Tribuna Libre

Cuando la ola inesperada llega: claves de un temporal que Cádiz no olvidará

«Las 'cosas de las olas', aunque estemos acostumbrados a verlas y opinemos sobre ellas, no son a veces tan sencillas de explicar»

Chiringuito golpeado por las olas el pasado agosto A. Vázquez

Gregorio Gómez Pina | Dr. Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos

Cádiz

El fuerte oleaje en las playas de Cádiz, con el cierre total de gran parte de sus playas, ha marcado el final del mes de agosto, dejando imágenes impactantes como el de las olas destruyendo la pasarela y el chiringuito de la playa de los Caños de Meca. La prensa y redes sociales dieron explicaciones variadas sobre ello, como pasa siempre que se habla de las cosas del mar, existiendo una tendencia bastante generalizada de «echarle la culpa» a las mareas y a las corrientes. Leo titulares como: «Una impresionante marea se traga…» o «La fuerte corriente destroza…», por poner un par de ejemplos. A las mareas se les suele echar la culpa incluso en el Mediterráneo, cuando allí son insignificantes. Para empezar a centrarnos un poco, diremos que 'la culpa' de lo que pasó la tienen las olas. Obviamente, cuando las olas coinciden con grandes mareas (como fue el caso), pues el efecto de las olas es todavía mayor. Respecto a las corrientes, las que pueden ocasionar daños o alteraciones en la costa son las producidas por el oleaje, y están prácticamente restringidas a la zona de rompientes. Es decir, si las olas son pequeñas, las corrientes lo son también, y prácticamente no existen fuera de la zona de rompientes o 'zona surf'.

Con respecto a los temporales, mi experiencia me dice que hay, en general, una gran capacidad en el olvido para las cosas del mar. Me explico: tras un gran oleaje, se escuchan muchas veces frases como: «Este es el temporal más grande que he conocido…». Luego resulta que, si se consulta con las boyas de Puertos del Estado, que proporcionan (gratuitamente) un análisis muy riguroso de los parámetros del oleaje, pues a lo mejor resulta que hacía cuatro o cinco años sucedió un temporal parecido o incluso mayor.

También hay una tendencia popular en asociar a la altura de ola (distancia vertical entre la cresta y el seno) como el parámetro más importante dentro de un oleaje, el que más llama la atención, a la hora de resaltar un temporal: «se midieron olas de hasta 10 metros», se puede escuchar en los partes meteorológicos o en los periódicos. Sin embargo, en estos no se habla para nada de los períodos de las olas (tiempo que tardan en llegar dos crestas seguidas de olas), algo a lo que le damos más importancia los que nos dedicamos al estudio y a la enseñanza del oleaje, como espero que entiendan al finalizar este artículo. Confío en que algún lector, aficionado al mar, se haya entretenido en cuantificar esa cadencia en alguna de nuestras playas, con varios temporales. Si se dedica a hacer esto durante unos 15 minutos, por ejemplo, se dará cuenta de que, durante ese rato y ese temporal, los períodos de las olas son muy parecidos. Sin embargo, si se fija en las olas que se acercan a la playa, observará que van llegando en grupos de distintas alturas, conociéndoselas popularmente como 'mar de fondo' o 'mar de leva', especialmente cuando han viajado ya una larga distancia, como sería el caso de nuestros ponientes (en la dirección suroeste, por ejemplo).

Científicamente, no es fácil explicar por qué las olas llegan en grupos, necesitándose para ello algunas clases de teoría del oleaje, como pueden asegurar los alumnos de mis cursos. De una forma excesivamente simplificada, y exponiéndome a ser criticado, podría decir que sucede algo así como en las autopistas un día de mucho tráfico. Al principio, los coches más rápidos adelantan a los más lentos, hasta que al entrar en la ciudad van llegando todos más juntos, en grupos. Las olas que viajan más rápido son las de mayor período, con independencia de sus alturas. Más complicado todavía es explicar (matemáticamente) que esos grupos de olas que van llegando llevan asociado una onda larga de muy pequeña altura, que viaja con ellos, pero que, al llegar a la costa, se libera y que es en parte responsable de muchos problemas que suceden en la costa y en los puertos. En particular, pueden producir 'resonancias' (vaciados y llenados rítmicos del agua en las dársenas) y grandes excursiones del agua en la playa seca que, a veces, alcanzan nuestras toallas que pensábamos estaban lejos del remonte de las olas. Y, por supuesto, las estructuras que indebidamente están colocadas en determinadas playas, pensando que no serían nunca alcanzadas por el oleaje.

Hecha esta introducción, espero que ahora sea más fácil entender lo que sucedió el día del cierre de las playas de Cádiz y el destrozo de la pasarela de los Caños de Meca. El huracán Ering, que, aunque pasó lejos de España, venía ya muy desarrollado, fue capaz de enviar ondas de períodos muy altos (de unos 20 segundos) que confluyeron con las olas 'normales' de los ponientes de los días anteriores, de períodos de 10 o 12 segundos y alturas de ola pequeñas. Esa conjunción de ondas de períodos extraordinariamente altos del huracán con un mar de fondo 'normal', provocó uno de alto periodo, aunque con alturas de olas nada extraordinarias (de 1-1,5 metros). Eso sí, el oleaje resultante fue capaz de tener un gran remonte sobre las playas, creando en su retorno corrientes de resaca importantes que obligaron (con muy buen criterio) al cierre de las playas para el baño, y alcanzando la pasarela de los Caños de Meca, en particular. Todo ello, claro está, agravado durante la coincidencia de las altas mareas.

Una vez explicado, de forma resumida, lo que pienso que sucedió el día del cierre de las playas, voy a seguirles hablando un poco más, si me lo permiten, sobre otros aspectos de las olas, que también son interesantes. Como hemos dicho, dentro de esos paquetes de olas que van llegando, se ha demostrado estadísticamente que aparece una ola mucho mayor, casi el doble de la llamada 'altura significante', que, de una forma simplificada, viene a ser la altura visual de ese oleaje. Eso lo conocen muy bien los surfistas profesionales en los campeonatos, que dejan pasar durante un tiempo un número de olas, hasta que cogen la mejor, que puede llegar a ser el doble de las que han venido observando. Debemos prestar atención a este hecho, pues ello es responsable de muchos accidentes que suceden en la costa. Por ejemplo, el que alguien esté paseando tranquilamente por un espigón cuando hay un cierto oleaje de mar de leva y, ¡zas!, viene una ola que no esperaba, mucho mayor, y sea arrastrado al agua. Por eso, se debe de ser muy cauto cuando se pasea cerca del mar un día de oleaje.

Conviene también saber que las olas rompen por el fondo y que, en altamar, puede haber olas enormes de 10 metros, pero que, a 2 metros de profundidad, solamente podrán aparecer olas rompiendo del orden de su profundidad, es decir, de 2 metros (¡afortunadamente!). Si alguien me pregunta por las olas de Nazaré, de 20/30 metros, les diré que precisamente allí hay un canal de 20/30 metros que permite que existan esas olas tan monstruosas.

Como verán, las 'cosas de las olas', aunque estemos acostumbrados a verlas y opinemos sobre ellas, no son a veces tan sencillas de explicar, o al menos eso me parece a mí. Disfrutemos, eso sí, de ellas y, si no les he aburrido mucho y así lo desean, podríamos seguir hablando otro día de más cosas. ¡Buena mar a todos, queridos lectores!

Gregorio Gómez Pina: Dr. Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos

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