una mayor prevalencia de embarazos precoces y de drogadicción», indica De la Rosa. El que haya ya tratamientos con genéricos contribuye también a desmontar la teoría conspirativa de que es la industria farmacéutica quien se inventó este mal. «Nosotros siempre repetimos que organizamos nuestras jornadas a base de esfuerzo y de ser muy pesados, los laboratorios poco –siendo generosos– nos ayudan», zanja con indignación Caballero.

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