Toros
Cayetano y Canales Rivera se alistan para honrar su historia en Zahara de los Atunes
18.00 horas
El próximo 19 de abril la localidad gaditana celebrará un festival taurino con sabor a despedida, a homenaje, y quizás también a círculo que se cierra
Fotos: Cayetano Rivera Ordóñez y José Antonio Canales Rivera, antes de su mano a mano en Zahara de los Atunes
En Zahara de los Atunes, donde el mar parece guardar recuerdos y el viento susurra historias, la plaza de toros portátil ya está montada. Aún vacía, pero expectante. Los tendidos, que pronto se poblarán de aficionados, vecinos y familias enteras, ya presienten que lo que se avecina no será un festejo cualquiera.
El próximo 19 de abril, a las seis de la tarde, se celebrará un festival taurino con sabor a despedida, a homenaje, y quizás también a círculo que se cierra. Ya no hay vuelta atrás: Cayetano Rivera Ordóñez, en el año de su retirada, y José Antonio Canales Rivera —hijo y sobrino, respectivamente, del inolvidable Francisco Rivera «Paquirri»— compartirán cartel en una jornada cargada de simbolismo y emoción.
Fue precisamente Paquirri quien dio origen a esta tradición en Zahara, con el noble propósito de recaudar fondos para ayudar a sus paisanos. El primero de estos festivales se celebró en 1969. Tras años de pausa, la iniciativa fue retomada por José Antonio Canales Rivera y Francisco Rivera Ordóñez, logrando no solo revivir una costumbre, sino contribuir al bienestar del pueblo, financiando, entre otras obras, la construcción del hogar del pensionista y la posterior instalación de un ascensor.
Esta no será una tarde más. Ni para los toreros, ni para el público. El cartel, ya cerrado, tiene aroma de historia. Lo completa el joven novillero barbateño Adrián Guillén, una promesa emergente de la cantera gaditana. Juntos lidiarán cuatro novillos-toros y un eral, todos de la ganadería de El Soldado.
Pero más allá de los nombres y las cifras, este festival es un viaje emocional al origen, al legado, a la memoria viva de una familia ligada al toreo por sangre y por destino. Es también la despedida simbólica de Cayetano, en la misma plaza donde, hace más de veinte años, debutó como un joven aficionado que ya sentía, en silencio, el llamado del toreo. Hoy, regresa convertido en figura, cerrando un ciclo que comenzó con un sueño inevitable, porque en sus venas late la historia de los Rivera y los Ordóñez.
Zahara, donde todo empezó para Cayetano
Zahara fue el punto de partida. Fue un 12 de abril de 2003 cuando Cayetano Rivera Ordóñez, con 26 años y una historia familiar que lo miraba desde cada burladero, hizo por primera vez el paseíllo en público. Lo acompañaban su tío Riverita, su hermano Francisco y su primo Canales, en un cartel que ya entonces tenía el peso de la sangre y el apellido. Ahora, 22 años después, regresa a la misma plaza —portátil, pero inmortal— para hacer el paseíllo por última vez en ese lugar tan especial, y de nuevo, junto a su primo José Antonio Canales Rivera.
Pero no se retira aún. Su adiós a los ruedos llegará a final de esta temporada 2025. Esta será su última vez en Zahara, donde debutó y probó si le gustaría esta profesión, así lo reconocía el propio Cayetano a su entorno. Para él, la cita tiene un componente profundamente íntimo: regresa no como la figura que es hoy, sino como el chico que fue, el que comenzó a escribir su historia taurina en el mismo rincón donde ahora se empieza a cerrar un ciclo.
Canales Rivera: «Esto, de alguna manera, también es mi adiós»
La figura de Canales Rivera, siempre más emocional, también adquiere un peso especial en esta edición del festival. Aunque no ha anunciado oficialmente su retirada, el torero de Barbate reconoce que podría tratarse de una de sus últimas tardes. «No quiero hacer un anuncio formal, pero esto, de alguna manera, también es mi adiós», afirma. Y no lo dice con tristeza, sino con serenidad.
Canales ha sido el alma de esta edición del festival. El impulsor. «Esto se ha hecho entre todos, no quiero colgarme ni media medalla», dice con humildad, «pero yo fui el caprichoso que se empeñó en que saliera adelante». Tras varios meses de trabajo y negociaciones, el evento ha tomado forma con el respaldo del Ayuntamiento de Barbate y, este año, también con el apoyo institucional de la Diputación de Cádiz, que ha querido implicarse en la promoción y mantenimiento de las tradiciones culturales de la provincia, brindando su colaboración para un evento que trasciende lo taurino y se convierte en homenaje, patrimonio y legado. Además, hay que destacar el esfuerzo de la asociación de empresarios de Zahara que han sido clave para la celebración del festival.
«Me hacía mucha ilusión que este año tuviera un cierre de categoría», explica Canales. «Máxime cuando se han cumplido 40 años de la muerte de mi tío. Esta plaza, esta tierra… es algo más que un festival. Aquí nos conectamos con lo que somos».
La preparación no se ha hecho esperar. Este mismo miércoles, Cayetano y Canales se han reunido en la ganadería de Mari Carmen Camacho para disfrutar de una bonita jornada de campo con sabor a familia. Allí, con la seriedad y el respeto de quien sabe lo que supone el mundo del toro, ambos tentaron tres vacas y un macho. Fue una sesión de ajuste, pero también de emoción, de silencios compartidos y miradas que dicen más que las palabras. Porque este no es un festival más: es un reencuentro con los orígenes, y también con uno mismo.
Un círculo que se cierra
Cayetano ha dicho que esta será su última tarde en Zahara. No en los ruedos, pero sí en «esa plaza» que marcó su bautismo taurino. Y lo hará como lo empezó: en familia, con su primo Canales a su lado.
Esa sensación de círculo completo, de viaje de ida y vuelta, de memoria y presente, es lo que define este festival. Porque más allá del paseíllo, de los capotes, de los muletazos, hay algo que no se entrena ni se ensaya: el significado.
El próximo 19 de abril, en Zahara de los Atunes, se vivirá algo más que una tarde de toros. Será una celebración de la herencia, de la identidad, y de la pasión. Una despedida simbólica, un reencuentro familiar, y una bienvenida al futuro.
En la arena de Zahara de los Atunes no solo se lidiarán novillos. Se lidiará también la emoción contenida de una familia que ha escrito páginas doradas del toreo español, la nostalgia de un hijo que vuelve al lugar donde soñó con parecerse a su padre, y el gesto silencioso de un primo que quizá se despida sin anunciarlo.
Y es que, en el fondo, no se trata solo de despedirse. Se trata de volver al origen para comprender lo vivido, de honrar al que se fue para que nunca se marche del todo. El 19 de abril no será solo una fecha más en el calendario taurino. Será memoria hecha arena. Será sangre hecha historia. Será familia hecha leyenda.