Dos estudiantes (una española) «inventan» la comida a domicilio en Venecia

Silvia y Marco viajaron a Venecia para hacer la tesis de fin de grado del Basque Culinary Center, pero el confinamiento les animó a poner en marcha un tipo de servicio desconocido en esta ciudad

Silvia Rozas y Marco Zambon, en Venecia
J. F. Alonso

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Silvia Rozas y Marco Zambon, estudiantes del Basque Culinary Center, llegaron en febrero a Venecia para empezar una nueva vida. Tenían que hacer una tesis que cerrara sus titulaciones en esta institución educativa de San Sebastián, y le daban vueltas a la idea de aportar conceptos innovadores a un nuevo modelo de negocio basado en el producto local. Soñaban con tejer una red de artesanos, cocineros, agricultores o pescadores y todo ello en una ciudad acosada por el exceso de turistas y por la acqua alta. Al mismo tiempo, empezaron a trabajar en Birraria La Corte , el restaurante de la familia de Marco. Todavía era invierno. En marzo, aquella nueva vida ya era vieja.

Como la mayoría de los restaurantes de Europa, Birraria La Corte cerró. Y Silvia, de 24 años, y Marco, de 27, empezaron a pensar en cómo aprovechar el tiempo. Pronto cayeron en la cuenta de la efervescencia de la comida a domicilio en muchas otras ciudades italianas y europeas. Pero -curiosamente- no en Venecia, con una media de población mayor, poca actividad en redes sociales o aplicaciones móviles y obstáculos logísticos evidentes . Allí, los restaurantes siempre estaban llenos de turistas, y a los vecinos nunca se les ocurrió que alguien les llevara la comida a casa. ¿Ni siquiera en estos tiempos de confinamiento? Esta pareja de estudiantes decidió que valía la pena intentarlo.

«La estrategia era fidelizar a los clientes y tener una pequeña fuente de ingresos -afirma Silvia-. Después, hemos visto la respuesta y creemos que este negocio puede continuar cuando esto pase». El 1 de abril llevaron el primer servicio. Ahora pueden hacer unos sesenta al día con una oferta doble: cocina y pizzería . En el primer caso, trabajan tres primeros y tres segundos, con carnes y pescados, y pensando en elaboraciones que lleguen en buenas condiciones y que sean fáciles de calentar en caso necesario. Respecto a las pizzas, hay días -los sábados- que llegan a hacer hasta ochenta o cien.

Otros restaurantes han seguido estos días la iniciativa de Silvia y Marco, pero -aseguran- «nosotros fuimos los primeros». Los pedidos se hacen por teléfono, la información del menú se entrega en un folleto de papel y la publicidad es boca a oreja. Las entregas las hacen a pie, las más cercanas, o en barca. Dice Silvia que tuvieron la suerte de que su restaurante, que está en Campo San Polo -la mayor plaza de la ciudad, después de la de San Marcos-, dispusiera de una barca, un pequeño tesoro, que ahora les permite llegar a barrios alejados. En la nueva pequeña empresa trabajan seis personas, con Silvia en el cocina y un ritmo de trabajo muy exigente, pero que aún les permite soñar con ese futuro que les hizo viajar a Venecia. El producto local. Tejer una red de colaboración. Innovar. Y, por qué no, continuar con el servicio a domicilio.

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