Stephen King, el último «exiliado» de Facebook

La red social, bajo el paraguas de la libertad de expresión, se resiste a aplicar la revisión informativa de sus publiciaciones pagadas de política

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Facebook es un inmenso patio de vecinos donde sus usuarios viven engañados: pensaban que todo lo que allí ocurría allí se quedaba. Que podían relatar sus peripecias lejos de miradas ajenas. Que estaban protegidos. Vaya paradoja; ese edificio virtual que prometía mejorar sus relaciones personales ha acabado por maltratar la realidad. A medida que se convirtió en el monstruo que es ahora, con más de 2.500 millones de personas registradas, se fue llenando de más personas conocidas, que quedaron prendadas de sus inmensas posibilidades para conectar con sus seguidores.

La careta se le ha caído y muchos intelectuales han empezado a cuestionar si les compensa seguir navegando por este mar de desinformación. La principal red social del mundo acaba de perder a uno de sus más egregios miembros, el escritor estadounidense Stephen King. Cansado y harto de la información falsa que circula sin límites, el intelectual de 72 años ha decidido exiliarse y chapar, definitivamente, la ventana, dejando huérfanos a más de 5 millones de seguidores.

La causa: ya no aguantaba más, así que se une a la retirada de otras cabezas pensantes que en los últimos tiempos han congelado sus perfiles en plataformas sociales por considerarlas tóxicas. «No me siento cómodo con la avalancha de información falsa que se permite en su publicidad política, ni confío en su capacidad para proteger la privacidad de sus usuarios», apuntó en un comunicado.

Una decisión valiente que coincide con la terna que viven Facebook y otras compañías tecnológicas en sus intentos de combatir los bulos en sus servicios. La empresa fundada por Mark Zuckerberg se ha quedado sola. Es la única que va a aceptar mentiras en su publicidad online. En un año en el se que vivirá una importante cita electoral en Estados Unidos, la red social se ha negado a pasar por su programa de revisión informativa las publicaciones políticas a diferencia de otros servicios como Twitter que decidió no aceptar este tipo de contenidos aunque se resientan sus finanzas.

Este enrocamiento de Zuckerberg solamente se puede entender en términos económicos: el golpe a sus ingresos sería brutal aunque lo quiera «vender» como una defensa de la libertad de expresión. Pero han empezado a surgir voces críticas que piden un cambio por el bien de la democracia. El obstáculo al que se enfrenta Facebook es que, si acepta que trata contenidos informativos, debería ajustarse a otro tipo de regulación, tal vez menos favorable en algunos mercados a su boyante economía. Pero, por contra, si mira al tendido es posible que vuelva a suceder lo que se teme; que alguien malintencionado intente interceder entre los usuarios con la propagación de anuncios que, en muchas ocasiones, contienen datos falsos.

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