La desesperación tiene precio. Uno que sube o baja según las condiciones, según el punto de origen, el destino, los ocupantes, lo que pagas antes o te dejan fiar para después, el traslado en tierra, el tiempo en el agua, la lancha que se utilice... La desesperanza no entiende de nombres. Ni de sexo ni de edad. Sólo de dinero y de gente dispuesta a pagarlo de la forma que sea con tal de llegar. Incluso de hacerlo más de una vez si alguno de esos intentos falla. Tres o cuatro si es necesario. Hay quien pone esa cantidad y hay quien se aprovecha de todo esto. La costa de Cádiz lo presencia desde hace años. Sus aguas, que separan su litoral con el africano tan sólo unos 14 kilómetros, han sido punto de llegada de decenas de miles de embarcaciones de todo tipo y de todas maneras.
Así, investigaciones policiales contra este tipo de tráfico de personas han destapado que las mafias cobran por ‘viaje’ a partir de los mil euros. Y suben si son menos o si el viaje es más rápido, por ejemplo en una patera-taxi, que les trae, los deja y se marcha, una práctica que va en aumento.
El 5 de noviembre de 2018 se producía la mayor tragedia migratoria en las costas gaditanas de los últimos tiempos: el mar fue devolviendo poco a poco hasta veintidós cuerpos
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En cuanto a las rutas, se sigue manteniendo la del Estrecho (es la más rápida) pero ahora con partidas desde más lejos -Tánger, pero también Larache, Kenitra...- Las playas que van más hacia Marrakech y el Sáhara occidental están tomando como destino Canarias hacia donde se embarcan los subsaharianos y cuyos recursos se encuentran ahora colapsados.
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