Religión

La vida en el interior de uno de las instituciones más queridas de Utrera, la orden de las Carmelitas Calzadas

La utrerana Sor María José, acaba de celebrar los cincuenta años de sus votos perpetuos

Sor María José mantiene la esperanza de que en el futuro haya más vocaciones en el convento utrerano A.F.

Alberto Flores

El amor de un pueblo a un colectivo se puede detectar en determinadas situaciones, en las que los ciudadanos dan un paso adelante, demostrando a las instituciones públicas que el pueblo sigue siendo soberano. Es lo que ocurrió en 2009 cuando las religiosas de las Carmelitas Calzadas de Utrera –conocidas de manera cariñosa como las Madres Carmelitas- lanzaron una llamada de socorro, porque el maravilloso techo de la iglesia de su convento, se estaba literalmente cayendo a pedazos. Utrera se agigantó para responder a la llamada de una congregación que ha aportado mucho a la localidad, que es grande gracias al trabajo de muchas religiosas anónimas, como es el caso de la utrerana Remedios Navarro López –sor María José- quien acaba de celebrar las bodas de oro de sus votos perpetuos .

Muchas generaciones de utreranos han crecido degustando los deliciosos dulces que las monjas hornean en el obrador de las Madres Carmelitas, quienes a través de su venta consiguen fondos económicos para seguir ayudando a numerosas personas que atraviesan por dificultades. No en vano los conventos han sido en la localidad, fundamentales para la evolución de la pastelería utrerana, existiendo incluso teorías de que fue en este tipo de instalaciones donde nació el universal mostachón .

Sor María José es de las escasas religiosas de nacionalidad española que aún viven al servicio de su vocación en el convento de las Carmelitas en Utrera y que ha sido testigo de excepción de la evolución de esta institución en las últimas cinco décadas. Reconoce que «lógicamente en todo este tiempo ha habido sus luces y sus sombras, pero en la vida religiosa si acudes al Señor lo superas todo, cuando tienes alguna dificultad te acercas al Sagrario y pides luz. No me arrepiento, si naciese otra vez volvería a ser religiosa y carmelita».

En la actualidad la congregación de las Carmelitas en Utrera está integrada por 16 religiosas

Como ocurre en muchos conventos de clausura, la falta de vocaciones es uno de los principales problemas a los que tienen que enfrentarse estas órdenes. Hace cincuenta años, cuando una joven Sor María José ingresó en el convento de Utrera, había 33 religiosas; un panorama que hoy ha cambiado radicalmente, ya que sólo integran la comunidad 16 religiosas, de las que nueve son originarias de países africanos y dos se encuentran postradas en la cama, aquejadas de diferentes dolencias a causa de su avanzada edad. Con respecto a estos datos, Sor María José se muestra optimista, asegurando que «tengo esperanza en que vengan más vocaciones, la esperanza es algo que no hay que perder nunca».

La vida en el convento de la Purísima Concepción de Utrera poco tiene que ver con el ritmo que rige el día a día del resto de los utreranos. A pesar de que es habitual ver a estas religiosas en algunas de las salidas que realizan, pasan la mayor parte del tiempo en el interior de sus instalaciones, siguiendo unos horarios muy estrictos y una serie de actividades que apenas cambian con el paso de los meses. Invariablemente la campana que marca el comienzo de la actividad en el convento suena cada día a las seis de la mañana , iniciándose una jornada que se extiende hasta las diez de la noche.

En cualquier caso, la dirección de los tiempos y la modernización que ha experimentado la sociedad en su conjunto, también se ha hecho sentir en el interior del convento, ya que como la propia utrerana recuerda, cuando ingresó en la orden «quitaba hierbas del huerto acompañada de Madre Elisa», en un recinto que sigue siendo utilizado por las hermanas africanas para sembrar todo tipo de productos y hortalizas . Unos momentos en los que las propias Madres Carmelitas eran las que se tenían que procurar sus recursos, cultivando el huerto y cuidando ellas mismas a los animales que tenían en sus instalaciones para su propia subsistencia. «Recuerdo el frío cuando teníamos que tender la ropa a las cinco de la mañana, ahora la cosa ha cambiado, igual que han cambiado los tiempos», explica la religiosa.

Nuevas vocaciones

Sor María José mantiene intacta la ilusión que tenía el primer día que entró por la emblemática puerta de esta institución que cuenta con tanto cariño por parte de los utreranos. Para ella, todas las dificultades son superables y asegura que la dureza propia de la vida en el convento «no pesa, no cuesta porque se hace por amor, hay que seguir siempre adelante y no detenerse».

La orden de las Madres Carmelitas es una de las instituciones más queridas en Utrera, y el pueblo lo ha demostrado cada vez que ha tenido la oportunidad. Un pueblo que no deja de mirar a la celosía inconfundible de su convento, donde cada noche de Jueves Santo, las religiosas casi confundidas con la oscuridad no pierden detalle de la salida de la hermandad del Redentor Cautivo , dejando una de las imágenes más emblemáticas de la Semana Santa local.

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