La ruta más bonita de Segovia (y la que menos turistas tiene)

Un paseo por la histórica y quizá poco conocida muralla que rodea la ciudad castellana, que ofrece perspectivas nuevas sobre sus grandes monumentos

Tramo de la muralla de Segovia a la que se accede por la puerta de San Andrés Fotos: @jfalonso
J. F. Alonso

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Los turistas llegan a Segovia con un póquer de ases en la mano: el acueducto, la catedral, el alcázar y una reserva para un cordero o un cochinillo asado. Con eso se aseguran un día casi perfecto. Sin embargo, más allá de esa mano ganadora, la ciudad tiene muchas otras lecturas. Algunas, entre el cielo y el suelo: al amanecer, en una explanada de la Calle 3 de Abril, en las afueras, suelen volar media docena de globos con turistas perplejos ante el espectáculo. Y luego está nuestra sugerencia de hoy: un paseo por la (quizá) poco conocida muralla que rodea el casco histórico.

Postigo del Consuelo, al final de las escaleras que llevan desde el Azoguejo a la zona más elevada del acueducto

La muralla de Segovia no es evidente: hay que buscarla. Para ver las paredes de piedra que abrazan la ciudad hay que alejarse un poco. Nuestra ruta, que no tiene un folleto específico en la oficina de turismo, puede empezar subiendo las escaleras que trepan junto al acueducto hasta la parte superior. Allí espera un bonito mirador sobre la imponente e histórica contrucción romana, y también el Postigo del Consuelo , una puerta que fue derribada en el siglo XIX y reconstruida en 1947 reutilizando la portada de un edificio de la calle Real. Desde este punto a la puerta de San Andrés puede quedar más de una hora de camino, o quizá dos, según las prisas, las fotos o la curiosidad de cada cual.

El primer recinto amurallado de Segovia se remonta a la época celtíbera, y estaba cerca del alcázar. En el siglo III, durante el dominio romano, se ejecutó un trazado más completo. Y de 1088 a 1122, encargado por Alfonso VI a su yerno el conde Raimundo de Borgoña, se levantó el recinto amurallado que se asemeja bastante al que podemos ver hoy. Tenía una longitud de 3,4 km (4.075 varas castellanas), con una altura media de 9,47 metros, y fue construido en algunos tramos con mampostería, en otros con tapial de piedra y utilizando cal y arena como argamasa.

Empezamos a seguir esa muralla en el Postigo del Consuelo -una apertura en la muralla de menor entidad que una puerta- en busca de la iglesia de San Juan de los Caballeros . Se trata de un edificio construido entre los siglos XI y XIII con una estructura de tres naves sobre los restos de una iglesia de época visigoda. Fue el panteón de los caballeros Fernán García y Día Sanz, fundadores de los Nobles Linajes de Segovia. En 1905 el edificio fue adquirido por el ceramista Daniel Zuloaga, que instaló allí su taller y su vivienda. Hoy es la sede del Museo Zuloaga .

El paseo continúa hacia el Huerto de las palabras y de los cerezos , un jardín inaugurado en 2010 en la cara norte de la muralla en homenaje al escritor Miguel Delibes . Sí, está lleno de palabras que identifican su obra (‘Sencillez’, ‘Belleza’, ‘Piedra’, ‘Sentir’, ‘Campo’...) incrustadas en la pared, en esta zona elevada de Segovia, un paisaje de vértigo visto de arriba abajo por el que serpentea el Eresma, en la bucólica Alameda. Solo se escucha el suave ronroneo de alguna fuente. Ningún turista a la vista. Un enorme castaño de Indias, ya lleno de ocres, pide una foto a gritos.

El siguiente mojón de nuestro camino es la Puerta de San Cebrián , junto a un adarve transitable desde el que admirar esta periferia de Segovia. Era la entrada al recinto amurallado desde el barrio de San Lorenzo. Extramuros, al otro lado del río, está el enorme Monasterio de Santa María del Parral , del siglo XV, que siempre ha pertenecido a la orden de San Jerónimo.

La muralla en el Jardín de los Poetas, con el alcázar al fondo

Más adelante encontramos la Colección de Títeres Francisco Peralta (entrada gratuita) y el Jardín de los Poetas , un rincón restaurado y cuidado que abre a las 10.30 de la mañana. Hay quien lo elige para celebrar su boda civil. En el horizonte, más allá de una de las almenas, ya se ve una esquina del alcázar. Y la muralla sigue a nuestro lado, en perfecto estado de revista, un recuerdo sólido de otros tiempos recuperado con esmero.

La muralla desde la Senda de los Suspiros, que nace junto al alcázar

El último tramo -recuperado recientemente- empieza junto al alcázar. Y tiene un nombre propio: la Senda de los suspiros . «Si escuchas bien a la tarde / la brisa aún recuerda la pena / de quienes en las cuevas de este Valle, / esperaron juntos la amarga partida, / dejando atrás casas y haciendas: / Expulsados, sin honra / los judíos de estas tierras». Junto al cartel donde leemos este texto hay una escalera relativamente empinada por la que hay que bajar para pasear por un sendero que avanza pegado a la muralla.

En la oficina de turismo aconsejan un calzado cómodo, pero que nadie se asuste. La senda está en perfecto estado. A nuestra espalda queda el alcázar de postal, residencia de la realeza y, con Carlos III, sede del Real Colegio de Artillería. A la izquierda, el elevado muro de piedra que hemos venido a ver (a solas, sin turistas, a pesar de ser sábado). A la derecha, el valle del Clamores , las huertas que fueron tan importantes en el siglo XII (aún se cultivan), la cara sur de Segovia. Y al fondo, la silueta de la catedral.

Un tramo de la muralla de Segovia desde la Puerta de San Andrés

La salida de este tramo restaurado, de unos cientos de metros, nos lleva a la Puerta de San Andrés , donde se ha instalado una oficina de turismo dedicada casi exclusivamente a la muralla. Podemos conocer algo más de las puertas de la ciudad, la de Santiago, la citada de San Cebrián y esta de San Andrés (ya no existen las de San Martín y San Juan). Y luego, por un euro, subir a la muralla, pasear unos metros por un adarve que en otro tiempo fue el paso de ronda de los centinelas.

En este camino hemos visto el trío de ases que todo turista espera encontrar, el acueducto, la catedral y el alcázar . Pero de otra manera. Desde una vieja muralla que ahora empieza a lucir como nueva. El cuarto as huele que alimenta al callejear de vuelta hacia el acueducto.

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