A misa y a comer vestido de azulgrana

Es raro que en una ciudad grande como Barcelona suceda que un partido de fútbol marque tanto el ambiente de cada calle, aunque sea el clásico de los clásicos con los dos mejores ataques del mundo frente a frente. En Madrid siempre se dice que ocurren actos muy importantes en muchos sitios y no se notan más que en su lugar de celebración, porque la diversidad de la capital engulle el monopolio de cualquier acontecimiento. En la ciudad Condal suele ocurrir lo mismo. Menos hoy.

Los barceloneses demuestran en cada esquina, desde la Plaza de Cataluña a la Diagonal, que hoy se disputa el clásico y que son azulgranas. Incluso los periódicos de información general hablan con subjetividad sincera que hay que darle fuerte al Real Madrid. Los jóvenes visten por todas partes con la camiseta barcelonista de manga larga, e incluso de manga corta, aunque la temperatura sea de 15 grados de máxima.

Muchos llevan encima otra camisa abierta que deja ver debajo sus colores. Y los hay que van solo con la camisola del equipo, orgullosos de lucirla, aunque mañana tengan fiebre por el frío adquirido en esta fecha del clásico, 22 de marzo.

El colmo de esta demostración se observaba en algunas iglesias. No solo los niños, también los adultos salían de la misa de domingo con la camiseta del Barcelona. Una cazadora, una chaqueta o un abrigo cubría en algunos casos ese muestrario futbolístico, no fuera que el sacerdote pidiera imparcialidad o fuera del Real Madrid. Pero los había que llevaban una camiseta de invierno debajo y lucían la vestimenta de su club sin más tapujos.

En los bares, cafeterías y restaurantes se repetía la misma invasión. Incluso algunos taxistas habían encontrado su traje de trabajo con esos dos colores. Jordi Doménech, un joven de quince años que estaba en Barcelona procedente de Mataró, tenía respuesta para todo: «Dios es del Barça». Esta noche acudirá al estadio.