Sergio y René Ramos, durante una presentación
Sergio y René Ramos, durante una presentación - efe
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Cuando todo queda en casa

Los desencuentros de Florentino con los agentes familiares empiezan a ser costumbre. La FIFA no les exige licencia

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Quizás el fútbol, y más concretamente el Real Madrid, sea el único ámbito en el que pueda escucharse el lamento «ay, si no hubiera hecho caso a sus padres...». Es habitual que algunos jugadores tengan por representante a un familiar y empieza a ser costumbre también que acaben teniendo problemas con Florentino Pérez.

No es sólo el asunto de Ramos y su agente-hermano René. Ya pasó con Di María, cuyo padre se fue a Manchester acusando a Alguien (no hace falta ser periodista de investigación para saber quién) de injusticia y falta de cariño. Similar el caso de Özil, representado por su padre Mustafá. Éste pedía un importante incremento y el Madrid no cedió, en consecuencia acabó criticando a Florentino («un hombre sin honor») y la imagen (noctívaga, que diría Umbral) que se había creado de su vástago en Madrid.

Después, con el jugador de ojos anfibios ya en Londres, padre e hijo entraron en reclamaciones de dinero antes de romper su relación profesional. En la actualidad, a Özil le representa su hermano Mutlu.

Pero es que ocurrió también con Higuaín. Aún hoy, si su padre se cruza con un periodista le pide una pregunta sobre Florentino. «Mi hijo fue atacado verticalmente por la prensa». Y deja otra acusación: «A Florentino no le gustan los argentinos». A ver: Cambiasso, Redondo, Solari, Gago, Di María y el propio Higuaín... hum, no parece que lleve una cassette de Les Luthiers en el coche, no.

También Robben era representado por papá. Valdano contó que fue él quien pidió la salida del club cuando no le garantizaron la titularidad. Del Madrid no se va nadie... a menos que lo diga el padre. Distintas fueron las cosas con Bosco Leite, que así no suena a nada, pero era el padre de Kaká. Padres hay de dos tipos, los que se llevan comisión y los que no. Mr. Robben, al parecer, era de los segundos.

Los problemas de los agentes-familiares quizás sean mayores en el Madrid. Cuando Florentino presenta a un jugador, se le acerca con la camiseta, dice eso de «has nacido para» y le sonríe como un padre putativo está sugiriendo algún vínculo más fuerte que el apellido.

Pero es antiguo. Mendoza, por ejemplo, se las tuvo tiesas con el padre de Martín Vázquez, celoso de que su hijo fuese el patito feo de la Quinta. Se llegó a decir que en una reunión hubo que separarlos. Porque los padres-representantes siempre piden lo mismo: a) la mejora prometida, b) justicia o c) el contrato de su vida. Quizás haya un plus vindicativo en la negociación.

La culpa de estos roces la tiene la FIFA, que no exige licencia de representante a padres, hermanos y cónyuges. Por Fernando Aramburu, conocedor de la Bundesliga, sabemos que Lasogga, delantero del Hamburgo, es representado por su madre. Y hay cónyuges también. La mítica Gaby Schuster, que le hizo a Gil exclamar un día en la radio «Gaby, métetelo por el coño», o Bianca Illgner, mujer de Bodo, «el agente más duro con el que traté nunca», según Juan Onieva. Lo más cerca que estuvimos en España fue cuando Nuria Bermúdez representó a Dani Güiza. No bastaba ahí con el amor, se tuvo que sacar el título.

La regulación de la FIFA da por hecho que nadie mejor que la familia puede defender los intereses del futbolista, y que el amor suple los conocimientos necesarios, pero olvidan el «Efecto mamá de la Pantoja», el «Efecto Papá de Jesulín» o el «Efecto Belén Esteban»: «Por mi hijo corto las negociaciones, hablo con la prensa, escucho ofertas y me voy al Arsenal». Porque lo más difícil para un padre ha de ser aceptar el valor real del hijo. ¿O acaso nos tasan en casa como en el mercado?

Y sin embargo, hay cierto tipo de futbolistas, los mejores, los más especiales, que lo son desde tan pronto que la familia decide no soltarlos nunca. Messi, Ronaldinho o Neymar, por ejemplo. A Ronaldinho le representa su hermano Roberto de Assis, a Messi su padre Jorge y a Neymar también su padre (padre-de-Neymar o Neymar senior), cuyo fichaje ha costado casi tanto como el del hijo. Los tres han pisado juzgado y en los tres casos da la impresión de que el futbolista no se entera, víctima de un Asperger parcial que sólo afectara a lo económico. Es el futbolista-delegador, al que es fácil imaginar pidiendo dinero en casa antes de salir con el Ferrari a cenar. A ninguno de los tres lo fichó el Madrid, por cierto. Si Zidane hubiera estado acompañado de un progenitor no le habrían deslizado aquella servilleta.

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