El fracaso de una de las medidas estrella de WhatsApp

Una investigación pone de relieve que pese a la llegada de la función de mensajes reenviados para combatir la desinformación, los bulos siguen siendo uno de sus principales problemas

WhatsApp, principal servicio de mensajería, en el punto de mira por sus políticas contra los bulos ARCHIVO

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En el verano del pasado año, WhatsApp, conocida aplicación de mensajería instantánea, puso en marcha una medida diseñada para evitar los bulos, avisar de cuándo un mensaje se reenviaba. El objetivo era deshacer el flujo por donde circulan las noticias falsas en una plataforma por donde muchos usuarios se informan. Esa solución, sin embargo, no ha dado con los resultados esperados.

Una investigación (PDF) realizada conjuntamente entre el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y la Universidad Federal de Minas Gerais (Brasil) concluye que la función de limitar a cinco los mensajes reenviados ha conducido a reducir la velocidad de viralización de las llamadas «fake news» pero no ha atajado el problema de raíz.

Cuestionadas su reputación, las principales plataformas de redes sociales como Facebook o Twitter han implementado en los tres últimos años algunas medidas para combatir esta lacra como reforzar los equipos de revisión, mejorar los algoritmos de detección de contenidos con falta de rigor informativo o dar pasos hacia la transparencia en la compra de anuncios publicitarios.

Todo ello ha tenido una repercusión: los usuarios desconfían de estos servicios digitales a raíz de sus continuos escándalos de privacidad pero su uso como herramientas para informarse no ha dejado de crecer. Una macro encuesta de la consultora Pew Research Center lo dejaba claro recientemente: la mitad de los usuarios estadounidenses han perdido la confianza en las redes sociales como altavoces de la información aunque al mismo tiempo ha crecido su utilización para los mismos fines.

Un problema endémico que, unido a la preocupante tendencia de los vídeos manipulados (catalogados como «deep fakes»), lleva a hacerse algunas preguntas: ¿Qué están haciendo de verdad las redes sociales para evitar la desinformación? ¿Ahora que entramos en periodos electorales en países como España o Estados Unidos se va a incrementar la difusión de las noticias falsas?

WhatsApp es la aplicación de chat más popular del mundo, pero su naturaleza cerrada , además de la facilidad para transmitir contenidos multimedia e intercambiar información a gran escala, hacen que sea única y un mensaje se puede volver viral. Fotomontajes de dudosa moralidad, mensajes inapropiados sesgados, vídeos o audios manipulados o soflamas incendiarias sin apenas rigor informativo se dan cabida por este canal de comunicación que, en la actualidad, cuenta con más de 1.500 millones de usuarios registrados . Un fenómeno al alza de difícil eliminación.

«El sentimiento personal y la inmediatez de los mensajes enviados directamente al móvil han sido ampliamente usados para difundir rumores infundados y crear campañas de desinformación en recientes elecciones en Brasil e India», consideran los autores del estudio. «Nuestros resultados sugieren que los esfuerzos actuales desplegados por WhatsApp reducen la velocidad de la difusión de información, pero son poco efectivos bloqueando la propagación de campañas de desinformación cuando el contenido presenta una gran viralidad», añaden.

«Dependiendo de la viralidad del contenido, esos límites no son efectivos para evitar que un mensaje llegue a toda la plataforma con rapidez», apuntan los expertos, quienes constatan que la mayoría de campañas de desinformación están encabezadas por equipos profesionales interesados en grupos políticos. El límite en el número de mensajes reenviados, por tanto, no puede evitar que un contenido llegue a una gran parte de la comunidad. El recorrido de los bulos es largo y duraderos.

Para comprobarlo, siguieron el rastro de más de 784.000 imágenes de grupos públicos creados en tres de los países donde más impacto han tenido los bulos por WhatsApp (Brasil, India e Indonesia. Se analizaron los datos de los dos últimos meses y de quince días después. Los investigadores estiman que la inmensa mayoría de las imágenes (hasta un 80%) no duraron más de dos días en WhatsApp al compartirse una sola vez, pero muchos de los mensajes controvertidos se compartieron más de un centenar de ocasiones, con lo que ello supone: amplificar el mensaje en cuestión de horas. Eso sí, se encontraron algunos matices socioculturales: en una región como India, donde se han vivido violentos episodios a causa de los bulos por redes sociales, el problema se amplifica.

Solo 48 horas bastan para que una imagen manipulada «infecte» a la mitad de los usuarios en grupos públicos, que son el contenedor donde más impacto suelen tener las campañas de desinformación. Pero un espacio más que suficiente como para propagar un bulo rápidamente. Los grupos en WhatsApp pueden contar con un máximo de 256 miembros. En su mayoría son privados, con personas conocidas como compañeros del trabajo, amigos o familiares. Pero un 20% de los mensajes falsos se convierten en virales.

Expertos consultados por este diario descargan parte de la responsabilidad sobre los propios usuarios y coinciden en señalar que existen muchas dificultades para evitar la propagación de bulos por redes sociales y servicios de chat . «Una cosa es la velocidad tecnológica de la viralización y, otra, la razón de porqué se viraliza. La razón no es tecnológica sino que es una creencia del usuario porque coincide con su opinión o sesgo político», señala B orja Adsuara , experto en derecho digital. «Si tú desconocías de una información sueles ir a medios de comunicación serios o a internet para comprobarlo. ¿Por qué no lo haces? Porque estas de acuerdo, te parece gracioso o coincide con tu discurso y quieres propagarlo», sostiene.

«A todos nos ha ocurrido que una información nos ha parecido sorprendente, pero como es verosímil le hemos dado cabida. No hay medida para evitarlo. La gente no quiere contratarlo sino creérselo. La única medida -asegura- es fomentar el espíritu crítico y contrastar varios medios de comunicación». Y, a su juicio, la propagación de bulos por internet seguirá pasando : «No veo ningún medio; por muchos filtros que se pongan para evitarlo, entrar en la veracidad de las noticias es muy complicado. Solo pueden ir ajustando [las redes sociales] los algoritmos para comprobar las noticias contrastadas», apunta.

En la misma línea se sitúa Samuel Parra , experto en la misma materia, quien considera que «si dejamos en su mano [por las redes sociales] que se decidan los contenidos que son o no fake news o, en ciertos casos, evitar su difusión podemos caer en una censura previa. Todo va a pasar por una educación del usuario para que sepa si la información es legítima y veraz y, en caso incorrecto, no difundirlo». En su opinión, no es un problema nuevo pero cree que las plataformas van a poder evitarlo. «Cuando son bulos que reafirman tus convicciones los difundes porque confirman tus creencias, ya sean religiosas o políticas. Es muy difícil de combatir a nivel de usuario y muy peligroso de combatir a nivel de plataforma».

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