De Gea llega a la concentración de la selección española
De Gea llega a la concentración de la selección española - reuters
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De Gea, silencio y «desilusión»

El meta se concentró ayer con España con tristeza y sin realizar declaraciones

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En el tumulto de Las Rozas, multiplicadas por dos o incluso por tres las cámaras y los intrusos para recibir a los internacionales de la selección española, el griterío se disparó cuando llegó el hombre del día. David de Gea debía ser ayer un portero feliz, entusiasmado con su nuevo club después de la presentación de rigor, encantado en su regreso a España para defender el arco del Santiago Bernabéu. Y fue de todo menos eso, triste su caminar hacia la residencia de la Ciudad del Fútbol, vestido de riguroso luto en un martes para olvidar.

Por cuestión de minutos, se queda en el Manchester United y en una situación delicada. Es el fichaje frustrado del verano, un asunto esperpéntico que deja en muy mal lugar a todas las partes implicadas.

El paseo de De Gea resumía la soledad de un portero, especie rara por naturaleza, personas que aprendieron a ser diferentes desde la infancia porque en el colegio se colocaban entre dos troncos de los árboles para evitar la alegría de los otros niños.

De Gea, a sus 24 años, se ilusionaba con una temporada blanca y lo más probable es que la pase en blanco, alejado del Bernabéu y directo a la grada de Old Trafford. Porque se intuye que, después de todo el enredo, Louis van Gaal le sentará en la zona noble del estadio del Manchester United, un curso como tribunero vestido de camisa y americana. Y ahí no necesitará guantes.

Llegó en su coche después de consumir las últimas horas en casa de su novia Edurne, abatido después de esperar un mensaje que no llegó a su hora. La noche del lunes fue tortuosa para él y estuvo aguantando hasta las tres de la madrugada, igual de sorprendido que el resto por el insólito desenlace. Daba por hecho que cambiaba de casa, que cuatro años después de ser una estrella de la Premier -los dos últimos considerado mejor jugador del club- volvía a Madrid, pero para ser blanco.

Ayer aún no daba crédito. A las peticiones de los medios, respondió con un movimiento de cabeza, lo más parecido a un hola con sonrisa educada sin poder esconder su amargura. Tiraba de la maleta y en la puerta de la residencia, ya alejado de la prensa, fue saludando a miembros del cuerpo técnico que se interesaban por él. No tenía más argumentos que emitir un gesto de resignación.

De Gea, según cuenta su entorno, más que nada está «desilusionado», incapaz de imaginarse lo que se le avecina. De ser el portero titular del Real Madrid a ser secundario y un estorbo en Manchester, ciudad en la que aún mantiene su casa pese a lo que se había comentado. «La vida sigue, no creo que nadie se muera por esto», resumió Sergio Ramos. «Debe seguir trabajando para mantener el gran nivel que ha demostrado». Nada consuela a De Gea.

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