Diez de los pueblos amurallados más bonitos de España

Pequeños tesoros que han sobrevivido al paso del tiempo

César Justel

Pedraza, Castellar de la Frontera o Peñíscola son pequeños tesoros que han sobrevivido al paso del tiempo. Pueblos que han conservando sus murallas, callejuelas, ermitas y castillos y que dan la bienvenida al visitante que se transporta a un tiempo de caballeros y doncellas, campesinos y señores.

1

Pedraza, Segovia

Conjunto Histórico con sólo una puerta de entrada y completamente amurallado. A el se accede por la puerta de la Villa, morisca y reedificada en el siglo XVI, que muestra el escudo del duque condestable de Castilla. La calle Real sube hasta la plaza Mayor, flanqueada de antiguas casonas. En esta, porticada y una de las más bellas de Castilla, se alzan la torre románica de la iglesia de San Juan y los palacios de los marqueses de Lozoya y Miranda. El monumento más importante es el castillo, algunas de cuyas piedras se aprovecharon para construir casas del pueblo. Fue enclave romano antes que árabe, y durante cinco años su cuadrada torre del Homenaje sirvió de prisión a los infantes franceses, que después serían los reyes Francisco II y Enrique II. La fortaleza fue adquirida por el pintor Ignacio Zuloaga y hoy pertenece a sus descendientes, que la han habilitado como museo.

2

Castellar de la Frontera, Cádiz

Totalmente encerrada en una fortaleza (Castellar significa precisamente lugar del castillo) es Conjunto Histórico. Cuando hace unos años se construyó un nuevo pueblo abajo, poco a poco todo el mundo se fue marchando a el. Luego fueron llegando extranjeros que compraron las casas por cuatro perras, y las arreglaron. Después llegó la electricidad. Hoy, conseguir una casa dentro del pueblo-fortaleza es casi imposible. De su época hippy queda una especie de poblado-móvil formado por pequeñas caravanas de todos los países que acampan en el exterior todo el año.

3

Peñíscola, Castellón

En este rincón mediterráneo de tranquilas playas, la naturaleza ha levantado un promontorio duro de laderas estériles que sirve de asentamiento a un antiquísimo enclave hoy Conjunto Histórico. Aquí, el cartaginés Amilcar Barca levantó bastiones que todavía se mantienen, y Anibal juró odio eterno a los romanos. Siglos después llegaron los árabes y, más tarde, Jaime I la conquistó y la donó a los templarios, quienes levantaron el castillo. Cuando estos monjes-soldados fueron perseguidos, Peñíscola pasó a la orden sanjuanista y, luego, a la de Montesa. Las actuales murallas fueron construidas en tiempos de Felipe II. Casi todo ha resistido el paso del tiempo: arcos, puertas y la escalera labrada en la misma piedra que baja desde el castillo hasta el mar. La vieja ciudad conserva empinadas callejuelas, pequeñas casas con terrazas típicas de pueblo de pescador y balcones de hierro.

4

Urueña, Valladolid

Los romanos llegaron hacia el año I aC (cerca quedan restos de una calzada y un puente) pero la mayor parte de las murallas actuales son del siglo XIII y XIV. Sus calles y casas, restauradas y reformadas, la dan aspecto de ciudad medieval. Conserva las dos únicas puertas: la de la Villa que mira hacia el Sur con arco apuntado, y la del Azogue, que es el camino de entrada a la villa. Las murallas de este Conjunto Histórico se pueden recorrer por un camino de ronda, desde donde se contempla una extensa panorámica. La mejor hora es la del atardecer, cuando el sol se oculta tiñendo todo de rojo y van encendiéndose las lucecitas de los pueblos. El principal monumento es su iglesia de Santa María del Azogue y fuera del recinto amurallado la ermita románica de La Anunciada y las ruinas de un antiguo monasterio. En su interior funciona desde 2007 una experiencia habitual en otros países, pero no en España: la villa del libro. Un recorrido por las tiendas compensa de sobra el viaje.

5

Daroca, Zaragoza

Es el recinto amurallado más extenso de Aragón. Reconquistada por Alfonso I el Batallador (quien le otorgó el título de ciudad) Daroca es una larga calle Mayor llena de bares donde se toma vino de Cariñena, por lo que a veces parece más larga. La entrada más bonita es donde se halla la famosa fuente y la llamada piedra de Ruejo. La ciudad, amurallada y con 116 torreones, conserva casonas señoriales por todas partes y está declarada Conjunto Histórico. Desde la torre de San Cristóbal se contempla la mejor vista. Daroca es famosa por sus corporales. En el siglo XIII, después de una batalla, las Sagradas Formas aparecieron ensangrentadas y pegadas a los corporales. Se guardan en la colegiata y salen sólo una vez al año, el domingo siguiente a la solemne procesión del día del Corpus.

6

Granadilla, Cáceres

A orillas del embalse de Gabriel y Galán. El casco urbano, de forma circular está rodeado totalmente por una muralla almohade. Les fue arrebatada a los árabes en 1170 y el pueblo se levantó en 1475 cuando pasó a poder de la casa de Alba. En 1965 se construyó el embalse y se inundaron las tierras, teniendo que emigrar sus habitantes. En 1980 se declaró Conjunto Histórico. En medio del pueblo se encuentra la plaza Mayor, tan cuidada que desentona en un pueblo vacío; en ella uno de los mejores edificios, el Ayuntamiento y, al fondo, la iglesia de la Ascensión. Desde lo alto de las torres de entrada se contempla todo el pueblo. En realidad es como un museo y los únicos que la habitan son los encargados de su mantenimiento.

7

Maderuelo, Segovia

Cuando llega agosto desciende el nivel de las aguas del embalse de Linares y puede verse el antiguo puente romano, así como la veleta de la iglesia del pueblo de Linares del Arroyo. Un puente moderno ha sustituido al antiguo cerca de la ermita románica de la Veracruz -monumento nacional-, cuyas bellas pinturas románicas acabaron en el Museo del Prado de Madrid. Al otro lado, rodeando las casas de Maderuelo, se alzan en lo alto del cerro las murallas, que se están restaurando poco a poco y recuerdan la imagen de un barco. Al pueblo se entra por la almenada puerta de los Dos Arcos, donde nacen las dos calles de la villa. Maderuelo es un tranquilo lugar de casas de adobe y dinteles de piedra, en muchas de las cuales figuran antiguas piedras grabadas con extraños signos, sobre todo flores o círculos, provenientes de la ciudad romana y visigoda que antes hubo. Las leyendas hablan de cuevas que comunican las casas del pueblo por debajo. Dos iglesias, una en cada extremo, se reparten las devociones: la de San Miguel y la de Santa María, antigua mezquita según muestran los tres arcos árabes de herradura y con una momia en su interior de incierto origen. Otra cosa de la que están muy orgullosos sus habitantes es de la fuente de Aguachines donde parece ser se curan las enfermedades del riñón. El lugar está lleno de historias, muchas con base real. Su fiesta más importante es la romería de la Virgen de Castroboda, el último domingo de septiembre.

8

Montfalco Murallat Flickr

Montfalco Murallat, Lérida

Con aspecto morisco, semeja desde lejos un navío. Una única puerta da entrada a este pueblo-castillo completamente amurallado que domina parte de la comarca de la Segarra. Aun en verano siempre hace fresquito, debido a la «marinada» (el viento de la costa). Numerosos turistas suben hasta aquí para ver la fortaleza. Pasada la puerta de entrada, que es a la vez mirador sobre campos de cereales, hay una corta calleja que comunica con una pequeña plaza y varias calles, algunas de las cuales están cubiertas por arcos. En un extremo queda la iglesia de Sant Pere cuyo ábside es una torre redonda. Sobre las puertas letreros de «se vende miel».

9

Galisteo, Cáceres

Un camino de encinas saluda al llegar a la población, que surge al fondo con la muralla rodeándola. Se pasa bajo la Puerta del Rey (una de las tres entradas que tiene la villa) sobre la que campea el gastado escudo de los Condes de Galisteo y surge un pueblo de casas bajas y limpias que tiene marcados en algunos dinteles de piedra el año de construcción y el nombre de su primer dueño. En el centro la plaza, con lateral de soportales, y la Puerta de Santa María, con la iglesia de la Asunción de ábside mudéjar. Se puede recorrer la muralla por arriba, aunque el paseo bonito es por fuera. Es Conjunto Histórico y la mejor hora para verlo, el atardecer, cuando las piedras toman bello color dorado.

10

Alarcón, Cuenca

El lugar fue ocupado por los romanos y más tarde por los visigodos que le dieron el nombre de Alaricón, en recuerdo de su rey Alarico. Los árabes, en el XI, levantaron el castillo, que pasó a manos cristianas en 1184. En el residió en el XIV el enigmático marqués de Villena quien lo reconstruyó, y a mediados del XV el infante don Juan Manuel escribió entre sus muros muchas de sus obras. Castillo y pueblo están levantados sobre una península rocosa aislada por las profundas hoces del río Júcar. Por encima se alza la torre del Homenaje privilegiado mirador sobre la comarca. El recinto amurallado se conserva casi en su totalidad, así como torres y puertas, que lo convierten en uno de los conjuntos defensivos mejores de España. El castillo -Conjunto Histórico- actualmente es Parador de Turismo.

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